Cristianiza tu manera de relacionarte con el sexo opuesto. Purifica tu corazón y tu mente, y verás cómo aprenderás a tener intenciones puras y limpias al relacionarte con la otra persona.
Recuerda
que no existe matrimonio que viva tan sólo del sexo. De hecho, el tiempo que
los esposos dedican al acto conyugal es muy poco. Obsérvese que hemos dicho “acto conyugal”, no “relación
sexual”, porque existe abismal diferencia entre el uno y el otro.
La
relación sexual fuera del matrimonio se caracteriza por ser un acto vacío,
lleno de egoísmo y lujuria, en busca de la satisfacción del yo.
El acto
conyugal sólo puede ser entre esposos que se aman y se donan mutuamente. Ese
acto conyugal unifica y fortalece la relación. El acto conyugal renueva el
sacramento matrimonial.
Quiénes
van por la vida teniendo sexo con quien sea, acaban vacíos, incapaces de amar y
de ser amados. Desean el amor, desean sentirse amados, pero no saben amar. Y al
no saber amar, es imposible que encuentren amor.
¿Qué
hace fuerte a un matrimonio? ¿El acto conyugal? No, claro
que no. El acto conyugal fortalece lo que ya pre-existe entre ellos. Lo que
hace fuerte a un matrimonio es el diálogo y la oración personal y en pareja.
No es tu
cuerpo lo que necesitas desnudar para ser amada. No es el cuerpo de ella lo que
tú, varón, necesitas desnudar para creer que amas y eres amado. Lo que ambos
necesitan desnudar, es el corazón, y esto solo se logra mediante el diálogo
constante y profundo, y la vida de oración.
Ave
María Purísima
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