Hay personas que son auténticos bancos de prueba para la virtud de los demás, que tienen patentado su peculiar sistema métrico para registrar los grados de aguante del vecino.
Siempre hay un
reparo que levantar ante las mejores acciones.
Siempre hay un
«pero» con que rebajar las más altas virtudes.
Siempre hay una
duda con que dejar en el aire las mejores intenciones.
Siempre hay una
interpretación torcida frente a una conciencia recta.
Siempre hay una
imprudencia en los gestos valientes.
Siempre hay una
debilidad en la superación elegante de las pequeñas miserias cotidianas.
Siempre hay alguna
baba sucia de calumnias con que mancillar las famas mas limpias.
¿Será que proyectamos nuestra propia miseria al exterior para tratar
de librarnos de ella fustigándola en los demás?
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