TRAS OLVIDAR SUS RAÍCES ESPIRITUALES, ¿POR QUÉ NO SUS TRADICIONES CULINARIAS?
La Unión Europea se está apresurando a aprobar y fomentar el consumo
directo o indirecto (en forma de 'harinas', por ejemplo) de numerosos insectos.
Las razones ideológicas pensan tanto o más que las dietéticas o
medioambientales.
La FAO, la Unión Europea y los
medios de comunicación intensifican las presiones para difundir el "alimento del futuro": los insectos. Oficialmente, el motivo
es medioambiental. Pero hay un designio ideológico evidente, que expone Giuliano Guzzo en el número de
marzo del mensual católico italiano de apologética Il
Timone:
EL
INSECTO ESTÁ SERVIDO
En principio fue la FAO. No es un
juego de palabras, sino la realidad: es probable que el debate actual sobre
los alimentos a base de insectos no
hubiera comenzado si la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura [FAO, por sus siglas en inglés] no hubiera
publicado un documento,
cuya elocuencia la encontramos ya en el título: Insectos
comestibles. En este documento de algo menos de 200 páginas se
recogían las conclusiones de un trabajo iniciado en 2003; en él se explican sin ambages
las razones de la entomofagia.
No hace falta decir que dichas
razones solo en parte están relacionadas con la salud -los insectos están "llenos
de proteínas, calcio, hierro y zinc"-; la mayoría están
relacionadas con cuestiones
medioambientales, es decir, relacionadas con la cantidad notablemente
inferior de gas de efecto invernadero que implicaría criarlos, nutrirlos y
comerlos. Estas últimas consideraciones han sido relanzadas el pasado
septiembre en un estudio publicado en el International
Journal of Environmental Research and Public Health, según el cual la producción de insectos está
asociada a una disminución del 95% de las emisiones de gas de efecto invernadero, y del 62%
del consumo de energía respecto a la carne de buey.
VIEJO
CONTINENTE REBELDE
Según la FAO, dos mil millones de
personas en el mundo se alimentan con insectos que, en las regiones
norteafricanas por ejemplo, estarían presentes desde tiempo inmemorial. Parece
ser que hay un solo continente
donde cuesta que se afirme dicha tendencia: Europa, donde "esta nueva fuente de proteínas sostenibles" sigue
siendo un producto de nicho. Incluso demasiado de nicho. Hace años que
los dirigentes de la Unión Europea intentan
cambiar las cosas, en realidad anticipando a la FAO. Sí, porque ya en 2011 la
Comisión Europea decidió esponsorizar una investigación de la UK Food Standard
Agency, la agencia británica para la seguridad alimentaria, sobre las propiedades nutritivas de los insectos.
Como si esto no fuera suficiente, se instituyó un premio estratosférico -equivalente a casi 3,3 millones de
euros- destinado al equipo de investigación que presentara la mejor idea para convencer a la gente de
que se alimente con insectos.
En tiempos más recientes, la UE
ha abierto el mercado a la harina parcialmente
desgrasada de Acheta domesticus (grillo doméstico), como también a la
comercialización de las larvas de Alphitobius diaperimus (gusano
de la harina menor), congeladas, en pasta, secas y en polvo. Muy bien, pero ¿cómo
llevar a la gente al cambio entomofágico? Objetivamente,
y a pesar de la financiación prometida
por Europa a quien consiga llevarla a cabo, la tarea es complicada.
INTENTOS
DE ADOCTRINAMIENTO
Por este motivo parece que ya se
han activado los mecanismos típicos de la ventana de Overton, es decir,
la manipulación del consenso -para
convertir en motivo de debate una idea que parecía "totalmente
inadmisible"- teorizada por el sociólogo estadounidense Joseph P. Overton (1960-2003).
Un ejemplo de esto, el pasado mes
de noviembre, fue un anuncio publicitario de la Fundación Barilla en el que se veía al protagonista
sugiriendo a quien pone nata en la pasta a la carbonara que lo dejara estar y que sustituyera el guanciale (tocino
de la carrillada de cerdo) con insectos: "Existen
más de 2.000 especies, seguro que encontraréis uno que se parezca al guanciale".
El actor y
presentador Carmine del Grosso protagonizó la campaña de pasta Barilla para
hacer la carbonara con insectos en vez de con guanciale (la panceta
característica del plato).
Todos recordarán la indignación
por este anuncio, seguida por la defensa del mismo por parte de varios rostros
conocidos, desde Caterina Balivo ("No entiendo por qué en este país causa tanto miedo
la previsión") a Selvaggia
Lucarelli ("La polémica sobra
Barilla y la idea de que se puedan utilizar insectos para hacer harina o como sustitutos de otros
alimentos para tutelar el medioambiente demuestra lo antiguos, provincianos y
poco previsores que somos").
Recientemente, a fin de empujar a
los europeos a aceptar la nueva idea, se ha difundido una investigación de la
Universidad Abierta de Cataluña (Barcelona) que, tras encuestar a más de 1.000
personas, ha puesto en evidencia que casi el 60% considera que los insectos se
convertirán en una fuente
alternativa de proteínas y entrarán a formar parte de la
alimentación de todos nosotros. En otras palabras, es una historia que ya está escrita, más
vale adecuarse a la misma. En realidad, el 71% de los entrevistados también
respondió que no cocinaría los insectos en casa, pero el significado de esta
investigación -rápidamente relanzada en Italia por el periódico Repubblica-
es que algo está cambiando.
EL
VIRUS GLOBALISTA
Ante tantos esfuerzos para
cambiar, o intentar cambiar, las costumbres
alimentarias de los
europeos, los cuales, por cierto, representan una fracción mínima de la
población mundial, es lícito preguntarse cuáles son las razones más profundas
¿Realmente se trata solo de una preocupación por el destino del planeta?
La célebre escena de la comida en 'Indiana Jones y el Templo Maldito'
(1984) de Steven Spielberg.
No está convencida de ello Héléne de Lauzun, profesora de historia formada en la École
Nórmale Supérieure de París y en la Sorbona, según la cual hay una clave de
lectura que explica una parte importante de todo este asunto, a saber: el globalismo. En una
intervención publicada en European Conservative, la historiadora explica "esta
obsesión por parte de los funcionarios de Bruselas para que los ciudadanos de
la Vieja Europa coman insectos" como algo que tiene que ver, más
que con un "plan ideológico concertado", con "uno de los
muchos avatar de un pensamiento globalista sin raíces que
asume aspectos inesperados y que se pueden resumir en la era de la feliz
globalización de este modo: si algo se hace en otro lugar, ¿por qué no lo
hacemos aquí?".
Atención: el pensamiento de Héléne de Lauzun no excluye las razones
medioambientales ya expuestas y sobre las que se basa la insistencia de
proponer alimentos realizados con insectos, sino que las completa y lo hace de
modo convincente. Por otra parte, una Europa que no respeta sus
raíces espirituales, ¿por qué debería respetar sus tradiciones culinarias?
Es obvio que no sea así. Por eso, si seguimos así, no solo es posible
que los grillos acaben en nuestro plato, sino que también es probable. Y para
quienes se atrevan a rechazar este innovador manjar, podemos imaginar que ya
hay una acusación preparada: la de entomofobia.
Traducido por Helena
Faccia Serrano.
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