En la admiración es donde se ve con mayor claridad cómo va nuestra educación sentimental
Por: Antoni Pedragosa | Fuente: Religión Libertad
La vida es como un mosaico de situaciones diversas, que implican una respuesta
por nuestra parte. Debemos estar atentos a lo que nos rodea, para saber valorar
de forma clara, cada situación, pero para ello hay que tener una correcta
educación sentimental. Podríamos hacer una larga lista de respuestas vitales.
La gratitud, sería la respuesta de afecto y reconocimiento por los favores
recibidos. La compasión, sería aquella capacidad de sentirse afectado por las
desgracias ajenas. La indignación sería la respuesta delante de la injusticia.
La admiración, sería la respuesta de sorpresa delante de todo aquello que nos
parece magnífico o extraordinario. Pero tal vez sea en la admiración donde se
ve con mayor claridad, como va nuestra educación sentimental. Porque con
frecuencia admiramos lo que no es admirable... admiramos personas que no
merecen tal admiración. Personajes hinchados por la fama mediática, artistas
famosos de vida dudosa, multimillonarios, la fortuna de los cuales se ha
hecho sin respetar el derecho de las personas, etc. Una buena educación de los
sentimientos nos llevaría a valorar aquello que realmente tiene valor. Este
sentimiento es necesario para el desarrollo humano de una sociedad. Cuando
valoramos la fanfarronada, y en cambio, lo que es admirable nos pasa
desapercibido, se pone de manifiesto una sociedad humanamente enferma.
Una agencia de viajes, tiene
editado un prospecto, de unos circuitos por los Estados Unidos, en los que
incluye una visita exterior a las fincas de los supermillonarios. Y uno
se pregunta: ¿Qué se pretende con estas visitas? ¿Que
la gente se deslumbre ante tanta riqueza? ¿No sería mejor, reflexionar sobre el
mal que se le hace al mundo con la fiebre acumulativa de estas personas?
Ya es hora de cambiar... y valorar aquello que realmente tiene valor. Esta
multitud de gente anónima, que ponen su vida y su esfuerzo al lado de los que
más lo necesitan. Aquellos que luchan por un mundo mejor y más justo. Los que
luchan contra la pobreza y el hambre. Aquellos que hacen de la cultura de la
paz su forma de vida. Aquellos que trabajan para cambiar la cultura del tener,
por la cultura del dar. Todo este colectivo anónimo, desconocido, que no sale
ni en las revistas, ni en los diarios, ni en la televisión, estos sí que son
dignos de ser admirados. Una sociedad adulta e inteligente, es aquella que sabe
rechazar lo rechazable, y admirar lo verdaderamente admirable.
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