EL 8 DE DICIEMBRE, FIESTA POR EL GRAN PRIVILEGIO DE LA VIRGEN MARÍA
El 8 de
diciembre celebra la Iglesia la fiesta de la Inmaculada
Concepción de la Santísima Virgen María, que es además la patrona de España y, en
particular, de su Arma de Infantería.
¿QUÉ
SIGNIFICA LA INMACULADA CONCEPCIÓN?
La Inmaculada Concepción de la
Virgen María fue definida por el Papa Pío IX en la
bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 de la siguiente
forma: "La bienaventurada Virgen María
fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su
concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a
los méritos de Jesucristo Salvador del género humano".
Desde ese día esa doctrina está
considerada por la Iglesia como un dogma de fe, es decir, como afirmó Pío IX, "está revelada por Dios y debe ser firme y
constantemente creída por todos los fieles". Y si alguno no lo
hace, "sepa y tenga por cierto que está
condenado por su propio juicio, que ha sufrido naufragio en la fe y se ha
apartado de la unidad de la Iglesia".
Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 490-493), la razón de este privilegio
concedido por Dios a la Virgen María es la "misión tan importante" que debía cumplir, como
es concebir y dar a luz al Verbo Encarnado, por lo cual, "para poder dar el asentimiento libre de su fe al
anuncio de su vocación, era preciso que ella estuviese totalmente
conducida por la gracia de Dios" en todos los momentos
de su vida.
Por tanto, desde el primer
instante de su ser, cuando se unieron su cuerpo y su alma en el vientre de su
madre, Santa Ana, la Virgen María fue santificada por
la gracia de Dios, de modo que su alma nunca estuvo sin la gracia santificante.
¿EN
QUÉ SE DIFERENCIA ESTE DOGMA DEL DOGMA DE LA CONCEPCIÓN VIRGINAL?
En ocasiones hay quien confunde
dos dogmas marianos: la Inmaculada Concepción y la
Concepción Virginal.
Aunque hay un vínculo teológico
entre ambas doctrinas, se refieren a cosas distintas.
La Inmaculada Concepción se
refiere a la concepción de la Virgen María y a su
alma, que por la Purísima Concepción quedó libre del pecado
original.
La Concepción Virginal se
refiere a la concepción de Jesucristo y a su cuerpo,
que fue formado sin concurso de varón, es decir, virginalmente, pues María fue
virgen antes, durante y después del parto: es el
dogma de la Virginidad Perpetua de Nuestra Señora.
¿SIGNIFICA
QUE LA VIRGEN MARÍA NO FUE REDIMIDA POR JESUCRISTO?
La Virgen María, como toda la
humanidad, procede de Adán, y fue incluida
en la sentencia pronunciada contra Adán (por la que, tras el pecado original,
perdió los dones preternaturales que disfrutaba en el Paraíso) juntamente con
todo el género humano. Ella contrajo la deuda con Dios como todos nosotros, pero en
atención a los méritos futuros del Redentor, esa deuda se la perdonó Dios anticipadamente.
Ella no podía merecer por sus propios méritos esa gracia de la que habían
gozado Adán y Eva, pero Dios, en su infinita bondad, se
la restituyó desde el primer momento de su existencia, de modo que María nunca incurrió en la maldición
del pecado original. (Hemos seguido en esta explicación al padre Bertrand Louis
Conway [1872-1959], C.S.P.)
Por tanto, la Virgen María sí fue redimida por Cristo, pero, como
privilegio especialísimo, lo fue por preservación del pecado original, una idea que introdujo
el fraile Juan Duns Scoto en el siglo XIII y fue decisiva para
resolver toda posible objeción a la Inmaculada. Como afirmó San Juan Pablo II en
la audiencia general del 5 de junio de 1996, Duns Scoto "sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente
en María el acto de mediación más excelso, preservándola del pecado
original. De ese modo, introdujo en la teología el concepto de redención
preservadora, según la cual María fue redimida de modo aún más admirable:
no por liberación del pecado, sino por preservación del pecado".
¿PECÓ
LA SANTÍSIMA VIRGEN ALGUNA VEZ?
En consecuencia, la "llena de gracia" (como se dirigió a
ella el arcángel Gabriel en la Anunciación) jamás cometió un solo
pecado contra Dios. No solo no hubo en su alma la mancha del pecado original,
sino que, dice el Catecismo de la Iglesia
Católica, "por la gracia de Dios ha
permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su
vida".
El Concilio de Trento (canon 23
sobre la justificación) definió que el hombre no puede evitar a lo largo de
toda su vida los pecados veniales "si no es
ello por privilegio especial de Dios, como de la bienaventurada Virgen lo enseña la
Iglesia".
