A REVISTA «TEMPI» CONSULTA A EXPERTOS SOBRE MEDIDAS PÚBLICAS Y FAMILIARES
Cada vez surgen más iniciativas públicas y privadas
ante el problema de la adicción infantil a la comunicación digital y a las
redes sociales, y otros riesgos aunque no haya adicción.
Cada vez más estudios confirman que pasar horas con el smartphone daña mental y
físicamente a los niños. Y hay quien querría prohibirlo por
ley. Cuidado con "dejar olvidados"
a nuestros hijos en línea, confirman los expertos. Pero somos nosotros,
y no el Estado, quienes debemos
ir a recogerlos.
Así plantea esta cuestión la
revista italiana Tempi, en cuyo número de agosto Piero
Vietti ha entrevistado a diversos
expertos con opiniones coincidentes en cuanto a la importancia del problema,
pero no tanto en cuanto a las soluciones.
LA TRAMPA DEL ALGORITMO. REDES DI-SOCIALES
El actor estadounidense Tom Holland, de 26 años, famoso por interpretar a Spider Man en
la saga de películas de Marvel, ha publicado un breve vídeo en su perfil de
Instagram, que siguen casi 70 millones de personas, para anunciar que se "tomaba un descanso de las redes sociales por mi
salud mental. Instagram y Twitter me resultan demasiado estimulantes
y abrumadores". El actor cuenta que se involucra demasiado y entra
en una especie de espiral "cuando leo cosas
sobre mí en internet" y que esto "es
muy perjudicial para mi estado mental. Por eso he decidido dar un paso atrás
y eliminar" las aplicaciones de redes
sociales, Instagram en particular, de sus dispositivos.
Si un actor de éxito de Hollywood
no ha podido soportar la presión y la invasividad de dos de las redes sociales
más utilizadas del mundo, ¿cómo se las apañan las
personas "normales", sobre todo las más jóvenes y frágiles?
El Servicio de Salud Pública de
Estados Unidos ha publicado recientemente un documento sobre la relación entre
la salud mental de los jóvenes y las redes sociales, en el que pide a los
responsables políticos y a las empresas tecnológicas que no subestimen el
problema de las consecuencias nocivas para la
salud de los menores que
se derivan del uso de estas plataformas digitales. Las cifras son
impresionantes: hoy en día, en Estados Unidos, alrededor del 95% de los jóvenes
de 13 a 17 años afirma utilizar alguna plataforma social, y más de un tercio
afirma hacerlo "casi constantemente". Aunque
13 años suele ser la edad mínima exigida para registrarse, casi el 40% de los
niños estadounidenses de entre 8 y 12 años utilizan las redes
sociales.
DEMANDA
COLECTIVA CONTRA LAS GRANDES TECNOLÓGICAS
En un informe publicado a finales
de julio, la Unesco sugería prohibir los
teléfonos inteligentes en las escuelas para
mejorar el aprendizaje de los alumnos y ayudar a proteger a los
niños del ciberacoso.
Según la agencia de la ONU para
la educación, la ciencia y la cultura, hay pruebas de que el uso excesivo del
teléfono móvil está relacionado con un menor rendimiento académico y que pasar mucho tiempo delante de la
pantalla tiene un efecto negativo en la estabilidad emocional de los niños. El documento explica que la tecnología
digital en su conjunto, incluida la inteligencia artificial, debe estar siempre
sujeta a una "visión de la educación centrada
en el ser humano" y nunca suplantar la interacción cara a cara con
los profesores.
El 6 de enero, las escuelas
públicas de Seattle presentaron una demanda contra Meta
(propietaria de Facebook, Instagram, WhatsApp), Google (YouTube), TikTok (de la
empresa china ByteDance) y Snap (que controla SnapChat) acusando a estas
empresas de haber "explotado con éxito los
vulnerables cerebros de los jóvenes, enganchando a decenas de
millones de estudiantes de todo el país a través de un circuito vicioso de
respuestas positivas en las redes sociales que conduce a un uso excesivo y
abusivo de las plataformas" al proponer a los menores registrados
en sus plataformas contenidos "con demasiada
frecuencia perjudiciales y que tiende a la explotación debido
a intereses económicos".
