La aparente comodidad del desorden
Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net
- ¿Dónde estará el cargador del teléfono?
- No encuentro esa blusa
- ¿Y la sartén pequeña?
- Se me olvidó que tenía que llamar a tu hermana
- ¿Quién tiene las llaves de la casa?
- No recuerdo si la reunión era a las 10 o a las 11.
- Disculpa que no te devolví esos documentos.
- No sé en qué me he gastado el dinero esta semana.
- …
Estos y un sinfín más pequeños problemas que nos complican el día a día,
a nosotros mismos y a los demás, son algunas de las consecuencias del desorden.
La persona desordenada tiene una frecuente zozobra y desasosiego buscando algo
que no encuentra, o intentando recordar algo que no anotó, o pidiendo disculpas
por no cumplir un compromiso, además de que, muy frecuentemente, perjudica
también a los demás con su falta de previsión y su desorden.
Se supone que el desorden y la improvisación nos dan la satisfacción de
evitarnos un pequeño esfuerzo; se supone que ese desorden facilita nuestra
espontaneidad para hacer en cada momento lo más cómodo, lo que más nos apetece.
En realidad cuando actuamos desordenadamente estamos simplemente aplazando la
incomodidad, seguramente provocando una incomodidad mayor y creando un problema
para después.
Sin embargo, el pequeño esfuerzo por ser ordenado, amplía nuestro espacio
y multiplica el tiempo, además de
proporcionar la satisfacción de no tener que estar buscando, o recordando, o
pidiendo disculpas por nuestros olvidos.
Cuando alguien entra en una estancia limpia y ordenada, tiende a respetar ese
orden y limpieza. Las cosas, todas, las grandes y las pequeñas, ocupan menos
espacio cuando se guardan con orden, además de proporcionar una cierta belleza
estética. Cuando las cosas, la ropa, las herramientas, los libros, los archivos
de la PC,... se guardan habitualmente en el mismo sitio, tú y los demás las
encuentran inmediatamente cuando las necesitan.
Las personas muy ocupadas, si son ordenadas, si planifican día a día su horario
de trabajo, al final desempeñan mucho más trabajo que las personas poco
ocupadas. Cuando hay orden y horario, en las actividades profesionales,
familiares, sociales y personales, se descubre que el tiempo es muy
flexible, muy maleable para hacer muchas cosas. Actualmente que manejamos mucha
información en la PC y en los celulares, el saber archivar con orden y lógica
esa información nos proporciona mucha eficacia y ahorra pérdida de tiempo.
Todos sabemos, por experiencia, que es mejor hacer una cosa ahora y la otra
después, que intentar hacer las dos cosas a la vez.
Los latinos tenemos el don de la improvisación pero, todos sabemos, que los
proyectos planificados se consiguen mejor que improvisados. La improvisación
puede sacarnos de un apuro pero genera riesgos e imperfecciones.
Y, no digamos, el orden en la cabeza, el orden mental, para distinguir
las prioridades en actividades familiares, profesionales, sociales y
personales. Saber diferenciar entre lo urgente y lo prioritario.
El tiempo y el espacio se multiplican para las personas ordenadas. El día y la
vida rinden más.
Al
final, el pequeño esfuerzo constante por ser ordenado con las cosas y con el
tiempo, proporciona mucha más comodidad y eficacia que la aparente comodidad
del desorden.
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