Hay pasajes difíciles de entender, y el tema aquí tratado es, sin lugar a dudas, uno de ellos.
Por: Dr. Jorge Rodríguez | Fuente:
www.EducarEsAmar.mx.gs
María es la Madre de Jesús y por tanto es la Madre de Dios, porque Jesús es
Dios, como ya veremos más adelante. María es la Reina del Universo, porque
Jesús es el Rey del Universo, y la madre de todo rey es también reina. María
intercede ante su hijo por nosotros, como lo hizo en las Bodas de Caná, y como
también demostraremos, lo pueden hacer las personas santas que ya viven en
presencia de Dios. María es modelo de los cristianos por sus virtudes. María es
nuestra madre, pues como dice el libro del Apocalipsis, son hijos de la Mujer
(Ap 12), los que siguen los mandamientos de Dios. Si nosotros nos consideramos
realmente cristianos y cumplidores de los mandatos del Señor, tenemos que
aceptar que María es nuestra Madre, es la Madre de la Iglesia. Por otro lado,
ya Jesús nos la dejó como Madre en la persona de su apóstol Juan, mientras
agonizaba en la cruz, y así como aquél la recibió en su casa desde aquel día,
nosotros también debemos recibirla en nuestras vidas si es que realmente nos
llamamos cristianos. Todo verdadero cristiano tiene que amar y venerar a María,
pues es la Madre de nuestro Salvador, la llena de gracia, la bienaventurada,
llena del Espíritu Santo.
Ya desde el principio, Dios anuncia enemistad entre Satanás y entre la Mujer.
María es la nueva Eva, así como Jesucristo es el nuevo Adán. Es una nueva
creación:
Gn 3.15 ‘Haré que haya enemistad entre ti y la
mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza …’
María es la Madre de Dios, no porque se le haya ocurrido a la Iglesia Católica,
como dicen muchos hermanos protestantes, sino porque la misma Palabra de Dios,
el Espíritu Santo a través de los labios de Isabel, así lo proclama. Cuando la
llama Madre de mi Señor, le está diciendo la Madre de mi Dios. Recordemos que
Isabel era esposa de Zacarías, sacerdote de Dios y por lo tanto, no era
ignorante sobre el sentido de sus palabras; además, lo dijo estando llena del
Espíritu:
Lc 1.43,45 ‘¿Cómo he merecido yo que venga a mí la
madre de mi Señor? ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas
del Señor!’.
Decir que María es solamente madre de la naturaleza humana de Jesús, como dicen
los hermanos separados, es una completa herejía, puesto que Jesús es
Dios-Hombre, es una persona con dos naturalezas indivisibles. Justamente en eso
consiste el misterio de la Encarnación: en que Dios
tomó la naturaleza humana, se hizo hombre. Una madre lo es de la persona
y no de la naturaleza. Para aclarar el tema, veamos como ejemplo nuestra propia
vida: nuestro espíritu no procede de nuestra madre, sino de Dios. No por eso se
nos ocurriría la barbaridad de decir que nuestra mamá es sólo madre de nuestro
cuerpo pero no de nuestro espíritu. Nuestra madre lo es de nuestra persona. Así
igual, la naturaleza divina de Cristo no procede de María, pues Jesús es Dios
increado, eterno; pero su humanidad si procede de ella, por eso es su hijo.
Como el Hijo es Dios, su madre: María, es madre de Dios.
A continuación, encontramos algunos textos que nos hablan de María, para que
comprendamos mejor lo que ella es para la Iglesia:
Cant 6.10 ¿Quién es
esta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol,
temible como un ejército?
Mt 1.22 Todo esto
sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta:
la virgen concebirá y dará a luz un hijo.
Is 7.14 El Señor,
pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien
le pone el nombre de Emmanuel.
Mt 2.11 Al entrar a
la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Le
ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
Lc 1.28 Llegó el
ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’.
Lc 1.30 Pero el
ángel le dijo: ‘No temas María, porque has encontrado el favor de Dios’.
Lc 1.38 Dijo María:
‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho’.
Lc 1.42 (Isabel) exclamó
en alta voz: ‘¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre!’
Lc 1.47-48 ‘Mi
espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava’.
Lc 2.19 María, por
su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en
su interior.
Lc 2.34-35 ‘Será una
señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras que a ti misma una espada te
atravesará el alma’.
Lc 2.51 Posteriormente
siguió obedeciéndoles (a María y José). Su madre, por su parte, guardaba todas
estas cosas en su corazón.
Jn 2.5 Jesús le
respondió: ‘Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? …’ Pero su madre dijo a
los sirvientes: ‘Hagan lo que él les diga’.
Jn 19.26-27 Jesús,
al ver a la Madre, … dijo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’.
Después dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’.
Hch 1.14 Todos ellos
perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la
madre de Jesús, y de sus hermanos.
Ap 11.19 Entonces se
abrió el Santuario de Dios en el Cielo y pudo verse el arca de la Alianza de
Dios dentro del Santuario.
Ap 12.1-2 Apareció
en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo
sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y
grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.
Ap. 12.5 Y la mujer
dio a luz un hijo varón, que ha de gobernar a todas las naciones con vara de
hierro.
Ap 12.17 El dragón
se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos,
es decir, a los que observan los mandamientos de Dios y guardan el mensaje de
Jesús.
Para terminar, veamos que solamente los católicos proclamamos
como bienaventurada a María. De generación en generación, únicamente la
Iglesia Católica le canta a María, la venera por ser Madre de nuestro Señor, la proclama feliz. Los que no lo hacen,
simplemente desobedecen la Palabra de Dios:
Lc 1.48-49 ‘Desde
ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes
cosas por mí’.
ORACIÓN DE LA FE
Yo creo, Señor; en Ti que eres la Verdad Suprema. Creo en todo lo que me has revelado. Creo en todas las verdades que cree y espera mi Santa Madre la Iglesia Católica y Apostólica. Fe en la que nací por tu gracia,, fe en la que quiero vivir y luchar, fe en la que quiero morir.
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