La depresión y la ansiedad son
los dos síntomas más comunes entre los adolescentes que pasan más de tres horas
al día en las redes sociales, pero también se ha registrado un efecto similar
en numerosos estudiantes universitarios sobre los que se realizó un experimento
en Estados Unidos en 2021. Un estudio reciente afirma que limitar el uso de las
redes sociales a 30 minutos al día produce mejoras significativas en la salud
mental, y desactivar una plataforma social durante un mes mejora
el bienestar subjetivo de las personas. Entre los adolescentes, son las chicas las
que más sufren: el aumento del uso de las redes sociales se corresponde en
muchos casos con un aumento de los trastornos del sueño, la depresión
relacionada con el ciberacoso, la baja autoestima relacionada con la imagen
corporal y los trastornos alimentarios.
UN
JUEGO "ADICTIVO"
Sin embargo, todos vivimos
con smartphones y tabletas perpetuamente conectados a las
redes sociales, y en muchos casos dejamos que nuestros hijos las usen desde
pequeños. "Las redes sociales en general son malas para todos", dice a Tempi Giuseppe Lavenia, psicólogo y psicoterapeuta, presidente de la
Asociación Nacional de Adicciones Tecnológicas. "Está claro que según la
edad el riesgo varía. Un adolescente que está formando su identidad tiene más
dificultades que un adulto para enfrentarse a las imágenes que ve en las redes
sociales. Utilizar las redes sociales en una etapa de la vida en la que la
identidad está poco estructurada y el control de los impulsos mal gestionado puede
desembocar en trastornos alimentarios o depresión. Desde un punto de vista
neurofisiológico, hasta los 21 años la estructura craneal de un ser humano no
está completamente formada; trivialmente, la evaluación de un riesgo -pienso en
un 'reto' peligroso- es menos eficaz".
El problema de los
dispositivos móviles no se reduce a la adicción o a la pornografía. Es la misma
forma de aprender y relacionarse la que cambia. La educadora Catherine L'Ecuyer insiste
mucho sobre ello.
Kathleen y Jeff Spence son los padres de Alexis, una niña de Seattle a la
que, a los once años, le dieron un teléfono móvil para poder estar en contacto
cuando volviera del colegio. Sus padres le dieron algunas normas y
establecieron algunas restricciones de uso del smartphone, pero en
poco tiempo Alexis aprendió a saltárselas y se abrió un perfil en Instagram (lo único que tenía que hacer era
responder "sí" a la pregunta "¿tienes 13 años o más?"). Buscando
vídeos de fitness, se topó con contenidos que sugerían dietas que
el algoritmo empezó a reproducir cada vez más, junto con publicaciones de
chicas obsesionadas con su peso. Alexis empezó a tomar pastillas para adelgazar
y a enfrentarse a las imágenes que Instagram le ofrecía a diario y se volvió
adicta a ellas, hasta el punto de caer en la depresión. Todo ello sin el conocimiento de sus padres.
El abogado de la familia Spence
fundó el Social Media Victims Law Center,
que apoya a más de 1.200 familias que emprenden acciones legales contra las
grandes tecnológicas que -es la tesis del abogado- supuestamente "diseñaron intencionadamente un
producto adictivo. Saben que si los niños
siguen conectados, ganan más dinero. No importa lo dañino que sea el
contenido".
UNA
PROPUESTA EN EL PARLAMENTO
En Italia se presenta
cíclicamente una propuesta de ley para prohibir o restringir las redes sociales
a los menores de 13 años y controlar de alguna manera el acceso a las mismas.
También ha ocurrido en esta legislatura, con una propuesta de Azione e Italia
Viva. Una propuesta que, sin embargo, en los resúmenes hechos en las redes
sociales por los mismos parlamentarios del antiguo tercer polo tenía un regusto prohibicionista, con la
idea de que el Estado debe ocupar el lugar de los malos padres. Tempi ha
hablado de ello con Elena Bonetti,
ex ministra de Igualdad y Familia, ahora diputada por Italia Viva: "El mundo de la red en general, y de las redes
sociales en particular, se está convirtiendo en un instrumento de relaciones y
encuentros en el que habitan incluso los más jóvenes; por consiguiente, como en
todos los contextos de nuestra experiencia humana, debemos asegurarnos de que
entren en él con la conciencia adecuada y de que existan vías educativas
de acompañamiento y protección diseñadas para ellos. En los
últimos años se ha producido una explosión del uso de las redes sociales sin
regulación ni vías de acompañamiento. Las familias no interceptan el uso que
sus hijos hacen de las redes sociales, y los datos muestran cómo pueden ser
contextos nocivos, utilizados para transmitir mensajes negativos absorbidos
por niños sin herramientas para comprenderlos".
