Las Escrituras nos enseñan que no debemos amar al mundo, a no satisfacer los deseos de la carne y a luchar contra el demonio
Por: Padre Gaspar Astete | Fuente: Catecismo de la
Doctrina Cristiana // Pildoras de Fe
Debemos tener algo muy claro en nuestra vida, si queremos seguir los mandatos
del Señor. Debemos estar preparados y saber que los enemigos del alma son tres:
Mundo, Demonio y Carne. Éstos nos llevan a
desobedecer a Dios.
1.-
MUNDO:
Se lo vence aprendiendo a valorar
las cosas como las valoran Dios y los santos, no como lo hace la gente sin fe
que tiene un modo de pensar completamente materializado, restándole importancia
a Dios y a sus mandamientos.
Esto es a lo que llamamos secularismo, es decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente sin fe, sin moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera dándole importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, o a la avaricia.
LA ESCALA DE VALORES
PARA DIOS ES LA SIGUIENTE:
·
Amar a Dios y
cumplir sus mandamientos
·
Amar al prójimo y
tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros
·
Perfeccionarse a si
mismo lo más posible
En contraposición a
esta pirámide, la escala de valores del mundo es:
·
Tener mucho dinero
e idolatrarlo
·
Darle al cuerpo
todos los gustos que quiera
·
Querer obtener
muchos honores, mucha fama y muy altos puestos
Obviamente seguir
la escala de valores de Dios nos dan paz en esta vida y premio eterno en el
cielo, mientras que la del mundo sólo trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse eternamente.
2.-
DEMONIO:
¿Quién es el
demonio? El demonio es un ángel creado por Dios en el cielo, que por haberse
rebelado contra el mismo Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos
compañeros de su maldad, que llamamos demonios.
El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. El trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne para causar el mayor daño al pueblo de Dios, para entorpecer el progreso de lo correcto, para acobardar a los cristianos, parar la proclamación del evangelio y debilitar la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de Dios.
La única forma de vencerlo es con
oración, con fe, con sacrificios y rechazando todo lo malo. Pero sobre todo al
demonio se le vence con la humildad. Como él es tan soberbio, huye de los
humildes.
3.-
CARNE:
La forma de vencerla es no dando
consentimiento a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo. No es
pecado tener tentaciones, el pecado radica en consentirlas. Dios las permite
para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y premio en el cielo al luchar
contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él antes que nada.
Dios colocó cierto placer en las
cosas para el disfrute de los seres humanos, como placer el comer para no morir
de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse, y placer en el sexo, para
que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo, no es el fin, el
problema está en que perseguimos es estímulo en las cosas y no el fin.
Decía San Agustin “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo
más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.
Para no caer en la tentación la
Iglesia nos recomienda confesarse, comulgar, asistir a la Santa Misa, evitar
las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar en el Juicio y
la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios.
VENCIENDO
A NUESTROS ENEMIGOS
Los santos despreciaban el mundo
y le vencían considerándole que estaba rematadamente loco. En el mundo se dice
que los listos, los inteligentes, los que son felices, son los que han sabido
hacerse ricos y ahora disfrutan de fama, de riquezas y de placeres. En cambio,
Jesucristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices
los pobres, los perseguidos, los que sufren, los que lloran”. (Evangelio
de San Mateo, 5,3-11).
Las escrituras nos enseñan que no
debemos amar al mundo y que no debemos satisfacer los deseos de la carne. Las
escrituras también nos enseñan como luchar contra el Demonio. Si nos ponemos de
pie y resistimos al Demonio, él se alejará de nosotros. El Diablo tiembla
cuando oramos. Él es vencido cuando citamos o leemos un pasaje de la escritura,
porque Cristo se hace presente de inmediato.
No temamos. Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Artículo publicado
originalmente en PildorasdeFe.net
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