¿A quién pues compararán su Dios, qué imagen harán que se le asemeje?
Por:
P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net
El padre había
faltado del hogar. A su vuelta, todos los hijos querían estar en sus brazos.
Fue entonces cuando la pequeñita dijo: Ahora me
toca a mí; ahora me toca a mí. Y
la hermanita pequeña le decía: Sepárame de los
brazos del padre, si es que puedes. No puedo, decía el
hermano, pero yo voy a subir ahí a tu lado, pues veo que queda sitio
para mi.
Dios aparece con varios nombres en la Biblia. Para el hombre antiguo el nombre
era esencial; daba a cada persona una identidad entre los demás y frente a Dios.
El padre era el encargado de poner el nombre a su hijo.
Dios cambió el nombre de Abrán en Abraham, el de Sarai en Sara. Adán dio nombre
a los animales (Gn 2,19ss). También Jesús cambió el nombre de Simón por el de
Pedro.
Para Dios también el nombre tiene gran importancia. Después de la lucha entre
Dios y Jacob, que llevó al cambio de Jacob por Israel, Dios se negó a revelar
su nombre (Gn 32,29).
Cada nombre revelaba algo de la revelación gradual de Dios al hombre. Dios era
llamado con frecuencia El, que significaba dios en la lengua
semita.
Dios era identificado por el lugar donde se le adoraba (EL-Bethel, Gn 35,7) o
de quien lo veneraba, así era conocido como el Dios de Abrahán, de Isaac, de
Jacob.
Mas tarde se le llamó Elohim, que
significaba Dios de los dioses o Dios supremo.
En la alianza que hizo Dios con Abraham, se designaba el mismo El-Shaddai, Dios omnipotente.
Y cuando Moisés le preguntó su nombre, Dios habló así: Yo soy el que soy… Dirás a los israelitas… Yo soy me
envía a vosotros: (Éx 3, 14-15).
El nombre de Dios en hebreo se dice YHWH.
En Jesús, Dios es revelado como el Padre amoroso
Es san Juan el que proclama la realidad misteriosa de Dios: Dios es amor (1Jn 4, 8.16).
Dios es Padre. El Dios que nos revela Jesús es el
Dios de la misericordia (Lc15, 11-22), el
Dios del amor incondicional (Rm 5,8), el Dios de la gratuidad (Mc
10,45), el Dios de la libertad (Ga 5,5), el Dios encarnado (Jn 1,14), el Dios Pascual (Jn 12, 23-24), el Dios de la esperanza, el Dios Padre, el Dios del amor.
Quiero presentar unos rasgos del Dios Padre-
Madre, del Dios Amor.
Jesús se dirige a Dios llamándole Abba (Mc 14,
36). Jesús se dirige a Yahveh con la misma
confianza que un niño judío lo hace con su padre, sin temor y sin distancia. Y
porque Dios es Padre nos llega su reino. Lo más original de Jesús es la
vinculación indisoluble entre las dos categorías: el
Abba y el reino. La exégesis de una experiencia por la otra. La
experiencia de Dios en la humanidad que se realiza, en la esclavitud que salta,
en la prostituta que llega a ser mujer (...) lo que el mismo evangelio llama
alegría en el cielo (González Faus).
Jesús vive en íntima relación con el Padre, en continua comunicación. El dirá
que el Padre y él son uno (Jn 10,38). El vive entregado a cumplir la voluntad
del Padre; ésta es su alimento y da sentido a su vida (Jn 4, 34). Su fe y su
obediencia son total en él. Su unión con él es tal que el mismo Jesús llega a
decir que el que lo ve a él, ve al Padre (Jn 14,9). Jesús vivió y murió en las
manos del Padre.
Toda la vida de Jesús está orientada a anunciar la Buena Noticia de que Dios es
Padre que sabe acoger y perdonar (Lc 15,11-32), que se preocupa de los últimos
(Mt 20,1-16), que busca la recuperación de lo perdido (Lc 15,4-7), que su Padre
es puro amor.