Esto tiene una gran trascendencia
para la vida espiritual de los cristianos, pues convierte a la Madre de Dios en
el modelo a seguir para acercarnos a la
petición de Jesús: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto" (Mt 5, 48).
Y aleja de la verdad a quienes,
sin acusar a la Santísima Virgen de pecado, la presentan como responsable de la
más mínima imperfección que la alejase ni lo más mínimo de la absoluta
sumisión a la voluntad de Dios.
Así lo sentenciaron los primitivos Padres y
doctores:
-San Efrén (306-373): "María fue tan inocente
como Eva antes de la
caída, Virgen ajena a toda mancha de pecado, más santa que los serafines, la
fuente sellada del Espíritu Santo, semilla pura de Dios, siempre pura e
inmaculada en cuerpo y mente".
-San Agustín (354-430): "Al discutir la cuestión del pecado hay que
exceptuar a la Virgen María, sobre la cual no permito que se discuta, por el
honor que se debe a Nuestro Señor, y porque ignoramos la cantidad de gracia que
Dios le concedió para que en todo momento pudiese sobreponerse al pecado".
¿SUFRIÓ
DOLORES DE PARTO LA VIRGEN MARÍA?
La Santísima Virgen padeció los
sufrimientos físicos y espirituales inherentes a su condición humana. Los
padeció incluso Jesucristo, cuya hambre, sed y cansancio nos relatan los
Evangelios, así como su dolor, por ejemplo, ante la muerte de Lázaro. Pero estos sufrimientos de la
Virgen, como sentenció San Pío V en 1567 al condenar los errores de Miguel Bayo "no fueron castigos del pecado actual ni original", que ni
cometió ni tuvo.
Ahora bien, la Tradición ha
considerado siempre, en atención a las propias palabras de Yahveh a Eva cuando
expulsó a nuestros primeros padres del Paraíso (a saber, "parirás hijos con dolor" [Gén 3, 16])
que los sufrimientos de la mujer en el
alumbramiento son
castigo del pecado original (como lo es para el hombre ganar el pan con el
sudor de su frente, Gén 3, 19), y por tanto la Virgen estuvo excluida de ellos.
Lo que, por otro lado, concuerda con su virginidad durante el parto, que
es dogma de fe.
En su sermón De Nativitate le
dice San Agustín a
la Virgen: "Ni en la concepción se alejó de ti
el pudor, ni en tu alumbramiento se hizo presente el dolor", y hace
la comparación de que Cristo pasó al nacer como la luz por
el cristal.
Santo Tomás de Aquino lo expresa
de forma muy directa: "El dolor de la
parturienta se produce por la apertura de las vías por las que sale la
criatura. Pero ya se dijo antes que Cristo salió del seno materno cerrado,
y de este modo no se dio allí ninguna apertura de las vías. Por tal motivo no
existió dolor alguno en aquel parto, como tampoco hubo corrupción de ninguna
clase" (Summa Theologica, IIIª, q. 35, a. 6).
Por tanto, las películas y series
que representan la escena de la Natividad con dolor de Nuestra Señora en el
parto desfiguran la realidad de lo que pasó e, indirectamente, niegan la Inmaculada Concepción que
la libró, ya que no de otros dolores terribles (como los que sufrió por Cristo
y por nuestra redención), sí de esos.
¿POR
QUÉ ESTE DOGMA TARDÓ TANTO EN DEFINIRSE?
Nunca los cristianos dudaron de
la santidad inefable de la Virgen María.
Así decía San Ireneo (140-205): "Así como Eva por su desobediencia fue la causa de
la muerte para sí y para todo el linaje humano, así María, Madre del Hombre
predestinado, y siendo aún Virgen, por su obediencia fue la
causa de salvación para sí y para todo el género humano".
Todos y cada uno de los santos y
doctores que, en los debates medievales, se oponían a la idea de la Inmaculada
Concepción (entre ellos, San Bernardo,
el más mariano de todos ellos), proclamaban la plenitud de
gracia de Nuestra Señora
durante toda su vida.
La única objeción era encajar esa
idea en la universalidad del pecado original y de la redención,
expresadas reiteradamente en las Sagradas Escrituras. Como dijo San Juan Pablo II en la audiencia general del 5 de
junio de 1996, argumentaban así: "La redención
obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a
todos los seres humanos. Y si María no hubiera contraído la culpa original, no
hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a
quien se encuentra en estado de pecado".
