El dulce rostro de la Virgen brilla con la claridad de los días de mayo: es la Madre Santísima de la Luz.
Por: Juan Armando Sotelo | Fuente: Catholic.net
La Basílica-catedral de León, México, guarda un tesoro magnífico. En torno él
fue construido el templo, de nobles frisos dorados y coloridos ventanales. Una
filigrana de adornos multicolores imita las maravillas de la naturaleza y
engalana las bóvedas de la iglesia. Por si fuera poco, como vigilantes y
poderosos ángeles, cuatro columnas de mármol blanco italiano de una sola pieza,
fueron colocadas a sus flancos.
UNA IMAGEN LLENA DE BONDAD
El tesoro ahí conservado es una pintura al óleo que representa a la Virgen
María. El rostro de la Virgen brilla con la claridad de los días de mayo: es la
Madre Santísima de la Luz, Titular de la Santa Iglesia Catedral y Patrona de la
Arquidiócesis de León.
La Virgen viste una túnica blanquísima ceñida por un cinto de flores
estampadas. Sobre su cabeza y sus hombros cae un fino manto azul. Por encima de
la Virgen unos serafines sostienen en el aire una corona imperial. Nubes de
ángeles y serafines escoltan a la Señora emulándose en servirla. María sustenta
en su brazo izquierdo al Niño Jesús, quien lleva en la mano derecha un corazón
encendido, al tiempo que con la izquierda toma otro de un cestillo lleno de
corazones que le ofrece un ángel puesto de rodillas. La Virgen coge la mano de
un joven que representa un alma en peligro de perderse, acechada por las fauces
del infierno.
EL ORIGEN DEL LIENZO
MILAGROSO
Los orígenes de la imagen de la Madre Santísima de la Luz se remontan a la
ciudad de Palermo, Sicilia. El padre jesuita Juan Antonio Genovesi deseaba
tener una imagen de la Madre de Dios para llevarla en sus misiones y ganar
muchas almas para el cielo. El incansable misionero la pedía con insistencia a
la Virgen en la oración y cuenta que una devota mujer, vidente de la Virgen,
solicitó de parte suya a María cómo quería Ella ser representada e invocada
(1).
De hecho, la Santísima Virgen se adelantó al deseo del P. Genovesi y a la
petición de la mujer, pues se apareció a esta última con grande esplendor de
luz y gloria, rodeada de nubes y ángeles y con el Niño Jesús en sus brazos: «Dile que me es grato su obsequioso pensamiento; que
tomo bajo mi protección su apostólico ministerio, y que quiero ser representada
en la forma que ahora me ves», dijo la Virgen a la vidente (2).
El padre Genovesi encargó a un pintor la obra, pero el artista hizo algunas “aportaciones” de su personal inspiración a las
indicaciones recibidas: colocó una media luna a los pies de la Virgen y pintó
de rojo el vestido, en vez de blanco, además de omitir los grupos de ángeles
que debían rodear a la Reina del cielo. La pintura no agradó a la Virgen, quien
pidió que fuese respetada su voluntad y accedió a estar presente durante el
trabajo, a fin de que su sierva pudiera orientar al artista en su obra. La
Virgen misma dirigiría la mano del pintor, aunque este no la vería.
Pero la buena mujer se ausentó por un tempo de la ciudad para visitar a sus
familiares en el pueblo de Bagheria, por lo que se retrasaba la ejecución del
mandato de la Virgen. La mujer se enfermó y los médicos le recomendaron que volviera
a Palermo para atenderse mejor. La devota comprendió que debía acelerar su
retorno a Palermo y cumplir con el deseo de la amable Señora.
En Palermo llamó al pintor y le hizo el encargo. Ella iba describiendo la
visión de la Virgen Santísima, mientras que el artista se aplicaba a su labor
bajo la guía de la Reina del cielo. La Virgen encontró el cuadro fiel a sus
indicaciones y lo bendijo sonriendo. Sucedió en la pequeña Iglesia de San
Estanislao Kotska, en la sede del noviciado de los jesuitas en Palermo y la
Virgen dispuso que se le invocara con el amable
título de “María Madre Santísima de la Luz” y aseguró que colmaría de
favores a cuantos la honrasen e invocasen bajo tan dulce nombre. Corría el año
de 1722.
El P. Juan Antonio Genovesi murió con fama de santidad en 1743 en Messina,
donde era maestro de novicios, mientras se prodigaba en la asistencia a los
contagiados por la peste.
