La primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y vibrante el amor del marido hacia ella.
Por: Tomás Melendo | Fuente: www.fluvium.org
Por el bien de todos (no solo de la propia familia, sino, al cabo, del mundo
entero), la primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y
vibrante el amor del marido hacia ella: ¡al marido
hay que seducirlo cada día!, como ya dije; conviene mucho ingeniárselas
para que caiga en la cuenta de que más allá de los compromisos y éxitos
profesionales o sociales, su mujer es el mayor bien que Dios le ha otorgado y
el medio fundamental e imprescindible para conquistar la propia plenitud y la
consiguiente dicha… y, en el caso de los creyentes, incluso la santidad.
Puede que el incremento de las obligaciones y preocupaciones, la atención a los
hijos o al trabajo profesional, obliguen a la mujer a distanciar y acortar los
ratos de exclusiva dedicación a su esposo. La solución podría estar, más que en
la cantidad de tiempo que le consagre, ¡que siempre
debería ser el mayor posible!, en los pequeños y reiterados detalles que
exigen algún esfuerzo pero manifiestan el cariño.
Por ejemplo, cualquier esposa habrá de interesarse por el trabajo de su
cónyuge, por sus proyectos y por sus dificultades profesionales, por sus
aficiones. Con la discreción y prudencia oportunas, no debe desentenderse de
ámbitos tan importantes para su marido como normalmente es la profesión o los
restantes que he enunciado. Si lo quiere de veras, es lógico que le interese
cuanto a él le interesa, entusiasma o preocupa, incluido, si es el caso, con o
sin esfuerzo, el equipo de fútbol.
A MODO DE «DECÁLOGO».
Quizás a alguna le pueda ayudar el releer de tanto en
tanto el siguiente «decálogo para la mujer»:
1. Quiere a tu marido también cuando otro hombre te parezca más
comprensivo, más educado, más atento, más divertido… o incluso simplemente más
elegante o más guapo.
2. No estropees la relación con él por cosas que
en un momento te pueden parecer importantísimas —el orden y la limpieza de la
casa, en los que también él debe sentirse responsable, o incluso tu carrera
profesional, si trabajas fuera del hogar—, pero que en realidad y a la larga y
en fin de cuentas, no lo son tanto.
3. No lo asaltes en cuanto llega a casa,
atosigándolo con tus problemas —profesionales o familiares—, aun cuando durante
todo el día hayas estado esperando, lógicamente, la ocasión de desahogarte con
la persona que más quieres y mejor te escucha y comprende.
4. Prepárale su plato preferido cuando intuyas
que lo necesita (o deja que él os lo prepare, si le gusta…, a pesar del
desbarajuste que pueda organizarte en la cocina): el marido se gana también a
través del estómago.
No es falta de romanticismo ni de delicadeza… ni menos aún una especie de
«juego sucio», sino puro sentido común y conciencia clara de la intimísima
unidad del ser humano, el tener en cuenta estos aspectos
5. No lo atormentes con excesos de celos, no lo
ofendas con tus dudas (evita incluso imaginarlas), no seas irónica.
6. No te engañes, pensando que con otro hombre
es posible mantener una relación de simple amistad… incluso íntima, sin correr
el riesgo de ser infiel a tu marido; ni, mucho menos, te «diviertas» jugando a «interesar» a otros hombres.
7. No te lamentes confidencialmente con un amigo
de los defectos de tu esposo, porque éste podría ser el primer paso hacia la
deslealtad: ¡los amigos resultan siempre tan
comprensivos!
8. No exageres las contrariedades ni finjas un
excesivo dolor, para inducir a tu marido a hacer lo que deseas. Decirle con
sencillez lo que necesitas o simplemente te hace ilusión constituye una muestra
de confianza, que él te agradecerá y os unirá más todavía.
9. Cuida tu aspecto externo. Aunque pueda sonar
a broma, y ciertamente está expresado con humor, el rostro se asemeja mucho a
una obra de arte, que con el tiempo tiene necesidad de una amable restauración.
Por eso procura no presentarte nunca ante tu marido como no lo harías ante una
conocida dispuesta a juzgar de tu belleza. Y conténtate y sé feliz, más
conforme pasen los años, con gustarle a él: no aspires a gustarte a ti misma
—eres tu crítica más exigente— ni admitas comparaciones con tus amigas o con
otras personas de tu mismo sexo.
10. No envidies a las otras mujeres, ni siquiera
interiormente, ni pongas como ejemplo a sus esposos. Harás que el tuyo se
sienta fracasado, que es una de las cosas que más duelen y peor soportan los
varones. (La conversación entre las dos esposas del púgil y el manager
protagonistas de Cinderella Man lo refleja con una brevedad y precisión casi
insuperables).
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