Nuestra oración tiene que ser siempre en el Espíritu, tenemos que invocarlo con sencillez y confianza
Por: P. Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: Catholic.net
LLENOS DE GOZO DEL ESPÍRITU
Una de
las más bellas oraciones de Jesús, nos dice el Evangelista San Lucas, es la que
realizó “lleno del gozo del Espíritu Santo” (Lc 10, 21). Así, lleno del gozo de
la presencia del Espíritu Santo, Jesús bendice al Padre, llamándolo Señor
del cielo y
de la tierra, y reconociendo que muchas verdades Él las oculta a los sabios
e inteligentes, pero que las revela a los pequeños.
Así es su
voluntad. Así como Jesús se llenó del Espíritu Santo para rezar, así nosotros
necesitamos comenzar nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “¡Ven Espíritu Santo! Enciende en mi alma el
fuego de Tu amor!”.
LA MEJOR FORMA DE INICIAR LA ORACIÓN
A veces
no sabemos lo que tenemos que pedir, nos podemos sentir confusos,
desorientados, desanimados, llenos de mil preocupaciones, con la conciencia de
que somos pecadores, abrumados por la tristeza, faltos de entusiasmo: no
importa. Siempre podemos acudir al Espíritu Santo.
San Pablo
nos dice que “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rom 8, 26). El
Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad. Jesús nos dijo que no nos
dejaría solos sino que enviaría al Espíritu Santo. En la oración no
estamos solos. Tenemos al Espíritu Santo. Es verdad que muchas veces
no sabemos qué hacer, ni cómo orar, que no sentimos la suficiente concentración
de la mente o del corazón. Pues ahí viene el Espíritu, en ayuda de nuestra
debilidad y flaqueza. San Pablo añade que “no nosotros no sabemos orar como
conviene” (Rom 8, 26), ni siquiera podemos saber a veces si las peticiones que
hacemos pueden ser justas, pero “el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos inefables”.
San Pablo
habla de una especie de “llanto” del Espíritu, que
intercede ante el Padre por nosotros. ¿Y cómo no va a ser escuchada la oración
del Espíritu del Hijo? ¿Cómo va a quedar vacía la oración y la vida de quien se
pone confiadamente en las manos de este Espíritu, en el que podemos exclamar
“¡Abbá!¡Padre!”? ¡Qué maravillosa confianza la de quien sabe que en el Espíritu
puede llamar a Dios Padre, Papá!
CÓMO DEBE SER NUESTRA INVOCACIÓN AL ESPÍRITU
Nuestra oración tiene que ser siempre en el Espíritu, tiene que invocar con sencillez y confianza al Espíritu para que venga en nuestra ayuda pues “su intercesión a favor de los santos es según Dios”. Ese Espíritu que es el mismo de Cristo y que es el que también anima la Iglesia en su caminar por el mundo, llena de vigor y de fuerza la oración de los fieles que lo invocan con fe. Quien ora en el Espíritu, caminará en el Espíritu, estará abierto a las sorpresas del Espíritu, pero también a su dulce compañía, a la ternura y misericordia del Padre.
No temamos a abrirnos al Espíritu en nuestra oración, no temamos pedirle los
mayores dones,
no creamos que el Espíritu es una especie de “figura decorativa” en la vida
cristiana, o una prerrogativa de figuras carismáticas. El Espíritu Santo es la
gran promesa de Cristo, es el Espíritu de amor y de verdad, es quien nos revela
la gran vocación y misión del cristiano, es quien llena nuestros corazones de
la caridad de Dios.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven,
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego
de tu amor. Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que
has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos
dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por
Cristo nuestro Señor.
Amén.
El contenido es cortesía de: www.la-oracion.com
Sugerencias, comentarios al autor: P. Pedro
Barrajón, L.C.
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