AUTENTICIDAD DEL CUADRO
La devoción a la madre Santísima de la Luz se extendió rápidamente y los fieles
de los pueblos y aldeas pedían con insistencia poder conservar la imagen de la
Virgen. Por ello el P. Genovesi escribió la historia de las apariciones y mandó
hacer innumerables copias del cuadro. Algunas de estas copias aún se conservan
en varias ciudades italianas, así como en España, Venezuela y la California,
gracias a la labor misionera de los padres jesuitas.
El cuadro de la Madre Santísima de la Luz que llegó a México y que preside la
Iglesia Catedral de León tiene en su revés un letrero que no deja lugar a dadas.
El texto reza así: «Esta imagen es la original que
vino de Sicilia y que fue bendita de la misma Santísima Virgen […] como consta
de una carta escrita desde Palermo a 19 de agosto de 1729 años. Y esta imagen
la da el P. José Genovese a la iglesia que se ha de hacer del nuevo colegio,
debajo de la condición que se le haga altar colateral en el crucero de la
iglesia, según lo prometido del P. Rector Álvarez en carta del 3 de mayo de
1732. Y por ser verdad, lo firman los siguientes Padres, que han leído la
carta. (siguen rúbricas) P. José María Genovese, José María Mónaco, Javier
Alagua, Francisco Banalli» (3).
LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Y LA ARQUIDIÓCESIS DE LEÓN
La ciudad de León fue fundada el 20 de enero de 1576 en el llamado Valle de
Señora con la intención de apaciguar y dar instrucción a los indígenas de la
región. En mayo de 1731, a pedido del sacerdote leonés Don Ignacio de Aguilar,
los padres de la Compañía de Jesús se establecieron en la Villa para fundar un
hospicio, un colegio de gramática y una residencia que serviría de sede para
los misioneros que hacían su labor en una zona de cien leguas a la redonda.
El padre José María Genovesi(4) -tal vez hermano o pariente cercano del padre
Juan Antonio Genovesi- trajo a México la imagen palermitana en 1732. Los padres
Jesuitas deseaban que la Sagrada Imagen quedase definitivamente en algún templo
de la Compañía y dejaron que el cielo lo resolviese por medio de un sorteo. El
sorteo favoreció por tres veces consecutivas a la entonces Villa de León. Se
tomó por voluntad de Dios y la Imagen de la Madre Santísima de la Luz llegó a
la Villa, el 2 de Julio de 1732, Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen
a Santa Isabel.
El 23 de mayo de 1849 la Madre de la Luz fue proclamada patrona de la ciudad de
León gracias a las diligencias del cura-párroco Don José Ignacio Aguado, nacido
en León en 1783. Al año siguiente la población entera invocó a su Patrona
contra la peste de cólera que se avecinaba, temerosa de las terribles
consecuencias que trajo la epidemia 125 años antes. En agosto, ante la gravedad
de la plaga, a pesar de las medidas higiénicas tomadas, el párroco hizo en
nombre del pueblo el voto de solemnizar anualmente los tres días precedentes a
la fiesta de la Asunción de María cantando públicamente las letanías
lauretanas. El cólera cesó inexplicablemente…
Su Santidad Pio IX erigió en 1864 el obispado de León y nombró a Don Sollano y
Dávalos primer obispo de esta sede, el cual se distinguió por sus dotes de
celoso pastor y muy devoto de la Madre de la Luz. Él mismo pidió a la Santa
Sede el Patronato de la Madre Santísima de la Luz para su naciente Diócesis. El
papa Pío IX lo concedió el 19 de Septiembre de 1872.
El 8 de Octubre de 1902 fue solemnemente coronada la Celestial Señora por el
obispo Don Leopoldo Ruiz y Flores (5), gracias a la concesión hecha por Su
Santidad León XIII, el 23 de Marzo de 1901. La Sagrada Congregación para los
Sacramentos y el Culto Divino concedió el 8 de Junio de 1972, para toda la
Diócesis, que la Fiesta de la Visitación se siguiera celebrando el 2 de Julio
con carácter de Solemnidad.
Su Santidad Benedicto XVI ha elevado la sede episcopal de León al rango de
Arquidiócesis, nombrando a monseñor José Guadalupe Martín Rábago como su primer
digno Arzobispo. Sin duda, una muestra más de la cercanía y afecto de la Virgen
por el pueblo leonés y por el Bajío entero.
UN TEMPLO DIGNO DE LA MADRE
DE LA LUZ
La creciente devoción a la Virgen y su elección como patrona de la ciudad
motivó a la construcción de una iglesia más amplia y noble. Pronto los padres
jesuitas iniciaron las obras de la Compañía Nueva, la actual catedral.