El proyecto de ley no se limita a
prohibir las redes sociales a los menores de 13 años, sino que prevé, en la
línea de una normativa francesa equivalente, ofrecer "herramientas
de prevención e información a los jóvenes y a las
familias". La idea es formar una mesa con la Presidencia del Consejo, la
Consejería de Políticas de Familia, los ministerios y las propias plataformas
tecnológicas para "evaluar qué redes sociales tienen elementos críticos y
peligrosos para los más jóvenes, prohibiendo el acceso a ellas antes de los 13
años".
No hablamos de WhatsApp, aclara Bonetti,
"sino de redes sociales identificadas como no manejables para los menores
de 13 años. En cambio, entre los 13 y los 15 años prevemos un acceso autorizado
por quienes tengan responsabilidad educativa sobre el menor". No solo: la
propuesta pide que se introduzca el llamado control parental en
todos los dispositivos, "que luego se podrá desactivar, pero es una forma
de ayudar a los padres a ser más conscientes de la herramienta que ponen en
manos de sus hijos".
"COMPRENDER,
NO PROHIBIR"
"El Estado
debería mantenerse lo más alejado posible de las
decisiones sobre este tema", dice
a Tempi Stefano Epifani, presidente de la Fundación para la
Sostenibilidad Digital y profesor de Sostenibilidad Digital en la Universidad
de Pavía, a quien la idea de una ley le parece "pésima".
"El problema está ahí y es evidente, dejar a un niño solo en una red
social es como dejarlo solo en la plaza de una ciudad desconocida. A
diferencia de la televisión, las redes sociales son medios de comunicación
bidireccionales, el problema con los menores es realmente este, pero al
prohibir el acceso por debajo de cierta edad, el riesgo es crear una generación
de 'inadaptados digitales'". No es adelantando en el tiempo la
entrada en un mundo "peligroso" como
se resolverá el problema, observa Epifani, "el
Estado debe ocuparse de que los profesores y los padres sean adecuados, crear
conciencia digital, hacer formación. Lo que se necesita es un
conocimiento progresivo de la herramienta, no un bloqueo que, además, puede
sortearse fácilmente, entre otras cosas".
"Es bueno que
la política se ocupe de este tema, pero la solución no es prohibir", dice Giuseppe Lavenia,
que también señala que "la propuesta de
la que hablamos solo se refiere a las redes sociales, y no a servicios de
mensajería igualmente peligrosos como Telegram". Bonetti insiste en
que "la nuestra pretende ser una ley que capte
el tema educativo: la protección de los menores es una de las piezas del
proceso de empoderamiento, que se hace dando a los niños la conciencia de poder
ser protagonistas sabiendo manejar ciertas solicitaciones. Este proceso
educativo se hace en todos los contextos, mientras que las
cuestiones sociales han sido descuidadas hasta ahora, con enormes daños que
emergieron con fuerza durante la pandemia".
Sin embargo, la solución no puede
ser ludista: no podemos fingir que no vivimos en un mundo perpetuamente
conectado en el que la tecnología digital es fundamental para comunicarnos, aprender, trabajar y vivir. Tom Holland vuelve a publicar en Instagram, pero
mucho menos que antes.
Las redes sociales no son solo
herramientas malas, sucias y feas. El documento del Servicio de Salud Pública
de Estados Unidos recoge cómo en muchos casos las redes sociales "pueden proporcionar beneficios a algunos jóvenes,
haciéndoles formar parte de una comunidad positiva y
proporcionándoles conexiones con otras personas que comparten las mismas
identidades, habilidades e intereses. Pueden proporcionar acceso a información
importante y crear un espacio para la autoexpresión".
DOPAMINA
Y CORTISOL
El riesgo proviene de su consumo
incontrolado, sobre todo a una edad temprana. Lavenia habla de adicción patológica: estudios
científicos registran un aumento de cortisol y dopamina, la
molécula orgánica que regula la sensación de placer, en el cerebro de las
personas asociado al uso de las redes sociales. "La dopamina se activa
cuando esperamos una respuesta", explica la psicóloga. "Cuando publicamos un post y
esperamos likes o comentarios, la dopamina se activa en
nuestro cerebro".
La psiquiatra Marian
Rojas explica con precisión los mecanismos que regulan la adicción y cómo se
activan y utilizan a través de los dispositivos móviles.
