Pregúntate dónde están tus seguridades, ¿en el banco, en la empresa, en mi fama, en mi dinero?
Por: H. Edgar Henríquez Carrasco, LC | Fuente:
http://catholic-link.com
Todo el mundo habla de felicidad hoy en día. Si tienes el coche último modelo,
serás feliz; si adquieres el departamento en la playa, serás feliz; si
asciendes en tu trabajo, serás feliz; y así muchas situaciones más. Pero, ¿realmente crees que la felicidad las dan las cosas, los
objetos, los «éxitos»? Santa
Teresa de Jesús pasó por un tiempo de conversión incluso
después de haberse consagrado a Dios como religiosa carmelita. También, al
igual que muchos, ponía sus esperanzas en cosas temporales, sin fijarse en el
Dios eterno al cual seguía. Pero un buen día, años después de entrar en el
convento, Jesús tocó su corazón y ella respondió con generosidad. Su vida
cambió desde ese encuentro con el Señor. Todos podemos dejarnos encontrar por
el Señor. En ese momento tu mirada se posará sobre las cosas que realmente
valen la pena.
He aquí
una oración de Santa Teresa en
la que resume su experiencia dando 7 consejos para encontrar la felicidad
verdadera y aferrarnos a Dios, lo más importante de nuestra vida.
NADA TE TURBE
«Eleva
el pensamiento, al cielo sube. Por nada te acongojes, nada te turbe»
La
turbación comienza cuando la mirada se posa sólo sobre cosas terrenas. El alma
se ve intranquila. No hay paz interior. Busco, pero no encuentro. ¿Te ha pasado alguna vez? Si eres hombre de misa
dominical, de rosario y oraciones durante el día, y te pasa esto, no te
inquietes que es normal. La invitación de Jesús a través de Santa Teresa es
a elevar el pensamiento. Esto
significa dejar nuestra visión terrena del mundo para ver con los gafas de la fe
todo lo que sucede. Guerras, conflictos, odio, todo esto tiene lugar en el
corazón de Jesús. Abandona tus preocupaciones en Él. No te inquietes. Ocúpate
de presentarle tu oración a Dios y verás que Él se encargará. Una vez que lo
dejes todo en su corazón, te verás libre de las cosas terrenas y tendrás más
fuerzas para afrontar el mundo. Pero necesitas dejarlo todo en sus manos, eso
es fe, eso es confianza en Dios. Él es el dueño del universo, el creador,
déjaselo todo elevando tu mirada al cielo.
«Pero
él les dijo: ¿Por qué os turbáis,
y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y
mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos
como veis que yo tengo. » (Lucas
24:38-39)
NADA TE ESPANTE
«A
Jesucristo sigue con el pecho grande, y venga lo que venga nada te espante»
Nosotros
seguimos a Jesús. Nuestra esperanza está puesta sobre Él. Pero hay que tener coraje para ser católico.
No es fácil defender nuestra fe en una sociedad casi sin valores. No imponemos
una creencia, sino que iluminamos con la verdad las tinieblas del error. ¡Grande es nuestra misión! ¿Lo creemos así? Tener un pecho grande es
saberse en el camino correcto. Es tener valor para la lucha, que ciertamente
utiliza otras armas: el amor, el perdón, la verdad,
la fe… Por eso, cuando anuncies
a Cristo, no tengas miedo al qué dirán, a lo que piensen
los demás, porque es tu propio tesoro, es tu corazón lo que comunicas. Nada te espante, nada en la vida. El temor es
como la morfina, adormece y a veces paraliza. No necesitamos de morfina cuando
tenemos a Cristo. Con él podemos afrontar cualquier cosa. Venga lo que
venga nada me alejará del Señor. Es un don que hay que pedir. Nunca
termines tu oración sin pedirle a Dios este don, el donde de fortaleza.
«¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el
hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos
vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la
muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro
ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado
en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos
8:35.37-39)
TODO SE PASA
«¿Ves
la gloria del mundo? Es gloria vana. Nada tiene de estable, todo se pasa»
Mira a tu
alrededor, ¿qué ves? ¿Percibes la «gloria del
mundo»? Dinero, adquisiciones, compras y ventas, transacciones, fama,
éxito, reconocimiento, poder. Todo esto es gloria
vana. ¿De qué sirve? ¿Acaso se
puede llevar consigo después de morir? Todo esto perece, muere.
