ITZEL PRACTICABA LA WICCA CUANDO SINTIÓ QUE ALGO SE LE METÍA DENTRO
LA JOVEN MEXICANA SUFRIÓ UNA POSESIÓN EN 2021,
GRACIAS AL SANTUARIO DE GUADALUPE PUDO SANAR Y ENCONTRARSE CON DIOS.
Itzel era una joven mexicana que
acababa de terminar sus estudios con notas excelentes, había hecho, incluso, un
master. Sin embargo, cuando llamaba a las puertas de las empresas, nadie le daba trabajo. En ese ambiente de frustración decidió
acudir a hacerse una limpia a un lugar donde hacían wicca (disciplina vinculada con
la brujería y el esoterismo).
A partir de ahí, todo se torció. En el establecimiento le hablaron maravillas
de esta práctica en la que están presentes elementos de la naturaleza, hadas… A Itzel le gustó tanto lo que
ahí se hacía, que quiso quedarse a aprender.
El portal mexicano Desde la Fe ha
contado recientemente su impresionante testimonio.
ALGO
ENTRÓ EN ELLA
Poco después de que la joven
empezara a conocer más de fondo la wicca, empezó a dedicarse a ella a tiempo
completo. Cobraba por leer oráculos, hacia sanaciones,
limpias y demás. Económicamente comenzó a irle muy bien.
Había encontrado el trabajo y los ingresos que estaba buscando.
Itzel se dedicaría a esta
práctica durante más de seis años. Hasta que a finales de agosto de 2021, una
madrugada, mientras dormía, sintió que algo se le metía de pronto en el cuerpo. Se levantó, fue a
ver a su madre, se lo contó, peo ahí quedó la cosa.
Al día siguiente, Itzel habló con
su padre y le dijo que se sentía muy mal, le explicó lo que había pasado durante la
madrugada. Su padre no entendía nada, pero creía a su hija, por el estado en el
que esta se encontraba. La llevó a una persona que se dedicaba a cosas
esotéricas, quien les dio una respuesta tajante: "La
chica tiene una posesión demoniaca".
«PREFIERO
LA LUZ»
La joven no creyó a esa persona,
pero por la noche, estando despierta, su situación empeoró, y empezó a escuchar una voz. Perdió el
control de su cuerpo, le daban una especie de ataques epilépticos y arrojaba un
vómito blanco y espumoso por la boca.
La voz le decía: «¿Quieres una casa? ¿Quieres un coche? ¿Te gustaría tener
mucho dinero?». Itzel, muy asustada, le
respondió que no. La voz,
entonces, le volvió a preguntar: «¿Quieres lo que
te ofrezco, o prefieres la luz?». Itzel, que era completamente ajena a las cosas de la Iglesia, le contestó que prefería la luz. La respuesta de
Itzel (en maya quiere decir «lucero del atardecer») no iba a agradar a la voz.
La situación se complicó un
poco más.
"¿Quieres lo que
te ofrezco o prefieres la luz?", escuchó la joven que le decía la voz.
Aquella misma noche, Itzel iba a
sentir una auténtica tortura, recibiría patadas por todo el cuerpo. "Deduzco que eran varios los que me pateaban, porque
la orden que la voz dio fue: '¡Péguenla'", comenta la
joven. Tras aquella paliza su cuerpo se llenó de moratones. Itzel, atemorizada,
tiró todas sus cosas de la wicca: calderos, cartas
y todo lo que había comprado.
EN
LAS MANOS DE MARÍA
Pero, en las siguientes noches,
las agresiones iban a ser más violentas. "Sentía
que me quemaban, violaban y crucificaban. Las órdenes que daba aquella voz
decían: 'Quemen al pececito'", asegura la joven. Itzel cuenta que su madre llegó
un día a escuchar esa misma voz.
Itzel recuerda dos noches
especialmente difíciles. En una de ellas se puso a rezar, y cuando giró la
cabeza vio que había una sombra con cuernos.
Cerró los ojos, respiró hondo, volvió a mirar y vio que los cuernos eran como
los de uno de los dioses que participaban en la wicca.
En la segunda noche, iba a sentir
que la ahorcaban y, mientras eso ocurría, la voz le dijo: "Te voy a matar ahora".
"Pero, esa vez, yo misma le ordené: 'Sí, mátame'. Me giré para ver un
cuadro de la Virgen, que mi madre tenía colgado en la pared, y le dije a Ella: 'Me
pongo en tus manos, virgencita. Si voy a morir ahora, está bien;
pero que sea en tus manos'. Y la agresión comenzó a remitir", relata
Itzel.
«¿PARA
QUÉ LE REZAS?»
La joven vivía muy cerca
del Santuario de la Virgen de Guadalupe, por
lo que un día decidió acudir a allí. "Me
dirigí inmediatamente a Capuchinas (uno de los templos del complejo),
pero no pude estar y me salí. Estuve caminando, no podía
permanecer en ningún lado. Decidí, entonces, ir por el Jardín de las
Bienaventuranzas, y me coloqué frente a la estatua de Cristo Rey. Me arrodillé,
me puse a llorar y le dije que me ayudara, que me
perdonara", comenta.
La joven visitó
Guadalupe pero la posesión no le permitía entrar en ninguno de los templos.
A los pies de Cristo Rey era el
único lugar donde Itzel se sentía segura.
Sin embargo, estando allí arrodillada, volvió a oír la voz, que le decía: "Tú ya estás del lado del infierno, ¿para
qué le rezas a Él?". Así que la joven le pidió con más
fuerza: "¡Ayúdame, por favor!".
A raíz de aquello, los días
siguientes se le pusieron los ojos como si tuviera
hepatitis, pero en lugar de amarillo, en rojo. Su padre, preocupado,
fue de un lado a otro tratando de conseguir ayuda. Todo era inútil, hasta que le hablaron de un
sacerdote que estaba allí mismo, en el complejo de Guadalupe.
«NO
CONSIGO NADA»
Pero, para entonces, Itzel
ya no podía dormir,
no comía, y la voz le seguía diciendo todo el tiempo "majaderías". Su padre decidió citarle con
el sacerdote que le habían recomendado. La joven acudió y le contó todo lo
que le ocurría. "Mientras hablaba con el padre
comencé a retorcerme y a vomitar blanco. Así que él me derivó a un
exorcista", explica Itzel.
Cuando la joven se encontró con
el segundo sacerdote, este empezó a hacerle preguntas sobre su vida. "Mientras le hablaba de la wicca, el padre corrió
hacia a mí y comenzó a rezar. De pronto, ya no supe nada de mí. Cuando
reaccioné, me estaba retorciendo", confiesa. El sacerdote siguió
rezando y comenzó a calmarse.
Desde aquel momento, la joven
acude regularmente a encontrarse con el sacerdote. "Recuerdo
en una ocasión, que iba de camino a verlo, escuché nuevamente la voz, que
decía: 'Estoy siempre peleando con esta y no consigo nada'". Aunque siguieron las
agresiones por algún tiempo, poco a poco comenzaron a desaparecer.
"Ahora voy a
la iglesia todos los domingos, rezo diariamente el Rosario y la coronilla de la
Divina misericordia… Mi vida es como un renacer", comenta. Itzel, a día de hoy, llora de emoción muchas veces al recordar
aquellos momentos en el que la imagen de la Virgen, y de su
hijo, le salvaron la vida.
Artículo publicado
originalmente en Cari Filii.
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