Por eso no podemos evitar mirar
inmediatamente las notificaciones y revisar la pantalla de nuestro teléfono
todo el tiempo. "Los dispositivos digitales
causan también una adicción física", explica
Lavenia. La ansiedad, la depresión, la comparación constante con modelos inalcanzables propuestos sin cesar por el algoritmo
afectan a la salud mental de los niños. Los padres y los educadores son la
clave.
Bonetti habla de "acciones sinérgicas" necesarias para,
en primer lugar, crear "conciencia entre
los padres. Pienso en una amplia
campaña de información a través de los medios de comunicación, incluidas las
plataformas sociales. Hay que hacer mucho en las escuelas, concienciar también
a los educadores, y el tema debe entrar en el debate público, porque hay que
explicar las normas introducidas, así como los riesgos de estar solo en la red,
donde la captación de menores es una lacra que hay que combatir".
"¿Le darías un
coche a un niño de 10 años? No", dice Lavenia. "Un smartphone es tan peligroso como
un coche, o un cuchillo. Hay que darlo a la edad adecuada, estoy de
acuerdo en que antes de los 13 años las redes sociales no sirven, pero esa
norma ya existe y son los padres los que hacen que sus hijos la
burlen. El problema no es la herramienta en sí, sino el hecho de que
tú como madre o padre no te ocupes de ella. Un padre no sabe nada de lo que su
hijo hace en Internet, así que la distancia digital se convierte en distancia
relacional. Los adultos que dicen 'ese mundo no lo entiendo y no me importa',
por lo que aceptan ignorar una parte de la identidad de sus hijos, en lugar de
ocuparse de ella".
Pero entonces, ¿debe un padre quitarle o no el smartphone al
hijo que se lo pide? Tratando la adicción a la tecnología, Lavenia ha visto
cientos de casos a lo largo de los años de "padres que dejan a sus hijos
pequeños tener smartphones libremente, y luego cuando tienen
15-16 años vienen a mí porque sus hijos ya no salen de casa. Pero para entonces
ya es demasiado tarde".
En Italia hay unos 200.000 chicos
aislados, dice a Tempi el
especialista que el pasado noviembre abrió una clínica en Lucca para tratar a
los hikikomori, término japonés utilizado para indicar a quienes
deciden encerrarse en casa, evitando cualquier tipo de contacto directo con el
mundo exterior. "Al cabo de un mes estaba llena. La solución, sin embargo,
no puede ser la clínica. Hace falta una relación con la vida real. Los chicos
quieren contar lo que hacen conectados, explicar la carencia que intentan
llenar en la red. Y la mayoría de las veces
la carencia es paterna. Si le doy al niño una herramienta que también sustituye las funciones del padre, el riesgo es ese. Si pongo siempre la pantalla delante
de un niño que llora, le estoy haciendo un flaco favor porque no le estoy
enseñando a lidiar con la frustración, sino a tener una solución externa a través de
un dispositivo".
"EL
MAL ES NUESTRA AUSENCIA"
"El reto es
crear una generación que no se someta a estas herramientas, sino que se
sobreponga a ellas", continúa Epifani. Es un trabajo
largo y complicado en el que el Estado no puede
ocupar el lugar de quienes educan,
"pero puede y debe apoyar las trayectorias educativas, proteger a los
menores y ayudar a las familias, creando las condiciones para que el entorno
social sea un lugar seguro y adecuado para acoger incluso a los más jóvenes
respetando plenamente sus derechos", dice Bonetti. ¿Cómo? Lavenia propone una "carné provisional" (también ha creado un
aplicación especial llamada OK Digital): las estadísticas nos dicen que los padres regalan un smartphone a
sus hijos a los 10 años. Y hasta
que alguien consiga intervenir en los algoritmos, esas plataformas seguirán
siendo lugares construidos para crear adicción. Hay que buscar algo
más fascinante que la pantalla y al mismo tiempo saber utilizarla. "¿Por qué no introducir un mecanismo que proporcione
un "carné digital" a los menores y a sus padres? Que haya educación digital en la escuela primaria, de
tercero a quinto curso, y que el carné se obtenga en el último curso". La educación digital debe
pasar por la escuela, dice Lavenia, "y un
padre debe poder decir que no, imponer tiempos cortos de uso, firmar una
especie de contrato con su hijo. Si le doy un smartphone y no
le digo cuáles son las normas, no puedo imponérselas después. Luego, claro,
como cualquier adolescente, el chaval intentará saltárselas, pero será dentro
de una relación. El mal no está dentro del móvil, el mal es nuestra ausencia.
Los chicos nos necesitan".
Traducido por Verbum
Caro.
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