Corazón amantísimo de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me manche de la culpa de la ingratitud, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.
Por
cuanto son pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco
mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de obediencia y de las
demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera hasta el último
suspiro.
Propongo hacer todo por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu
Corazón. Te suplico aceptes mi humilde ofrecimiento por las manos purísimas de
tu Madre y Madre mía María.
Dispón de mí y de mis cosas, Señor, según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
22.-LA PERSECUCIÓN
Quien
más pesada, quien más ligera, todos tenemos una cruz personal que llevar, pero
no hay una común a todos; es la cruz predicha por Jesús cuando subió al monte
de las bienaventuranzas y pronunció las palabras que fueron una verdadera
revelación para sus discípulos: Dichosos vosotros
cuando os ultrajen, os persigan y mintiendo, digan de vosotros cosas malas,
falsas, etc., por mi causa. Ser perseguidos por amor a Jesús es una
bienaventuranza. Alegraos porque será grande vuestra recompensa en los cielos.
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