Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas
Por: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel | Fuente:
Catholic.net
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Con motivo del Día Internacional de
la Mujer, hubo manifestaciones de toda índole. Y como ese día 8 era
domingo, para que el efecto fuera más notable, en nuestra patria se propagó la
consigna para el lunes 9: El nueve, ninguna
se mueve. Y también: Un día sin nosotras. Es notable su capacidad de
convocatoria y su creatividad.
¿Quién puede no apoyar la lucha de las mujeres por sus legítimos
derechos? ¡Qué bueno que se organicen y se manifiesten! Ya deberíamos haber desterrado el arraigado machismo que seguimos
arrastrando, como si fuera una cultura justificable. ¡No!
No se puede justificar ningún tipo de violencia contra nadie, en
particular contra la mujer, que por siglos la ha soportado, incluso con
erróneas interpretaciones bíblicas. Los varones también la padecemos, desde
el bulling familiar y escolar, hasta los abominables excesos
del crimen organizado, pero nunca tánto como la ha sufrido la mujer.
Sin embargo, hubo quienes
aprovecharon la fecha para insistir en lo que quieren imponer como un derecho
femenino: abortar en forma legal, libre, segura y gratuita. Pregunto: Y si la
que quieres abortar es una niña; ¿ésa no vale, no
tiene derecho a vivir, derecho a que la respeten? El aborto es la peor
violencia, porque es destruir, es matar a un inocente y verdadero ser humano.
Ser persona no empieza a partir de la semana 12 de gestación, sino desde la
fecundación. No pretendemos criminalizar a todas, pero deberían ser coherentes.
De igual modo, nunca faltan
grupos radicales que se infiltran, que distorsionan y contaminan la causa.
Quieren justicia, y son injustos. Exigen respeto, y no respetan ni inmuebles ni
personas. Protestan contra la violencia, y son los primeros violentos. ¿Quién está detrás de ellos? ¿Quién les da recursos? El
gobierno tiene medios para detectarlos y ponerlos en orden, para que no dañen
más a la comunidad. Esos grupos no entienden ni atienden otras estrategias.
¿Y qué pensar de este letrero que alguien enarbolaba?: Ni Dios,
ni patria, ni marido, ni partido; soy mía… Se le pasó enlistar a su mamá… Supongo que la mayoría de manifestantes
no lo suscribe, pero da mucho qué pensar. La autora pretende endiosarse a sí
misma; ser su propio ídolo.
PENSAR
En su Exhortación Amoris laetitia, el Papa Francisco dice:
“Deseo resaltar que, aunque hubo notables mejoras en el reconocimiento
de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio público,
todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan de erradicar
costumbres inaceptables. Destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce
sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no
constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La
violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos
matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la
grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la
desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se
toman las decisiones. La historia lleva las huellas de los excesos de las
culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase, pero
recordemos también el alquiler de vientres o la instrumentalización y
mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. Hay
quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la
emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, es una falsedad, no
es verdad. Es una forma de machismo. La idéntica dignidad entre el varón y la
mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación,
y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad.
Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente
admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad
de la mujer y de sus derechos” (54).
“El sentimiento de orfandad que viven hoy muchos niños y jóvenes es más
profundo de lo que pensamos. Hoy reconocemos como muy legítimo, e incluso
deseable, que las mujeres quieran estudiar, trabajar, desarrollar sus
capacidades y tener objetivos personales. Pero, al mismo tiempo, no podemos
ignorar la necesidad que tienen los niños de la presencia materna,
especialmente en los primeros meses de vida. La realidad es que la mujer está
ante el hombre como madre, sujeto de la nueva vida humana que se concibe y se
desarrolla en ella, y de ella nace al mundo. El debilitamiento de la presencia
materna con sus cualidades femeninas es un riesgo grave para nuestra tierra.
Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la
maternidad. Porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que
emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino,
indispensable para la sociedad. Sus capacidades específicamente femeninas —en
particular la maternidad— le otorgan también deberes, porque su ser mujer
implica también una misión peculiar en esta tierra, que la sociedad necesita
proteger y preservar para bien de todos” (173).
ACTUAR
Padres de familia: eduquen a sus hijos varones en
el respeto a la igual dignidad de la mujer, sin confusión de sexos; el género
depende del sexo, no de la inclinación personal.
Educadores, comunicadores,
legisladores y pastores: sigamos educando para esta equidad.
Varones: Un gran respeto hacia la mujer, valorando su identidad propia y su
aporte a la humanidad. Gracias a ellas, vivimos. Respeto, como lo merecen
nuestras madres y hermanas.
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