Cada corazón encierra un misterio.
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Hacemos continuamente generalizaciones. Observamos uno o varios hechos, y
sacamos conclusiones. Por ejemplo: cuando empieza el frío, estamos seguros de
que caerán las hojas de los tilos y otros árboles, porque lo hemos observado en
muchas ocasiones.
También hacemos generalizaciones (inducciones) sobre personas concretas o sobre grupos. Llega una nueva persona al puesto de trabajo. Vemos que se enfada fácilmente. Concluimos que tiene un carácter difícil.
En ocasiones, nos equivocamos en
inducciones sobre temas generales. Por ejemplo, al cambiar de ciudad, un primer
año de falta de lluvias en agosto nos hace pensar que no suele llover en ese
mes, cuando al año siguiente comprobamos con asombro que en agosto llovió
continuamente.
Algo parecido ocurre sobre
personas concretas. La persona que llegó al puesto de trabajo se comportó
varios días con un carácter difícil, pero luego empezó a manifestar otros
aspectos de su personalidad que la hacían más abierta a un buen trato social.
Lo importante, a la hora de hacer
generalizaciones e inducciones, es reconocer que podemos equivocarnos, y que en
muchos asuntos las primeras informaciones no permiten llegar a conclusiones
acertadas.
Por eso, sobre todo en lo que se
refiere a personas concretas, resulta importante evitar juicios precipitados
desde las primeras impresiones, para ir más a fondo y tomarnos tiempo en el
sano esfuerzo por conocer a quienes llegan a tocar nuestras vidas.
Además, y esto nos obliga a ser
más prudentes en nuestras apreciaciones y juicios, las personas pueden cambiar,
para mal o para bien. Por más que “encasillemos” a
otros a través de inducciones bien llevadas, cada corazón encierra un misterio
que le permite abrirse a lo malo o, gracias a Dios, a lo bueno.
Cuando la vida nos ponga ante
nuevos objetos, ante cosas desconocidas, y ante personas concretas, necesitamos
pedir ayuda a Dios para hacer buenas inducciones y para reconocer que nunca
nuestra mente podrá comprender del todo el misterio que se encierra en tantas
realidades y, sobre todo, en los corazones de quienes encontramos a lo largo
del camino de la vida.
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