Adelantaron las obras hasta su expulsión de las colonias españolas en 1767. El
edificio se concluyó sólo con la elevación a diócesis y la urgencia del nuevo
obispo de trasladar la imagen de la Patrona a la sede definitiva, finalmente
consagrada el 16 de marzo de 1866.
Ciertamente, la catedral de León, inicialmente ideada como iglesia parroquial
goza de un lugar privilegiado entre las catedrales mexicanas por su historia y
su belleza. Destacan sus dos torres, que llegaron a ser las más altas del
territorio mexicano con sus más de sesenta metros de altura. Los azulejos
policromos de su cúpula muestran dibujos de la Virgen de Guadalupe, la Madre
Santísima de la Luz y Cristo Rey del Cubilete. Los tres pórticos en cantera
labrada son únicos en México. Lo mismo se puede afirmar de las filigranas con
motivos vegetales y geométricos que adornan sus bóvedas y paredes internas. En
una de sus capillas interiores se conserva el modelo en mármol de Carrara para
el monumento nacional a Cristo Rey. También destaca la capilla dedicada a San
José y la Capilla de la Soledad, en estilo neo-mudéjar, también única en
México.
El piso de la iglesia entera es de madera de mezquite, árbol propio de la zona,
de gran dureza y escaso follaje. Los vitrales y los candelabros son otros
tantos motivos de gloria para el hermoso templo, así como la sillería del coro
en madera labrada.
Otras imágenes de la Virgen de la Luz en México se encuentran en el templo de
la misión franciscana de Tancoyol, en Sierra Gorda (Querétaro); en la iglesia
de San Cayetano, en la Valenciana (Guanajuato); en la iglesia de Nuestra Señora
de la Luz en Puebla, así como en el Sagrario Metropolitano de la Ciudad de
México.
Vale la pena visitar a la Madre de la Luz y hacer un recorrido por las otras
bellas iglesias de la ciudad de León: el templo
expiatorio, de estilo neogótico, la parroquia del Sagrario, dedicada a San
Sebastián el Santuario de Guadalupe y otras tantas que nos convidan a la
oración. Al lado de la catedral, además, se encuentra abierto al público
el Museo de Arte Sacro, que expone valiosas piezas de arte religioso
recuperadas y restauradas recientemente.
LA HERMOSURA DE LA MADRE DE
DIOS, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
El semblante afable y risueño de la Virgen roba la atención de quien la
contempla por la dulzura que manifiesta y la paz que transmite. Su mirada es
copia fiel de la mirada de su hijo Jesús, Luz que ilumina las naciones.
Todo buen hijo se parece a su madre. Pero en el portento de la maternidad de
María sucede lo contrario: es la madre que se parece a su Hijo. María dona a su
hijo los rasgos físicos, pero es Jesús quien regala a su madre su bello e
iluminado rostro. Es el resplandor de la presencia de Dios en el alma. Por eso
el ángel llamó a María la “Llena de Gracia”. Esta
venerable imagen nos recuerda que la Virgen es poderosa intercesora y una
ventana que ilumina nuestra vida con la claridad del cielo.
Madre Santísima de la Luz, ¡ruega por nosotros!
Notas
(1)Según algunos se trataba de una religiosa. El P.
Genovesi habla, simplemente, de una “pia donna” (una mujer devota o mujer pia
de las que abundaban en aquellos tiempos y que se dedicaban a cuidar el decoro
de los templos y los enseres de sacristía y transcurrían las jornadas en
oración y devociones varias).
(2)Cfr. FÉLIX ALEJANDRO CEPEDA, MHICM, América Mariana, reportado por J. CRUZ
RAMÍREZ SERVÍN, cngo., en La Virgen de la Luz y la ciudad de Leon, p. 23,
Talleres Lumen, León 1976.
(3)Cfr. América Mariana, reportado en La Virgen de la Luz y la ciudad de Leon,
p. 88.
(4)El padre José María nació en Palazzo Adriano, Sicilia en 1681. Su primer
destino en México fue la misión jesuítica en León. Luego fue nombrado Rector
del Colegio Máximo de los jesuitas en la ciudad de México, maestro de novicios,
y más tarde partió como misionero a la California (cfr. M. MARINI – S.
SCHEMBRI, Missionari italiani in Méssico, p. 197, Dehoniane, Roma 1991,).
(5)OLEGARIO MIRELES, sacerdote, Florilegio Mariano, Parte Tercera, pg. 123.
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