CORREGIR A LOS HIJOS FORMA PARTE DEL EDUCAR, DE LA AUTORIDAD Y DEBER DE LOS PADRES
Reprender a los hijos implica amor y firmeza y
cabeza fría, con coherencia y sin ceder ante sus trucos
La cultura judeocristiana, que
tiene ya más de 3.000 años de tradición y sigue siendo la más influyente de la
historia humana, se ha construido sobre la noción de que los
padres tienen la autoridad y el deber de educar a los hijos, y eso incluye
reprenderles y regañarles. La Biblia trata
el tema en numerosas ocasiones, y lo aplica después a la relación entre Dios
Padre y sus hijos, los hombres.
Así, en la Carta a los Hebreos
(12, 9-11), los primeros cristianos reflexionaban: "tuvimos padres terrenales para disciplinarnos y los respetábamos, ¿con
cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como
les parecía, pero El para nuestro bien, para que participemos de su santidad.
Al principio, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza;
sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después
fruto apacible de justicia".
El libro de Proverbios, que
incluye muchos textos del siglo VIII antes de Cristo, ya insistía en el deber de no sólo enseñar, sino también regañar. El
texto no desdeña el castigo físico (habitual en casi todas las culturas hasta
hace muy poco) pero sólo dentro de
un propósito educativo.
En Proverbios 13,24 leemos: "El que escatima la vara odia a su hijo, mas el que
lo ama lo disciplina con diligencia". Y en 29,17: "Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará
alegría a tu alma". Y
en 29,15: "La vara y la reprensión dan
sabiduría, mientras que el niño consentido avergüenza a su madre". Un
versículo del libro pide evitar los castigos con ira y rabia (19,18): "Corrige a tu hijo mientras hay esperanza,
pero no desee tu alma causarle la muerte".
Hay que tener en cuenta que el
judaísmo no aceptaba el derecho de un padre a matar a sus hijos, cosa que los "civilizados" y "avanzados"
romanos aceptaron sin pestañear y sin necesidad de alegar ninguna causa
grave mientras fueron paganos.
En la época de los primeros
cristianos, San Pablo escribía en varias ocasiones acerca de la necesidad
de reprender a los hijos, pero sin agobiarlos
excesivamente. Así, en Efesios 6,4 exhorta: "padres, no provoquéis
a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del
Señor", y en Colosenses 3,21, más concreto: "padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se
desalienten".
¿Cómo regañar hoy a
nuestros hijos con eficacia y sin "exasperar"? En la revista HacerFamilia, María
Viejo y la psicóloga y orientadora familiar Lucía Herrero ofrecieron algunas
claves.
1.
HAY QUE REGAÑAR: ES NECESARIO Y EDUCATIVO
"Las regañinas
no sólo no son perjudiciales para los niños sino que pueden llegar a ser,
incluso, un elemento positivo en su educación. El motivo es muy sencillo: gracias a ellas los niños
aprenden disciplina y a comportarse, a descubrir dónde se encuentran los
límites, a asumir las normas básicas de comportamiento, qué conductas deben
evitar... Y es que, todos los hijos necesitan que sus padres les
establezcan una serie de límites. Se trata de una forma más de
prepararles para la vida y de enseñarles que cuando se desafía a las normas hay
alguien (sus padres) que les detendrá".
2.
HAY QUE DOSIFICAR LAS REGAÑINAS
"Sólo se deben
utilizar en el momento adecuado, sobre todo porque cuando se regaña demasiado
los sermones paternos comienzan a perder eficacia".
3.
ACTUAR INMEDIATAMENTE TRAS LA TRASTADA
"Una buena
forma de regañar es intentando hablar con nuestros hijos inmediatamente después
de que haya actuado mal. Así, por ejemplo, si nuestro hijo ha roto un cenicero
por descuido no esperemos a que haga otra trastada para "echarle la
bronca". Si le regañamos en su momento, estaremos evitando, además, que se nos
hayan acumulado otros enfados adicionales (también olvidó sacar al perro y hacer los deberes...) que
nos harán estallar de una forma totalmente desproporcionada y en el momento
menos adecuado"
4.
