EL PAPA FELICITA LA NAVIDAD A LA CURIA, PIDE PERDÓN... Y AVISA DE LA TENTACIÓN DE «SENTIRSE SEGUROS»
El Papa ante la Curia Romana: "Discúlpenme, hermanos y hermanas, si
a veces digo cosas que pueden sonar duras y fuertes, no es porque no crea en el
valor de la dulzura y la ternura, sino porque es bueno reservar las caricias
para los cansados y oprimidos, a veces un consuelo es sólo engaño del demonio
y no don del Espíritu".
El Papa se reunió
este jueves 22 de diciembre con la Curia Romana para felicitarle
la Navidad. Durante su discurso, el Santo Padre comentó que "la verdadera herejía no consiste sólo en predicar
otro Evangelio sino también en dejar de traducirlo a las lenguas y modos
corrientes. Así mismo, Francisco pidió perdón a
los presentes por utilizar a veces palabras duras para llamarles a la
conversión y a no dejarse "engañar por el demonio".
"La humildad
del hijo de Dios que entra en nuestra condición humana es para nosotros una
escuela de adhesión a la realidad. Así como elige la pobreza, que no
es simplemente la ausencia de bienes, sino la esencialidad, así cada uno de
nosotros está llamado a volver a lo esencial de
nuestra vida, a tirar todo lo superfluo y que puede convertirse en un obstáculo
para la vida. Este camino a la santidad no debe ser negociado",
empezó diciendo el Papa.
PONER
EN PRÁCTICA EL BIEN
Para Francisco, ahora que
finaliza el año, es importante ser agradecidos. "Sólo
cuando somos conscientes del bien que el Señor ha hecho por nosotros somos
capaces también de dar nombre al mal que hemos
experimentado o sufrido. Ser conscientes de nuestra pobreza, sin ser también
conscientes del amor de Dios, nos aplastaría. En este sentido,
la actitud interior a la que debemos dar más importancia es la gratitud",
relató.
El Papa llamó una vez más a la
conversión. "Muchas cosas han pasado en este
último año, y ante todo queremos dar
gracias al Señor por todos los beneficios que nos ha concedido.
Pero entre todos estos beneficios esperamos que también esté nuestra
conversión. Lo peor que nos puede pasar es pensar que ya no necesitamos
conversión, tanto a nivel personal como comunitario", señaló.
En este sentido, Francisco
resaltó en qué consiste volverse a Dios.
"Convertirse es aprender cada vez más a tomar en serio el mensaje del Evangelio y tratar de
ponerlo en práctica en nuestra vida. No es simplemente alejarse del mal, es
poner en práctica todo el bien posible. Ante el Evangelio permanecemos
siempre como niños necesitados de aprendizaje. Asumir que hemos
aprendido todo nos hace caer en el orgullo espiritual", afirmó.
El Santo Padre hizo memoria de
los grandes acontecimientos de este año y recordó el sexagésimo aniversario del
Concilio Vaticano II. "¿Qué fue el Concilio
sino una gran oportunidad de conversión para
toda la Iglesia? Decía San Juan XXIII: 'No es el Evangelio el que cambia, somos
nosotros los que comenzamos a comprenderlo mejor'. La conversión que nos regaló
el Concilio fue un intento de comprender mejor el Evangelio, de
hacerlo actual, vivo, operativo en este momento histórico",
comentó.
El Papa animó a no cerrarse en sí
mismos. "Lo opuesto a la conversión es el
fijismo, es decir, la convicción oculta de no necesitar más comprensión del
Evangelio. Es el error de querer cristalizar el mensaje de Jesús en
una única forma que sea siempre válida. La forma, por otro lado,
siempre debe poder cambiar para que la sustancia siempre sea la misma. La
verdadera herejía no consiste sólo en predicar otro Evangelio (cf. Gal 1, 9),
como nos recuerda Pablo, sino también en dejar de traducirlo a las lenguas y modos
corrientes, como hizo el Apóstol de los gentiles. Preservar
significa mantener vivo y no aprisionar el mensaje de Cristo",
afirmó.
NO
DEJARSE APRISIONAR
Por ello, es importante desterrar
el orgullo. "Nuestro primer gran problema
es confiar demasiado en nosotros mismos, en nuestras estrategias,
en nuestros programas. Es el espíritu pelagiano del que he hablado varias
veces. Entonces algunos fracasos son una gracia,
porque nos recuerdan que no debemos confiar en nosotros mismos, sino sólo en el
Señor. Algunas caídas, incluso como Iglesia, son un gran llamado a volver
a poner a Cristo en el centro. Porque 'el que no está conmigo, está
contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama' (Lc 11,23). Es así de
simple", recuerda.
Francisco anima también a estar
vigilantes. "Denunciar el mal es muy poco,
incluso el que se cuela entre nosotros. Lo que uno tiene que hacer es decidirse
por una conversión frente a él. La simple denuncia puede darnos la
ilusión de haber resuelto el problema, pero en realidad lo que importa es hacer
cambios que nos pongan en condiciones de no dejarnos aprisionar
por la lógica del mal, que muchas veces es una lógica mundana. En este sentido,
una de las virtudes más útiles para practicar es la de la vigilancia", propone.
En este sentido recuerda los
peligros a los que se ve sometida la propia Iglesia. "A todos
nos habrá pasado perdernos como esa ovejita o
alejarnos de Dios como el hijo menor (...). Pero la gran atención que debemos
prestar en este momento de nuestra existencia se debe a que formalmente nuestra vida actual está en casa,
dentro de los muros de la institución, al servicio de la Santa Sede, en el
corazón mismo de la vida eclesial. Por eso mismo podríamos caer en la tentación
de pensar que estamos seguros, que estamos mejor, que ya no tenemos
que convertirnos", explica.
Francisco pidió perdón por
algunas de sus palabras. "Corremos más
peligro que todos los demás, porque somos socavados por el 'diablo
cortés', que no viene haciendo ruido sino trayendo flores. Discúlpenme,
hermanos y hermanas, si a veces digo cosas que pueden sonar duras y
fuertes, no es porque no crea en el valor de la dulzura y la ternura, sino
porque es bueno reservar las caricias para los cansados y oprimidos, a
veces un consuelo es sólo un engaño del demonio y no don del
Espíritu", comenta.
Para concluir el Papa recuerda
que hay que comprender al otro. "Misericordia
es aceptar que el otro también puede tener sus límites. Una vez
más, es justo admitir que las personas y las instituciones, precisamente por
ser humanas, también son limitadas. Una Iglesia pura para los puros es sólo el renacimiento de la herejía cátara.
Si no fuera así, el Evangelio, y la Biblia en general, no nos habrían hablado
de las limitaciones y defectos de muchos a los que hoy reconocemos
santos", afirma.
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