Papa Francisco a los miembros del comité organizador del Congreso Eucarístico de Estados Unidos.
Por: Redacción | Fuente: Vatican News
Dos mil años de vida de la Iglesia y un riesgo que aún serpentea entre los
cristianos, el de confundir una presencia verdadera con un "símbolo", una realidad de amor con un
signo más o menos vago. Por eso es necesario "comprometerse
cada vez con mayor celo a ser discípulos misioneros" de Jesús en el
mundo, testigos que ayuden a recuperar el "sentido
de la maravilla y del asombro" por el gran don que Cristo hace cada
día de sí mismo en la Misa.
El Papa – que hoy retomó el ritmo
normal de audiencias tras su ingreso en el Hospital Gemelli – se detuvo en el
significado de la Eucaristía con los miembros del Comité organizador del
próximo Congreso Eucarístico de Estados Unidos, inspirándose en el episodio
evangélico de la multiplicación de los panes.
ADORAR EN SILENCIO
Con aquel milagro, observó
Francisco, Jesús quiso transformar "en un
hambre diversa", de eternidad, el "hambre
material" de sus discípulos y con la Eucaristía dio respuesta "al hambre más profunda del corazón humano". El
Congreso Eucarístico tiene, pues, la tarea de inspirar a los católicos a
comprender y volver a comprender esta realidad del Sacramento, a la que está
estrechamente unida la práctica de la adoración.
“Creo que en este tiempo moderno hemos perdido el sentido de la adoración, debemos recuperar el sentido de adorar en silencio, adorar. Es una oración que hemos perdido, poca gente sabe lo que es esto y ustedes los obispos deben catequizar a los fieles en la oración de adoración y con la Eucaristía, así se debe hacer”
LOS ANCIANOS Y LOS ENFERMOS
Y citando a san Juan Pablo II que
dijo que "no hay Eucaristía sin
Sacerdocio", el Papa Francisco pasó de la adoración a la acción
porque, explicó, no hay Eucaristía que no impulse "un
amor al prójimo fuertemente comprometido" así como, añadió, "no podemos
comprender y vivir verdaderamente su significado si mantenemos el corazón
cerrado a los hermanos, especialmente a los pobres, a los que sufren, a los que
están agotados o perdidos en la vida".
Y entre ellos Francisco señaló en
particular a dos grupos de personas a las que, dijo, "debemos ir a ver siempre: los
ancianos que son la sabiduría de un pueblo y los enfermos que son la figura de
Jesús doliente".
“Nos convertimos en testigos creíbles de la alegría
y la belleza transformadora del Evangelio sólo reconociendo que el amor
celebrado en el Sacramento no puede guardarse para nosotros mismos, sino que
exige ser compartido con todos”.
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