DESCUBRIDOR DE ENFERMEDADES GENÉTICAS, ACTIVISTA PROVIDA Y MEDIADOR CON LA URSS EN LA GUERRA FRÍA
En 2024 se cumplen 30 de la muerte del doctor
Jerome Lejeune... su ejemplo como científico, católico y defensor de la vida
puede inspirar a muchas personas.
El gran genetista
católico Jérôme Lejeune fue una importante figura de la ciencia y la investigación médica, y un
ejemplo de católico defensor de la vida, que puede llegar a ser declarado beato
y santo en un futuro. Todo el mundo se enriquecerá al conocerlo mejor.
HAY AL MENOS 7 RAZONES
POR LAS QUE ES UNA GRAN FIGURA DE LOS ÚLTIMOS CIEN AÑOS.
1.
FUE EL DESCUBRIDOR DEL ORIGEN GENÉTICO DEL SÍNDROME DE DOWN
Desde sus inicios como
investigador, allá por los años cincuenta,
Lejeune se interesó por el síndrome de Down,
un trastorno cuyo origen era entonces un auténtico misterio. Algunos lo
asociaban a la sífilis; otros culpaban a las madres. Con todo, a Lejeune no le
asustaba el reto. Guiado por su director de tesis, Raymond Turpin, descubrió
que los dermatoglifos, las configuraciones de los surcos de la piel en las
manos, eran diferentes en las personas con síndrome de Down si se los
comparaban con el resto de la población. Estimulado por este hallazgo, le
confesó a su mujer: “en uno o dos años habré
comprendido el mecanismo”. Y así ocurrió.
Allá por los años cincuenta,
Lejeune se interesó por el síndrome de Down.
Turpin y Lejeune ficharon para su
equipo a Marte Gautier, que había aprendido en Estados Unidos técnicas
avanzadas de cultivo celular y microscopía. Tras un gran trabajo colaborativo
entre los tres, Jerôme por fin consiguió contar
un cromosoma de más en el cariotipo de un individuo con síndrome de Down.
Este hallazgo coronaba su carrera.
Con solo treinta y un años había
descubierto que una mala distribución del patrimonio hereditario genera como
consecuencia un trastorno en el individuo. Los resultados se publicaron el 16
de marzo de 1959. Se analizaron células de cinco niños y cuatro niñas con
síndrome de Down. En todas las muestras de buena
calidad se contaron 47 cromosomas.
2.
ALGUNOS LO CONSIDERAN EL PADRE DE LA GENÉTICA MODERNA
El descubrimiento del origen
genético del síndrome de Down no fue un hecho aislado. En 1963 demostró una vez
más su gran habilidad al averiguar que también existían
personas con un cromosoma de menos: en concreto halló la monosomía del
cromosoma 5. Por humildad, al
contrario que la práctica habitual, el genetista galo no quiso poner su
apellido a este trastorno y lo llamó
síndrome del maullido de gato, aunque no pudo evitar que a menudo se le cite como enfermedad de
Lejeune.
El genetista francés también colaboró en el conocimiento del
síndrome 18q, una monosomía que reportó el francés Jean de
Grouchy en 1964 y cuyo síndrome clínico asociado describió Lejeune en 1966.
Asimismo, Lejeune descubrió en 1968 el síndrome en el que un cromosoma con forma de anillo
sustituye al cromosoma 13, en 1969 identificó la trisomía 8,
mientras que con la ayuda de la doctora Marie Odile Rethoré, fiel colaboradora
suya, hizo lo propio con la trisomía 9 en 1970.
En 1963 halló la monosomía del
cromosoma 5.
3.
RECIBIÓ INFINIDAD DE PREMIOS PERO NO EL NOBEL... QUIZÁ POR SER PROVIDA
Los premios no tardaron en
llegar: en Estados Unidos el Pellman y el de la Fundación Kennedy, en Francia
la medalla de plata del CNRS y el Jean Toy de la Academia de Ciencias, en
España el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Navarra.
Con motivo de otro galardón, el
William Allan Memorial Award, Lejeune se había dado cuenta de que la mayoría de
los médicos que participaban en la ceremonia le admiraban porque gracias a su
descubrimiento podían practicar la amniocentesis, es decir, la
extracción de tejido del feto para determinar si una persona presentaba trisomía y poder abortarlo. En
algunos países hoy no se deja nacer a ningún bebé con síndrome de Down.
Lejeune se revolvió contra esta
barbarie y pronunció un discurso políticamente incorrecto: “La naturaleza del ser humano está contenida tras la
concepción en el mensaje cromosómico, lo que le diferencia de un mono o de un
pato. Ya no se añade nada. El aborto mata al feto o embrión, y ese feto
o embrión, se diga lo que se diga, es humano”.
Poco después se expresó de una
manera similar ante la ONU. Y continuó liderando la lucha por la defensa de la
vida en todo el mundo, lo que no le produjo ningún beneficio en cuanto a su
popularidad. Se convirtió en un apestado para muchísimos sectores de la sociedad,
hasta el punto de que algunos
historiadores opinan que no recibió el Premio Nobel por este motivo.
4.
SUFRIÓ AGRESIONES PERSONALES Y RESPONDIÓ CON PACIENCIA Y CORAJE
Abanderar la lucha por la defensa
de la vida le produjo problemas incluso en el terreno personal. Durante una
conferencia que impartió el 5 de marzo de 1971 en la Mutualité, un centro
parisino destinado a charlas, congresos y meetings políticos, unos asaltantes entraron con barras de hierro y pegaron a bastantes
personas, entre las que se hallaban
disminuidos psíquicos y ancianos. Jerôme y su mujer, que le acompañaba aquella
vez, se libraron de los golpes, pero no de una serie de
tomatazos que recibieron. Hasta un trozo de carne de buey impactó en
la cara del padre de la genética moderna. Los manifestantes también arrojaron
menudillos al mismo tiempo que gritaban que los fetos no eran
más que trozos de carne. Solo
se detuvieron al intervenir la policía.