SER MUY CLAROS: EXPLICAR LA RELACIÓN ENTRE SU HECHO Y LAS CONSECUENCIAS
"Conviene que
le expliquemos de inmediato las consecuencias de su despiste, los porqués de
ser más cuidadoso con las cosas... Sólo así conseguirá encontrar una relación
exacta entre nuestra regañina y su mal hacer. Tengamos en cuenta, en este
sentido, que nuestro hijo ya no es un bebé. Ahora, es capaz de razonar y
necesitará saber, ahora más que nunca y, en todo momento, el porqué de las
cosas".
5.
MANTENERNOS FIRMES ANTE LOS TRUCOS DEL NIÑO
"A partir de
los siete años, los niños ya son capaces de desplegar todo tipo de
estratagemas. De los sonoros berrinches habremos pasado a las caras
de lástima, las réplicas, los actos de rebeldía... Cuando
nuestros hijos se comporten así, sólo podremos actuar de una forma: con
firmeza. Debemos tener en cuenta, en este sentido, que si consentimos que
nuestros hijos se valgan de este tipo de trucos para ablandarnos, lo único que
estaremos consiguiendo es que sus estratagemas se conviertan en una espiral
ascendente. Si sus técnicas son "unas cuantas
lagrimitas" cada día hará más uso de ellas para conseguir zafarse de
nuestras regañinas. Si, por el contrario, el niño/a es de los que "planta
cara" llegará un momento en que no habrá quien lo pare. Por todo
ello, cuando tengamos que regañar, hagámoslo tranquilos, mirándoles a los ojos
e ignorando en todo momento sus caritas o protestas".
6.
EVITAR LA REGAÑINA REPETITIVA E IRRELEVANTE
"Evitemos
regañar y advertir a nuestros hijos por rutina, repitiéndole una y otra vez las
mismas cosas: "Raúl, no salpiques el cristal", "Raúl, no
salpiques el cristal", "hijo, no salpiques el cristal"... Lo único que conseguiremos es que el niño se acostumbre a escuchar como
si de un hijo musical se tratase las mismas cosas. Es decir, como quien oye
llover. Y si no les pasa nada... ¿para qué van a
dejar de manchar el cristal? Lo importante es intentar transmitir
siempre, y de forma continuada, unas pocas normas, pero dejando
claro que se tienen que cumplir a "rajatabla".
7.
REGLAS FIRMES Y CUMPLIR LOS CASTIGOS: COHERENCIA
"Algunos
padres son incapaces de mantener en el tiempo sus propias recomendaciones. Un
día regañan a sus hijos porque les pillaron saltando sobre el sofá del salón y
al día siguiente cuando contemplan como sus hijos trepan de nuevo, no les dicen
nada, por cansancio o, simplemente, porque hoy están de mejor humor. Esto es
una equivocación. Para que una regañina sea efectiva es imprescindible tratar
de ser coherentes. Si hoy está mal estropear los sofás, mañana también lo debe estar y
habrá que regañar a nuestro hijo en consecuencia. De igual
forma cuando le hagamos una advertencia del tipo "como sigas gritando te
vas a ir a tu cuarto" tendremos que cumplirlo. Así tendrán siempre muy
claro que deben tomar en serio nuestros avisos".
8.
REGAÑEMOS SIN ENFADARNOS NI GRITAR
"Es importante
que aprendamos a controlarnos desde el primer día. Antes de perder la paciencia
del todo contemos hasta diez o retirémonos un rato a nuestra habitación para
relajarnos antes de regañar. Los arrebatos no son buenos compañeros cuando de
educar a los hijos se trata, sobre todo porque cuando uno grita no solo pierde
los papeles sino también la razón".
9.
NO COMPENSES LA REGAÑINA CON MIMOS: PARECERÁ QUE NOS ARREPENTIMOS
"Una vez que
hayamos regañado convenientemente a nuestro hijo por su mala conducta no
tratemos de compensarle. Si el chico comprueba que tras una trastada mayor, la
bronca y el castigo correspondiente nos mostramos "como arrepentidos"
llegará a la invariable conclusión de que no sólo nos tiene en sus manos, sino
que, además, fuimos absolutamente injustos con él. Nuestro comportamiento tras un
sermón en toda regla tendrá que ser siempre de absoluta normalidad. Sin mimos,
sin constantes reproches, haciéndole
ver que estaba equivocado y, por encima de todo, sin dejar ver que lamentamos
haberle regañado".
(Publicado
originariamente en ReL en junio de 2020)
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