DEMASIADAS «COINCIDENCIAS FORTUITAS», APUNTA UMBERTO FASOL
La energía del sol, la clorofila, el azúcar, el oxígeno, la
respiración... Una cadena de mecanismos relacionados que posibilitan la vida y
resulta difícil explicar solo por la casualidad.
La vida en la Tierra es un milagro biológico que
damos por hecho sin reparar en su enorme improbabilidad.
Umberto Fasol (n.
1959), biólogo y profesor de Ciencias Naturales en un instituto de Verona, ha
escrito varios libros y artículos sobre las dificultades de la hipótesis evolucionista. El último, en el número 227 (abril de 2023) del
mensual italiano de apologética Il Timone:
"MI
NOMBRE ES LUCA, SOY LA PRIMERA CÉLULA VIVA"
Se sabe que nuestro peor enemigo
es la costumbre, sobre todo cuando alguien se olvida de las cosas hermosas que
ha tenido de la vida y se centra solo en las feas. La vida es una
maravilla y es el don más grande que hemos recibido, pero nos es tan familiar que no nos damos
cuenta. La damos por descontada, o creemos que es algo "fácil"
en el mundo y en el universo.
En realidad, basta con salir de
la capa de gas atmosférico que envuelve nuestro planeta para registrar
una temperatura sumamente baja e inimaginable: -270º C, una temperatura próxima
a lo que los físicos llaman "el cero
absoluto" (-273º C). En el cero absoluto la materia se aniquila. El
universo es un congelador enorme,
hostil a cualquier estremecimiento de vida, por mínimo que sea, y con el
contrapunto aquí y allá de miles de millones de hornos
incandescentes, como son las estrellas. Alrededor de las estrellas
hay fragmentos de polvo orbitando, los planetas, en los que debería depositarse algo de moho
o alguna bacteria con la esperanza de recibir el calor de alguna estrella que
no esté ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Este es el escenario.
Y sin embargo, desde hace cientos
de miles de millones de años la vida en la Tierra es tan próspera que ha
llegado a colonizar cualquier ambiente con formas
muy variadas y coloreadas, como
las que van de las algas al coral, de la trucha a la ballena, del hilo de
hierba al roble y del águila a los seres humanos.
LA
MITOSIS, UN PRODIGIO
Los evolucionistas afirman que la
vida apareció en este pequeño punto caliente del universo por coincidencias
fortuitas que
se verificaron en el llamado "caldo
primordial": según ellos, las descargas eléctricas atmosféricas
habrían obligado, tras innumerables intentos, a unos pocos átomos de carbono,
hidrógeno, nitrógeno y oxígeno a mezclarse entre sí de manera inédita, dando
origen a Luca.
Este nombre es el acrónimo de Last Universal Common Ancestor (el
último antepasado común universal), es decir, la primera célula.
Sin embargo, toda persona que
tenga unas nociones básicas de biología sabe que la célula es un microcosmos en
el que se concentran las nanotecnologías naturales más osadas jamás descritas en todo el
universo: pensemos en nuestros dos metros de doble hélice de ADN con 3.200
millones de letras que transmiten los mensajes
necesarios para construir el cuerpo humano (¡!), una información que es mucho
más sofisticada que la de la Divina Comedia.
Umberto Fasol es coautor de 'Un mundo improbable',
donde se explica el sorprendente 'ajuste fino' de todas las variables que hacen
posible que el Universo existe y en él exista la vida.
No es racional confiar a la
casualidad la disposición de las letras necesarias para componer la Divina Comedia; sin embargo, admitiendo -sin
conceder- que la vida empezó por casualidad, como relatan los libros de texto
de nuestros estudiantes, sigue sin respuesta una cuestión fundamental en la
historia de la vida sobre la Tierra: la
reproducción de Luca.
Si la primera célula no
hubiera inventado (sic!) la posibilidad de replicarse, en pocas horas
habría vuelto a la nada de la que surgió, deshidratada por el calor y el aire,
o destruida por las mismas radiaciones que la crearon. La reproducción celular,
llamada "mitosis", es un proceso de una complejidad
inaudita que distribuye en dos
mitades simétricas tanto el bagaje cromosómico como el contenido del
citoplasma. Sin la división celular todo se detiene. Nuestro desarrollo
embrionario y fetal es posible gracias al ritmo frenético y armónico de mitosis
sucesivas. Cómo -y sobre todo por qué- nació la división celular es un enigma posiblemente
aún más grande que el origen de la primera forma de vida. Sobre esto, los
evolucionistas callan.
UNA
CUNA TÉRMICA SUSPENDIDA
Pero esto no es todo. La Tierra
es verdaderamente una cuna térmica suspendida en un océano infinito de hielo
perenne: un milagro. Su condición es realmente rara,
tal vez única: se encuentra a
una distancia idónea de una estrella de tamaño medio como el sol -estable,
que arde desde al menos cinco mil millones de años, con un régimen de
combustión fijo en un determinado valor (1,3 kw/m² es la constante
solar)- y la Tierra es un planeta de tipo rocoso, ni demasiado pequeño ni
demasiado grande, dotado de fuerza de gravedad para sujetar a los seres
vivos, con una atmósfera que les permite
respirar, calentarse y protegerse, con abundante agua en estado
líquido, necesaria para las reacciones metabólicas.
En los últimos decenios, tanto la
NASA como la Agencia Espacial Europea han
creado y financiado varios proyectos a fin de localizar en el espacio otros planetas con estructuras morfológicas
similares al nuestro. Y cada día se oye un anuncio en
este sentido, dictado más por el deseo que por la realidad. Efectivamente,
después del anuncio en los periódicos, las revistas especializadas publican un
artículo que analiza el descubrimiento, redimensionando las expectativas.
Hay un dato, entre todos, que
realmente es impresionante: se trata de la
excepcional correspondencia entre la molécula de la clorofila, difundida
por doquier en la superficie terrestre, y la radiación electromagnética procedente
del sol. Sin la clorofila la radiación solar no tendría ningún efecto sobre la
producción del primer e indispensable alimento de la cadena alimentaria,
el azúcar. Esta molécula especial, que le da el color
"verde" a las hojas, la hierba y los organismos planctónicos que
viven en la superficie de los océanos, está hecha de modo tal que puede
"captar" un segmento particular de la luz solar que viaja en el
espacio. Fue diseñada para este fin. Tras haber capturado un paquete de
energía, la clorofila es capaz de excitar dos moléculas inertes presentes en el
aire como el anhídrido carbónico y el vapor de agua para transformarlas tanto
en azúcar, que permanece en la célula vegetal, como en oxígeno, que es liberado
por la respiración de
todos los seres vivos.
En la infinidad del universo, en
este puntito caliente, pero no demasiado, que es la Tierra, acontece en el
silencio el milagro improbable de la transformación de la
energía solar en el alimento base que sostiene la vida, primero de
los animales herbívoros y, después, de sus depredadores, hombre incluido. Y
todo esto sucede, no una vez, no un día, no un año, sino durante ¡miles de millones de años! Sin manutención, sin
sustituciones de piezas, sin interrupción de ningún tipo. La Tierra parece
haber sido pensada como un jardín para un huésped especial, el hombre, llamado
a "tratar de tú a tú al Creador para toda la
eternidad" (Benedicto XVI).
¿Acaso sería asombroso que fuese una pieza única en el
universo?
Traducido por Helena
Faccia Serrano.
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