3 AVEMARÍAS...
Por: Javier Navascués | Fuente: Catholic.net
Hace años colaboré con un sacerdote en un apostolado en donde se acogía a
personas muy necesitadas, con carencias de todo tipo y problemas diversos. Tuve
contacto directo con seres humanos que realmente habían tocado fondo. Uno de
ellos, aunque de buena familia y de formación católica, por vicisitudes de la
vida y la insana curiosidad de lo prohibido, acabó cayendo en el tenebroso
mundo de la drogadicción, arruinando por completo su vida.
Desgraciadamente
no todos los pródigos tienen la oportunidad de rehacer su camino. Algunos
cuando quieren escapar ya es demasiado tarde porque la fuerza del hábito los
arrastra hacia el abismo. Se puede hacer lo indecible por ellos, tanto a nivel
material como espiritual, pero a veces Dios permite, dentro de sus insondables
y misteriosos caminos, que tengan un trágico final. Sigo rezando por él y
espero que Dios haya tenido compasión de su alma por lo que voy a narrar a
continuación.
Esta
persona me contó que muchas noches tuvo que dormir debajo de un puente
sufriendo las inclemencias del tiempo y sobre todo un desquiciante “mono” de droga. Sumido en esa desesperación
intentaba dormir entre los cartones. Me
dijo que jamás se acostaba sin rezar las tres Avemarías a la Santísima Virgen,
verdadero refugio de los pecadores y consoladora de los afligidos.
Él sabía que había obrado mal,
derrochando los talentos y las oportunidades. Sabía también que la droga le tenía ya muy atrapado. Aún
así rezaba con fervor y confianza y dentro de su debilidad tenía el firme
propósito de dejar el vicio. Era un alma noble y se esforzaba por estar a bien
con Dios, hablando con el sacerdote a
menudo y confesándose entre lágrimas.
Nunca perdió la confianza en la Madre del Cielo. Incluso me contaba que cuando él se ponía a rezar, otras personas en la misma situación le acompañaban con profundo respeto, implorando a María como último recurso. Esta sencilla anécdota me impactó mucho. Me hizo comprender como el ser humano puede tocar fondo, perder en cierta manera su dignidad por el pecado, pero aún así puede mantenerse intacta la confianza en María que vela con especial afecto por sus hijos más atribulados y necesitados de misericordia.
Poco
después me enteré de su fallecimiento. No he dejado de rezar por él. Pido que
si tienen a bien recen una Avemaría por su alma. ¿Quién sabe si la Virgen se lo llevó
después de haberle obsequiado con las tres Avemarías nocturnas?
Entendamos rectamente la misericordia, no abusemos de ella.
Eso sí
entendamos rectamente la misericordia y no abusemos de ella. Dios es
misericordioso siempre y cuando nos arrepintamos con el firme propósito de
cambiar de vida. Procuremos vivir
santamente y estar siempre en gracia de Dios, busquemos la perfección y la
entrega a Dios. Por nada
del mundo dejemos de practicar esta devoción ni de propagarla. De esta sencilla
práctica, de poco más de un minuto, puede depender toda la eternidad. Los
santos más marianos no dejan de regalarnos impactantes casos de la misericordia
de María con sus devotos. Una pequeña muestra de amor a María
puede rescatar un alma in
extremis de las puertas del mismo infierno.
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