Napoleón I y Napoleón III dieron sendos relicarios para conservarla, expuestos de un modo permanente en el Tesoro de la sacristía
Por: Cathedrale De Paris | Fuente:
cathedraledeparis.com
Antes de que muriese crucificado Cristo, haciéndole escarnio le coronaron con
espinas, porque se proclamó Rey de los Judíos. Según la tradición, se conservó
y se veneró piadosamente esta Corona. Señal de ella se vuelve a encontrar en
los relatos de peregrinos a Jerusalén, en el siglo IV.
La reliquia, cuya autenticidad no se puede afirmar con rigor científico, se
envió después a Constantinopla con el tesoro de los emperadores bizantinos.
Empeñada en el siglo XIII a consecuencia de un préstamo, fue comprada por San
Luis quien, para conservarla, mandó construir la Santa Capilla en París.
Durante la Revolución la depositaron en la Biblioteca Nacional.
Por el Concordato de 1801 se la devolvió al arzobispo de París que, en 1806, la
destina al Tesoro de la Catedral donde sigue estando.
Se presenta la reliquia en forma de un círculo trenzado de juncos al que se
hubiera atado espinas para hacer la corona.
Napoleón I y Napoleón III dieron sendos relicarios para conservarla, el
primero, neoclásico, y el segundo, neogótico, procedente del taller de
Viollet-le-Duc. Los dos están expuestos de un modo permanente en el Tesoro de
la sacristía.
La Corona, así
como las reliquias de la Cruz y el clavo se ofrecen a la veneración de los
fieles cada viernes primero de mes (15h) y el Viernes Santo.
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