Lo que he dicho anteriormente respecto al papa me lleva a preguntarme: ¿qué es lo que hace que el papa tenga esa autoridad para determinar qué es de fe, qué no lo es, y para aclarar e interpretar esa fe?
¿Tiene esa capacidad por haber recibido un sacramento? No, el
papado nunca fue un sacramento.
Sin ser
un sacramento, ¿se produce una transformación de la persona? La respuesta es no. Ser
designado para el pontificado no implica metamorfosis alguna en la persona.
El papado
es una función.
Con razón se habla de que al papa se lo designa. Uno es papa desde el mismo
instante en que acepta su elección canónica. Es decir, es algo inmediato, no
hay que hacer una oración, no hay que imponer manos. No hay una transferencia
de nada. La persona sigue siendo la misma, solo que ahora ejerce una función.
Y lo que
nos enseña la fe de la Santa Iglesia es que Dios le iluminará para ejercer esa
función. Por lo tanto esa ayuda es algo externo. La inerrancia
al determinar algo ex cathedra no viene de su corazón, no viene del seno de sus
propias capacidades intelectuales, sino de la ayuda externa, de la iluminación
de lo alto. Esa ayuda no está limitada solo a los momentos en que habla ex cathedra. Mientras ejerza esa función, Dios
le dará ayudas como inmensas porque toda la Iglesia ora por él, porque
interceden por el los santos; pero, sobre todo, porque, aunque nadie orara por
él, Dios se ha comprometido a que dentro de la Iglesia el recurso último de
defensa de la ortodoxia nunca pueda fallar cuando ata y desata algo en materia
de fe de forma absoluta: “Esto es así, y punto”. En
esos momentos supremos de ejercicio de la autoridad como determinator ultimus
él no ofrece una opinión ni una probabilidad ni una hipótesis. Si el
último recurso pudiera equivocarse en el dogma, ya no sería el último recurso.
Dios podría haber creado una Iglesia sin último recurso infalible de ortodoxia,
pero quiso conceder este don a la Iglesia.
Repito
que, aunque el compromiso divino sea cuando se declara un dogma, la ayuda
existe también en su labor magisterial fuera del dogma. Ayuda es en un caso,
ayuda es en otro caso. Lo único que cambia es el compromiso de Dios: la
seguridad que nos da de que será infalible.
Algunos
no han comprendido en qué consiste esta ayuda del cielo al papa, y no atienden
con respeto filial al magisterio ordinario. Despreciar el magisterio ordinario
por el hecho de no ser dogma es no entender que la ayuda del cielo viene en un
caso y en otro. Al papa hay que escucharle con sumo respeto cuando da un sermón
a la gendarmería pontificia en la Capilla de Santa Marta, y cuando habla
privadamente a una persona durante una cena. No nos damos cuenta de lo
impresionante que es esa asistencia, la cual no actúa por horas o a ratos.
Cierto
que no existe el compromiso divino fuera de la declaración de los dogmas,
cierto que en una conversación privada se puede equivocar el papa. ¿Por qué? Porque lo humano
puede prevalecer sobre la ayuda del cielo. Sí, la soberbia, la tozudez,
los prejuicios pueden prevalecer en cualquier papa por rodeado de ángeles que
se halle. Pero no es lo mismo el error in
gobernando que el error in determinando. De hecho, si comprendemos lo
que es esta ayuda del cielo, nos veremos obligados a reconocer que la ayuda
divina se da en los dos campos.
¿Cabe
el error al gobernar? Sí, pero
nadie tiene ayuda como el papa incluso para gobernar, no solo para determinar
la verdadera doctrina. ¿Ha habido, hay y habrá errores
en este segundo campo del gobierno? Sí, sin duda. Pero nadie, ¡nadie!, siente la brisa del Espíritu como el vicario
de Cristo en la tierra.
Como se
ve, la infalibilidad del papa tiene muchas más repercusiones de lo que puede
parecer. Esa infalibilidad es ayuda, inspiración, brisa del Paráclito. Luego esa
acción se derrama en todos los campos en los que actúa cualquier vicario de
Cristo que ha habido en la historia. Nos sorprendería saber cuánto ha actuado
Dios incluso en los peores papas.
P. FORTEA
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