Por tanto, la discusión medieval
en torno a la Inmaculada Concepción no se refería a la perfecta
identificación con Dios de Nuestra Señora, sino al modo en el que
fue redimida. Resuelta la cuestión según la propuesta de Duns Scoto, desaparecía el obstáculo y la devoción a
la Purísima no dejó de crecer en todo
el orbe cristiano durante los siglos que precedieron a su declaración como
dogma.
¿DESDE
CUÁNDO ES PATRONA DE ESPAÑA LA INMACULADA CONCEPCIÓN?
España se ha
distinguido en la historia por una particular defensa del dogma de la Inmaculada
Concepción, hasta convertirla en su patrona en el siglo XVII. Espiguemos
algunos hechos.
Ya a finales del siglo VII, el
rey visigodo Wamba había adoptado el
título de Defensor de la Purísima. Su sucesor, Ervigio, prohibió trabajar durante esa fiesta, que San Ildefonso había
mandado guardar en toda España.
Cuando en el siglo XIII se
planteó la controversia teológica en torno a la Inmaculada, los condes de
Barcelona la tomaron bajo su protección, y en Vich y Gerona empezó a celebrarse
litúrgicamente con oficio propio.
La Corona de Aragón se volcó con
la Virgen, como herencia de la predicación del mallorquín Raimundo Lulio.
Pedro el Ceremonioso instituyó
en 1333 la Cofradía Real de la Inmaculada Concepción, a la que han pertenecido
todos los monarcas españoles. Juan I dictó un decreto en 1384 prohibiendo “a todos los que dan lecciones públicas del Evangelio
sostener cosa alguna que pueda dañar la creencia en la pureza y santidad de
esta bienaventurada concepción”. En 1408, Martín el Humano declaró enemigos del Estado a cuantos
impugnasen el misterio.
Fernando el
Católico, antes del asalto final a Granada,
mandó erigir un altar de campaña dedicado a la Purísima e hizo voto de
consagrarle la mezquita mayor de la ciudad. Carlos I ordenó
celebrar la fiesta con la solemnidad con que él lo hacía en su Corte.
Finalmente, el Papa Clemente XIII la declaró oficialmente
en 1664 patrona de España.
Este compromiso con la Inmaculada
de los reyes iba en paralelo con el de la sociedad, en particular en el ámbito
universitario, pues la obtención de los grados de bachiller a doctor exigía jurar a María concebida sin pecado original.
Y lo mismo puede decirse del
arte. Según el historiador del arte José Camón Aznar (1898-1979), la Inmaculada
"es la gran creación del arte español” y
"una de las ejecutorias más líricas de nuestra
espiritualidad”, con Velázquez, Pacheco, Zurbarán, Ribera y, sobre todo
Murillo (quien pintó más de una docena) entre los artistas que le consagraron
su don.
En cuanto a los propios
sacerdotes, empezaban todos sus sermones con una alabanza a la Purísima, y
esto calaba en el pueblo. En 1842 un sacerdote francés, el abate Orsini, constataba que en
España el Ave María Purísima respondido por el Sin pecado concebida
no era sólo una frase devota: “Se ha hecho
la frase favorita que compone el saludo nacional”.
España llevaría esta devoción
a América,
de modo que el amor a la Inmaculada Concepción es hoy patrimonio de todos los
pueblos trasatlánticos a los que los españoles (los religiosos, los soldados y
los civiles por igual) llevaron su fe mariana.
¿POR
QUÉ ES PATRONA DEL ARMA DE INFANTERÍA LA INMACULADA CONCEPCIÓN?
La Inmaculada Concepción es
oficialmente la patrona del Arma de Infantería desde 1892.
PERO LA HISTORIA HUNDE
SUS RAÍCES TRES SIGLOS ANTES.
En Flandes, en 1585, los Tercios habían quedado atrapados en la isla de Bommel por un
enemigo superior en número, rodeados por el fuego de los barcos enemigos y sin
víveres. Llevaban días asediados en el castillo de Empel, cuando al cavar una trinchera un soldado halló
un cuadro de la Inmaculada Concepción.
Era una señal. Entronizaron la
imagen y Francisco Arias de Bobadilla arengó a sus tropas: “¡Soldados! El milagroso hallazgo viene a salvarnos. ¿Queréis que
abordemos de noche las galeras, prometiendo a la Virgen ganarlas o perder
todos, todos, sin quedar uno, la vida?”
Esa noche ocurrió el prodigio.
Las aguas se helaron con espesor y rapidez insólitos.
La fiel infantería atacó entonces y escapó al cerco. Ninguno de aquellos cuatro
mil hombres dudó nunca de a quién debían el seguir vivos. Es el conocido como "milagro de Empel", que vinculó aún más al Ejército español, y con él
a toda España, con la Inmaculada.
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