LOS PADRES BRONCHALO, SILVA Y DOMENECH EN RED DE REDES, EN UN CAPÍTULO SOBRE EL DEMONIO Y LOS EXORCISMOS
¿El demonio existe? Siguiendo el Catecismo de la Iglesia, los sacerdotes interneteros Jesús
Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech están seguros
de que sí, pero no se quedan ahí. Con ánimo de ayudar y aclarar, Silva,
Bronchalo y Domenec dedican al tema el nuevo capítulo de Red de Redes, el programa de
catequesis desenfadada de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
Aquí recogemos las
principales conclusiones del episodio:
1)
EL DEMONIO EXISTE: TIENE MENTE Y VOLUNTAD
La primera pregunta es sobre la
propia existencia del diablo. ¿Está ahí o es sólo
un concepto, o una especie de energía negativa?
Los tres sacerdotes dicen que
tiene mente, personalidad. Es un ser personal. "Existe y
tiene libertad, actividad, intenciones, métodos”, recuerda Domenech.
Los sacerdotes recuerdan el
Catecismo: el demonio es una criatura, un ángel caído. Silva recuerda que aquel a
quien llamamos “demonio” habitualmente es
Satanás, que es el “cabecilla”, pero
que hay un número determinado de demonios: ángeles que
han dado la espalda a Dios. ¿Y esto qué significa? Señalan que la caída de
Satanás es haber dicho a Dios “No serviré”, y
que esto corrompió su esencia. “El demonio odia
nuestra felicidad”, apunta Domenech, y Bronchalo advierte: “Lo que quiere es tu destrucción, tu condenación”.
“El demonio odia a
Dios, a las criaturas y a sí mismo, y quiere arrastrar a todos los seres posibles a la condenación, para herir
el corazón de Dios”, insiste Silva, para quien es
importante hablar del demonio, pero teniendo claro que no es el protagonista.
“El protagonista es
Jesucristo, que derrota al demonio”, dice. “Hablamos del
demonio -añade- para conocer y comprender al enemigo, para poderle vencer y resistir”.
2)
LA BRUJERÍA O EL REIKI ABREN LA PUERTA A LA ACCIÓN DIABÓLICA
Los sacerdotes detallan que hay
tres maneras en las que el demonio puede afectarnos: la
posesión, la opresión y la tentación, y pasan a detallar cada una, empezando
por la más cinematográfica. “En una posesión, una persona abre alguna
puerta de su libertad al demonio y este entra en su cuerpo y lo
domina”, detalla Silva.
¿Y cómo se abren
estas puertas? Silva da algunos ejemplos: a
través del satanismo, la brujería, el reiki, las terapias de
invocación de energías cósmicas… “Toda brujería o terapias de este tipo son intentos de influir y
manipular lo sobrenatural; es lo contrario de la relación que tenemos los
cristianos con lo sobrenatural, que es decir a Dios ‘Hágase tu voluntad’”,
apunta Bronchalo.
Silva concluye: “Nosotros solo podemos rezar, que es pedir; todo lo que
vaya más allá puede abrir una puerta al enemigo”.
Los tres clérigos detallan
algunos síntomas de la posesión -desasosiego, un odio especial a lo sagrado…-,
pero insisten en que no hay que obsesionarse
buscándolos. “Se sabe si una persona
está poseída en un exorcismo, donde el sacerdote -debidamente delegado por el
obispo- increpa al demonio con una oración litúrgica”, explica Silva, y
dice que muchas veces hace falta más de un exorcismo para
sacar al demonio, pero que al final, es un proceso que -en su
experiencia- ha llevado siempre a una mayor conversión de la persona que lo
atraviesa.
3)
NO ES LO MISMO EXORCISMO Y ORACIÓN DE LIBERACIÓN
El segundo modo de actuar del
demonio es la opresión, que
es cuando no posee el cuerpo pero sí lo ronda. “Es
una situación en la que estás más influenciado por el demonio que el
resto: es más que una tentación, a veces parece que te han quitado la libertad,
o no conoces qué estás haciendo”, explica Domenech.
Silva, además, distingue entre
opresión -cuando el demonio está a tu alrededor-, obsesión -que tiene que ver
con los pensamientos malignos, y que va más allá de lo psicológico- e
infestación, que es cuando un demonio posee un lugar o una cosa.
El sacerdote apunta que este tipo de casos pueden requerir de una oración de
liberación, que no es lo mismo que los exorcismos.
En una oración de liberación lo
se le habla ni increpa al demonio, sino que se le habla a Dios: se suplica a Dios que libere a esa persona del Maligno
-como se pide en el Padrenuestro-. Además, un exorcismo requiere un
ministerio concreto, mientras que una oración de liberación la puede hacer
cualquier sacerdote (o de hecho cualquier laico: todos
pueden suplicar a Dios).
El Balrog de Moria y Gandalf el
Blanco, versiones cabezonas de la escena de El Señor de los Anillos, en Red de
Redes: el arte, la teología y el buen humor pueden apoyarse mutuamente.
4)
LA TENTACIÓN, LO MÁS PELIGROSO
“Parece que
lo peor es la posesión, pero en realidad lo más peligroso es la tentación, porque es la obra del demonio que de manera
ordinaria nos afecta a todos”, señala Bronchalo. Silva añade que
la tentación puede llevar al pecado, y el pecado sin arrepentimiento, a la
condenación.
¿Pero quién tentó
al demonio? Los tres curas añaden que la
tentación diabólica no es la única causa de pecado: también puedo pecar
por el mundo -la incitación de los otros, del ambiente social-
o porque me deje llevar por mí mismo.
“Y cuidado
con hacer las paces con el pecado, porque va a más: el demonio en el Génesis
aparece como una culebra y en el Apocalipsis ya es un dragón”, advierte Bronchalo.
Para resistir a la tentación,
añaden, hay que conocer “las argucias del enemigo”.
La primera es que busca atacar el punto más débil; la segunda, que obra con insistencia para lograr su objetivo -y hay que decir “No”
de entrada-, y la tercera, que obra ocultando sus intenciones y sin querer
salir a la luz.
“La tentación,
explicada al confesor, ya está vencida”, apunta
Domenech.
5)
EL DEMONIO ES “PROFUNDAMENTE MENTIROSO”
Bronchalo pide tener mucho
cuidado con frases como “es que el demonio le ha
dicho a tal exorcista que…”. “Mucho cuidado, porque el demonio es profundamente
mentiroso, y todo lo que diga hay que ponerlo en tela de juicio”, señala Bronchalo.
“Y cuidado, porque
muchas de sus mentiras -como en el Génesis- están rodeadas de verdad: cuanta
más verdad tenga una mentira, más daño hace”, añade
Domenech.
El episodio termina, como todos,
con tres recomendaciones: un santo -el padre Pío de
Pietrelcina-, un libro -en este caso dos: Habla un exorcista,
de Gabriele Amorth,
y Jesús está vivo, de Emiliano Tardif- y
una película. O dos: El rito y El exorcismo de Emily Rose,
“que enfocan el tema desde un punto de vista adecuado”, dice Bronchalo.
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