Es, precisamente, esta conciencia de Dios Padre la que derribará todos los
muros y divisiones entre los humanos para crear una civilización del amor.
Dios es Madre. Dios es padre, más aún , es madre, no quiere hacernos mal,
quiere hacernos sólo bien a sus hijos. Estas palabras las pronunció Juan Pablo
I en el Ángelus el 10 de septiembre de 1978, citando el pasaje de Isaías 49,15.
La plena realización del ser humano en Cristo, supone la integración de lo
femenino y masculino, pues en Cristo ya no hay distinción entre judío o griego,
hombre o mujer (Ga 3,28), dado que en el Señor no puede concebirse la mujer sin
el varón, ni el varón sin la mujer (1Co 11,11).
Hoy se puede hablar de Dios en femenino, aunque no es fácil borrar tantos años
de tradición, modelos de expresión y costumbres. Hoy día nos alegramos de estos
cambios y nos preguntamos que por qué no se dieron antes. Durante mucho tiempo
se ha hablado de Dios con imágenes masculinas. Ha habido expresiones radicales
como Si Dios es varón, el varón es Dios (M. Daly).
La autoridad y la decisión recaen sobre el varón; la mujer queda en
inferioridad y en un segundo plano.
Para entender a Dios usamos las metáforas de Dios Padre y Dios Madre. Para
comprender la figura materna de Dios, es bueno tener en cuenta el papel o el
significado de ser madre en Israel. Los aportes de la psicología nos indican
que el niño pequeño despierta a la conciencia de sí por la llamada amorosa de
la madre; con gestos, palabras, caricias que la madre hace al niño, éste
despierta al amor. El niño, según afirma Peguy, se lanza al regazo materno
rodando como una pelota.
¿A quién pues compararán su Dios, qué imagen harán que
se le asemeje? (Is 40,18). Algunos textos de la Biblia nos hablan de
Dios desempeñando el papel de Madre. Dios es la madre tierna que no se olvida
de sus hijos (Is 49,15); él es quien enseña a Efraín a caminar tomándole por
los brazos (Os 11,1-4). Nadie mejor que una madre para cuidar de sus hijos,
para alentarlos en los momentos difíciles, para curar y sanar las heridas. Dios
es la madre que hace todo esto y mucho más.
Jesús viene a ser como una madre que trata de
cobijar a los hijos de Jerusalén como una gallina reúne a sus polluelos bajo
sus alas (Mt 23,37). Como un padre siente
ternura por sus hijos, el Señor siente ternura por sus fieles (Sal
103,13). El lenguaje del padre y de la madre es el
de la ternura: abrazos, caricias, besos, cercanía y siempre genera amor y
confianza. En Jesús, que pasó haciendo el bien sobre la tierra, ha aparecido la
bondad y la ternura de nuestro Dios (Tt 2,11).
Cada creyente es hijo de Dios y, como tal, así se debe comportar. Cada espíritu
llega a ser un carbón ardiente que Dios ha encendido en el fuego de su infinito
amor. Todos juntos somos un brasero inflamado que no puede nunca ser apagado,
con el Padre y el Hijo y en la unidad del Espíritu Santo (Jan Ruysbroeck).
Quien ama se parece a Dios, da vida y comunica vida: es feliz. Nosotros somos
felices al comenzar, al amar y al gozar con Dios (Jan Ruysbroeck). ¡Es una pena conocer tarde al Amor!
Y nos resulta difícil conocer y amar a Dios Padre, pues vivimos en una sociedad
sin padres. Sabemos que en nuestra sociedad actual, la figura paterna está
bastante deteriorada. Y cada vez más proliferan las madres solteras, sin
pareja, e incluso empiezan a surgir las parejas de homosexuales con hijos...
P. Eusebio Gómez Navarro
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