Imagínate luchar 80 años por la fama, por el éxito, por dinero y luego, al ya
poseerlo todo, morir. Trabajaste en vano, ¿qué
disfrutaste? Pues la gloria del mundo es vana por
esto mismo. No te sirve de mucho. En cambio luchar por la gloria eterna de estar junto a
Dios sí que tiene valor. Hay que quitarse el prejuicio de que ser católico es estar reprimido, no
ser libre, atado a leyes y normas que esclavizan. ¡Esa
es una mentira del porte de un buque! Mientras más cerca de Dios, más
libre serás. Mientras más desprendido de las cosas del mundo, más libre serás.
Mientras más alejado de las tentaciones del mal, más libre serás. ¡No hay por dónde perderse! Que la gloria vana te
sirva de ejemplo para buscar la gloria
celestial, esa gloria que sí vale
la pena luchar, esa gloria que aquí te hará feliz y se contagiará a los demás
sin tú saberlo.
«Porque momentáneamente y leves son los sufrimientos que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e insuperable de gloria; a nosotros que hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas » (2 Corintios 4:17-18)
DIOS NO SE MUDA
«Aspira
a lo celeste que siempre dura. Fiel y rico en promesas, Dios no se muda»
Suele
pensarse que Dios es como una fábrica de helados, que puedo amoldarlo a mis
propios gustos. Quiero una bolita de chocolate y una de frambuesa con chispas
de chocolate. Si no te dan lo que pides, no lo pagas y no te lo comes. Pues así
no es Dios. Dios es el Padre, y un papá no te da siempre lo que
quieres, te da lo que necesitas. Un
papá sabe qué es mejor para sus hijos, porque los conoce. Un papá porque ama a
sus hijos les corrige y les regaña de vez en cuando. Un papá quiere lo mejor
para su hijo. ¡Cuánto más Dios con nosotros! Pero
ahí vamos de nuevo queriendo que nos cumpla, que nos dé, que nos haga un
milagro, una y otra vez. ¡Espérate un poco, Dios no
es una fábrica a tu gusto! A veces te toca esperar porque alguien llega
antes que tú. Aunque creas que Dios está alejado de ti, que no te mira, debes
saber que Él es el más presente en
tu vida. Cada respiro tuyo está custodiado por Él. Confía en Dios.
Déjate moldear y corregir por Él. Siempre te dará lo que necesitas, no siempre
lo que quieras.
«…han olvidado aquella exhortación que se les dirige como a hijos: “Hijo
mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desalientes cuando él te
reprenda; porque el Señor corrige
a quien ama, y castiga a quien recibe como hijo”. Dios los trata como a
hijos y les hace soportar todo esto para que aprendan. Pues, ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija? »
(Hebreos 12:5-7)
LA PACIENCIA TODO LO
ALCANZA
«Ámala
cual merece bondad inmensa, pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y
fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza»
La
paciencia es un fruto del Espíritu Santo que hoy yace en el olvido. Y es que el
mundo con tanta tecnología e innovación nos hace todo express,
rápido, ¡ya! Eso de esperar no goza de mucha
fama. Se dice que la paciencia es la ciencia de la paz: estar en paz con uno
mismo, con los demás y con Dios. Es, también, esperar sin inquietud sabiendo
que todo llegará a su tiempo. Pero,
¡cuán difícil es esto! De nuevo el mismo
consejo: ¡hay que pedírselo al Señor! El
secreto está en pedirlo. No hay amor fino
sin la paciencia, no hay. Falta
paciencia en las parejas, en los matrimonios, en las relaciones de hermanos, en
el trabajo, en la vida religiosa. A todos nos hace falta la paciencia.
Con confianza y fe viva podemos tener la certeza de que todo lo
alcanzaremos. «Es que quisiera mejorar mi relación
con mi esposa…» ¡Paciencia! «Es que me gustaría cambiar mis
defectos…»¡Paciencia! «Es que ya no sé qué hacer con mi hermano que está muy
rebelde…» ¡Paciencia! Tener paciencia es importantísimo, claro, sin
descuidar la fe, la esperanza y el amor, pero siempre con paciencia.
«Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda
clase de pruebas, sabiendo que la
calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento;
pero la paciencia ha de ir
acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros
sin que dejéis nada que desear. Si alguno de vosotros está a falta de
sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en
cara, y se la dará. Pero que la
pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje
del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte» (Santiago 1:2-6)
QUIEN A DIOS TIENE NADA
LE FALTA
«Del
infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro nada le falta»
Aquí, dos
cosas que decir. La primera es que no nos podemos permitir que el pecado nos
obstaculice el llegar a Dios. ¡Jamás! El
pecado no nos debe hundir en el charco de la desesperación.
Si pecas, te arrepientes y te confiesas, y Dios te perdona, ¡y vuelves a empezar arrepentido de tus faltas! Pero
no te desanimes nunca. Hay una cosa que debes saber y que el Papa Francisco ha
dicho mucho: ¡Jamás dialogues con el demonio!
Así que levanta el rostro y camina que, si tienes
a Dios, el furor del mal no
penetrará en ti. Lo segundo es que para un católico Dios es su tesoro. Si
así lo crees, no buscarás jamás pepitas de oro en los ríos del mal. Imagina un
gran cofre lleno de joyas y perlas preciosas, pues mucho mayor que eso es Dios
para nosotros. ¡Dios es lo máximo! Venga lo
que venga estará en Él mi felicidad. Y nada
me falta, no tengo nada que
envidiarle a otros, más aún, este tesoro que es Dios se puede compartir con todos y
jamás se agota. Con un tesoro así, ¿quién no sería
feliz? No es fábula ni cuento, es real. Siendo Dios su tesoro, nada le
falta.
«No amontonen tesoros en esta
tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y
donde los ladrones perforan los muros y roban. Amontonen mejor tesoros en el cielo… Porque donde está tu tesoro, allí
estará también tu corazón.» (Mateo
6:19-21)
¡SÓLO DIOS BASTA!
«Id,
pues, bienes del mundo; id, dichas vanas. Aunque todo lo pierda, ¡sólo Dios
basta!»
Pregúntate
dónde están tus seguridades, ¿en el banco, en la
empresa, en mi fama, en mi dinero? Ya hablamos que todo esto se pasa. Si
vivieras en la calle, sin nada, sin teléfono, sin ropa de lujo, sin
comodidades, ¿seguirías amando a Dios? ¡Eso
es! Aunque todo lo pierdas deberías seguir fiel al Señor. Pero
a veces tenemos un pie en la Iglesia y el otro en las cosas del mundo. Hay que
dar el paso definitivo. Cuando nuestra única seguridad es el amor de Dios las
cosas cambian, se transforman. ¡Qué me importan las
cosas materiales, si tengo esto o lo otro, mi único bien está en el
Señor! Sólo Dios basta, sólo Dios llena el corazón,
sólo Dios te da la plenitud. ¿Tan difícil es
entender esto? ¡Dios mío, pero es que Dios nos lo da todo, todo! Y aun
así reclamamos. Ponerse las gafas de la fe y dar el paso que nos falta hacia
Dios es ahora nuestra tarea. ¡Decídete ya!
«Y más aún: juzgo que todo
es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo… No que lo tenga ya
conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo
alcanzarlo, habiendo sido yo mismo
alcanzado por Cristo Jesús.» (Filipenses
3:8.12)
Que estos
7 consejos de Santa Teresa de Jesús nos ayuden a ver las pequeñas cosas de la
vida, lo que realmente importa, a fijar la mirada en Dios hacia lo alto. El
católico se mantiene firme a su fe porque se sabe amado por Dios, ha
experimentado su misericordia y le ve a través de los hermanos. Si nuestra
visión se convirtiera a Dios, haríamos de este otro mundo. Alegrémonos de ser
instrumentos del Señor. Mantengamos la fe viva, la esperanza constante y el
amor ardiente; y digamos con Santa Teresa: Nada
te turbe, nada te espante. Todo se pasa Dios no se muda. La paciencia todo lo
alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta.
Este artículo ha sido escrito
por H. Edgar Henríquez Carrasco, LC
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