LUDOVIC ERA ADICTO A LAS DROGAS Y LLEGÓ A PASAR POR LA CÁRCEL. LA INVITACIÓN DE UNOS JÓVENES DE LA PARROQUIA CAMBIÓ SU VIDA.
LUDOVIC SINTIÓ UN FUERTE CALOR: «NO TENGO NADA PARA DARTE, SOLO MIS
ADICCIONES, TÓMALAS»
Divorcios, adicciones, la
cárcel... La vida de Ludovic ha estado marcada por momentos de grandes
sufrimientos que le llevaron
a desesperar. Un folleto para acudir a un retiro iba a ser el principio del
cambio. Découvrir Dieu le ha entrevistado.
Ludovic tiene hoy 59 años y hace
quince vivía inmerso en un infierno. "Yo
trabajaba y buscaba todas las cosas que ofrece este mundo: alcohol,
drogas, dinero, relaciones... Vivía sin ningún sentido,
me casé tres veces, tuve dos hijos", relata.
DIME
SI EXISTES
Hasta que un día la cosa se hace
más seria y Ludovic se ve en problemas con la Justicia. "Estaba encarcelado y todo se había
derrumbado, era la nada... Tenía la sensación de que mi vida corría hacia la
muerte: nada tenía sentido y
no veía cómo reconstruirla de nuevo", afirma.
El último día de su condena,
Ludovic le preguntó gritando a Dios si existía. "Liberado ya de cualquier condena, después de seis
meses, alquilo un apartamento. Cojo esta casa estando desempleado y sigo
viviendo con mis adicciones. Hasta que un día, unos jóvenes de una
parroquia cercana llamaron a mi puerta y me dieron un folleto:
era algo que personalmente necesitaba", confiesa.
Y Ludovic quiso responder a este
folleto. "Fui a una iglesia... no tenía nada
más que hacer... Y pude encontrarme con un sacerdote que me acogió, que me
abrió los brazos y que estuvo ahí para escucharme, sin ningún
prejuicio. Era la primera vez que podía contar a alguien lo que estaba
atravesando en mi vida, las dificultades que tenía y
la situación en la que me encontraba", relata.
UNA
CONFESIÓN ESPECIAL
El sacerdote le sugiere que se
inscriba en un curso que tenían en la parroquia, para conocer
gente. Sin embargo, no le interesaba mucho aquello. "Durante
todo este tiempo, no contesté a nada que
tuviera que ver con fe o la Iglesia. Lo único que me gustaba era que teníamos
una comida a la semana y que el vino estaba bueno", explica.
"Fui a una
iglesia... Y un sacerdote me acogió y estuvo ahí para escucharme, sin
prejuicios".
Llega el verano y la iglesia se
vacía. "Estoy solo en mi apartamento y, por casualidad, me encuentro
con otro folleto, que me invitaba a una reunión cristiana que estaba teniendo
lugar en Saint-Laurent-sur-Sèvre. No tenía medios para ir, pero,
al final, conseguí pasar una semana allí", comenta.
Ludovic había salido de una vida
difícil, pero controlada, a un mundo totalmente desconocido. "Me encontré entre mucha gente y pasé tres
días llorando antes de poder hablar con un sacerdote. Allí me confesé
y pude preguntarle todas las dudas que tenía. Poco a poco, deposité allí toda
esa carga pesada y encontré la alegría interior", afirma.
"LE
DEVOLVÍ TODO"
Esa misma tarde, Ludovic estaba
en el retiro tomando café, cuando siente algo muy especial. "Siento una presencia interior que me
consume por completo: un calor intenso que nunca había
sentido. Alguien interiormente me dice que me ama. Era la primera vez que sentía un amor intenso. Le
respondo que sí y le ofrezco todas mis adicciones y
dependencias. Ese día le dije: 'No tengo nada para darte, solo el alcohol, mi
tabaco...'. Y, le doy todo", confiesa.
Ludovic no entiende mucho lo que
está ocurriendo. Al día siguiente, que era domingo, una misa concluye el
retiro. "Tomé mi tren de regreso un poco
preocupado por lo que iba a pasar, no tenía nada, no podía comprar
comida, tabaco... Podía quedar todavía alcohol en mi apartamento, pero yo
le había entregado a Él todas mis adicciones. Desde entonces, no bebo,
no fumo… Le devolví todo", asegura.
Desde ese momento, Ludovic renace
y comienza una nueva vida. "Pude reconstruir
mi vida con Cristo, con Dios. Hoy, diez años después, tengo la
certeza de que Él respondió a mi llamada. He podido construir mi vida, poner en
su lugar todo lo que estaba mal. También he podido arreglarme conmigo, porque
si no aprendía a quererme, no podía perdonar a las personas que
había dañado. Mis hijos, por ejemplo, con los que pude reconstruir el
trato", afirma.
Sin embargo, Dios, le guardaba un
último regalo. "Él no se olvida de nosotros y
respondió a otra llamada. En 2019, en un viaje parroquial en el que participé,
quise dar mi testimonio. Y, aquello, me permitió conocer a mi esposa.
Ahora sé que Él está presente, y que estaba presente antes en mi vida,
pero que no lo veía, porque todas aquellas dependencias ocupaban el espacio. Él
fue capaz de sumergirse en mí. Cada día trato de averiguar cómo quiere que le
devuelva todo el bien que me ha dado. Sólo puedo dar gracias por
eso, porque Él respondió a mi llamado", concluye.
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