En otras ocasiones, la agresión
consistía en el insulto y la descalificación. Pero Lejeune no perdía
la compostura. Desarmaba a sus rivales con su tranquilidad, su paciencia y su
valentía a la hora de exponer sus ideas. Además no se lo tomaba
como algo personal: “no combato contra las personas
sino contra las falsas ideas”. Tampoco faltaron pintadas en las calles: “Lejeune es un asesino”, “Muerte a Lejeune y a
sus pequeños monstruos”.
Desarmaba a sus rivales con tranquilidad, paciencia
y valentía a la hora de exponer sus ideas.
5.
COLABORÓ CON SAN JUAN PABLO II POR LA CIENCIA Y LA VIDA
La valentía y el buen hacer del
brillante científico francés no dejo indiferente a Juan Pablo II, que se
convirtió en un gran amigo suyo. Lejeune, que perteneció a la Academia
Pontificia de Ciencias durante 20 años, fue designado por
el Papa como el primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida,
cuyos objetivos son estudiar, informar y formar sobre los principales problemas
de biomedicina y derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida.
También cabe destacar que el
mismo día en que se produjo el atentado contra Juan Pablo II, Lejeune comenzó a
sufrir unos dolores tan agudos que le trasladaron a un hospital. El impacto que
supuso para Lejeune la desagradable noticia del atentado provocó una
acumulación de piedras en su vesícula. Lo realmente sorprendente es que le
operaron a la misma hora en que intervenían a Juan Pablo II. Sus hijos
sostienen que fue una comunión de santos, como si Jérôme cargara con parte del
dolor del Papa.
6.
MEDIADOR ENTRE EEUU Y LA URSS EN PLENA LA GUERRA FRÍA
Lejeune alcanzó un puesto en la ONU como experto sobre los efectos de la radiación atómica en
genética humana. Allí desempeñó un papel notable como
mediador entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la guerra
fría. No era agresivo, ni altivo, ni grosero como los
demás. Poseía un estilo que hacía gracia a
quienes asistían a esas reuniones. Este carácter conciliador le llevó a jugar
un papel decisivo durante la peligrosa crisis nuclear de los euromisiles de
1981 que llevó a ambas potencias a una escalada de tensiones.
El Vaticano, muy
preocupado por el asunto, envió mediadores a cinco países clave: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y, el más complicado, la
Unión Soviética. Para este último, confiaron en
Lejeune y otros dos investigadores.
Durante la cena que se sirvió en
los aposentos de líder soviético, Brézhnev, Lejeune narró una bella historia: “Hace mucho tiempo, tres sabios partidos de Oriente
visitaron a un poderoso príncipe. Habían observado signos en el cielo,
anunciando, pensaban ellos, una buena noticia: la paz sobre la tierra a los
hombres de buena voluntad. Aproximadamente dos mil años más tarde, científicos
venidos de Occidente se pasan por la casa de un hombre muy poderoso. Ahora la
historia es diferente. Pues nosotros sabemos que si por desgracia aparecen en el
cielo signos desencadenados por los hombres, no será ya el anuncio de una buena
noticia sino el de una masacre de inocentes.”
A pesar del ateísmo oficial del
régimen, los anfitriones entendieron enseguida a qué se refería, y el discurso
les gustó. Los tres sabios de occidente —se da la circunstancia de que eran
genetistas— le presentaron a Brézhnev un cúmulo de datos sobre los
efectos que podría acarrear una guerra nuclear en la población y lograron pacificar la situación internacional.
7.
MUY POSIBLEMENTE SERÁ BEATIFICADO
Uno de los aspectos más
destacados del genetista galo fue su gran humanidad. Como médico atendió a más de ocho mil personas con síndrome de Down, a los
que trataba como a sus hijos. Se sabía el nombre de todos y a muchos de sus
padres les hacía recuperar la dignidad perdida. Su hijo
no era un monstruo, era un regalo, un hijo amado de Dios como lo somos todos
los demás. Les atendía por teléfono a veces
también de noche. Una de sus hijas también destaca de su padre que era un
catecismo viviente, es decir, que predicaba con el ejemplo. Y una de las muchas
pruebas de la humildad del genio francés fue que su hija se tuvo
que enterar de que su padre era famoso a través de una profesora de su colegio.
Tampoco se puede ocultar el
impresionante gesto que Lejeune tuvo la noche de su fallecimiento. Llevaba
meses con un cáncer de pulmón y, como buen médico que era, sabía que se iba a
morir. Así que no dijo nada y pidió a sus familiares que le dejaran dormir
solo.
Les quería evitar lo que vivió
con su padre, que murió ante sus propios ojos también de cáncer de pulmón.
Durante la madrugada sufrió la agonía. Uno de sus colegas le acompañó y, cuando
vio que se encontraba muy mal, le informó de que iba a llamar a su mujer. Pero
Lejeune le suplicó que no lo hiciera. Unas horas más tarde, el padre de la genética
le confesó: “Ve, he hecho bien”. Y expiró.
Jérôme Lejeune nos dejó como
legado nos dejó la Maison
Tom Pouce (la Casa de
Pulgarcito), que asiste a mujeres embarazadas o
madres con un bebé de pocos
meses, y la Fondation Lejeune, centrada en investigación genética y en
atención de personas afectadas por el síndrome de Down o por una enfermedad
genética de la inteligencia. Tal vez algún día sea su patrono, pues la causa para su beatificación avanza lenta pero satisfactoriamente.
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