¡MADRE MÍA, SOCORRE A MIS HIJOS!
Que esta
palabra sea el grito de mi corazón desde la aurora.
¡OH
MARÍA! Que tu bendición los acompañe,
los guarde, los defienda, los anime, los sostenga en todas partes y en todas
las cosas.
Cuando
postrados ante la presencia del Señor le ofrezcan sus tributos de alabanza y oración,
cuando le presenten sus necesidades, o imploren sus divinas misericordias.
¡MADRE
MÍA SOCORRE A MIS HIJOS!
Cuando se
dirijan al trabajo donde el deber los llama, cuando pasen de una ocupación a
otra, a cada movimiento que ejecuten, a cada paso que den y a cada nueva
acción.
¡MADRE
MÍA SOCORRE A MIS HIJOS!
Cuando la
prueba venga a ejercitar su debilísima virtud y el cáliz del sufrimiento se muestre
antes sus ojos, cuando la Divina Misericordia, quiera instruirlos y purificarlos
por el sufrimiento.
¡MADRE
MÍA SOCORRE A MIS HIJOS!
Cuando el
infierno desencadenado contra ellos se esfuerce en seducirlos con los atractivos
del placer, las violencias de las tentaciones y los malos ejemplos.
¡MADRE
MÍA SOCORRE Y PRESERVA DE TODO MAL A MIS HIJOS!
Cuando se
dirijan a buscar el remedio de sus males y la curación de sus heridas en el
Tribunal de la reconciliación y de la paz
¡MADRE
MÍA SOCORRE A MIS HIJOS!
Cuando se acerquen a la Sagrada Mesa para alimentarse con el Pan de los Ángeles, con el Verbo hecho carne por nosotros en tus purísimas entrañas.
¡MADRE
MÍA BENDICE A MIS HIJOS!
Amén.
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