Yo estaba nuevo en una parroquia. Me pidieron que fuera a llevarle la Comunión a una señora, que me dijeron era cieguita. Yo tomé el aceite y el relicario con la Comunión y me fui.
Cuando
llegué a la casa, la señora estaba sentada en la entrada de la puerta. Yo entré
y vi que la señora comenzó a seguirme con la mirada. Como ella se me quedó
viendo, yo pensé: “Esta señora no es ciega”. Yo
saludé y ella preguntó: “¿Quién es?” Le dije
que era el sacerdote. Luego le pregunté a la hija si de verdad la señora era
ciega. Me dijo que sí, y levantó los lentes de la señora y sus ojos eran
blancos. Realmente era cieguita.
Entonces
le pregunté a la señora porqué ella se había quedado mirándome cuando yo había
entrado, y me respondió: “Yo miraba una luz que se
movía”. Luego le dije: “¿Puede decirme dónde ve
esa luz?” Ella señaló a un lugar y dijo:
“Allá”.
El lugar
donde ella señaló era la mesa donde yo había puesto el relicario con la
Comunión. Realmente estaba viendo a Jesucristo en forma de una hermosa luz. Yo
quedé impactado.
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¡Bendito,
alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
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