Un hombre alado o ángel es el símbolo de su evangelio.
Por: Alejandro E. Pomar | Fuente: La Biblia on line
"Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que
estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: ´Sígueme´. Él
se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron
muchos publicanos y pecadores y se sentaron a comer con él y sus
discípulos" (Mt. 9, 9).
Así narra Mateo su propia vocación. El episodio, que concluye con una célebre
frase de Jesús "No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores" (Mt. 9, 13) aparece también en los
otros dos sinópticos, pero protagonizado por Leví. Marcos especifica: "Leví, hijo de Alfeo" (cfr. Mc. 2,
14ss); Lucas, por su parte, subraya que la comida era "un
gran banquete" que "Leví ofreció a
Jesús... en su casa" (cfr. Lc 5, 27ss). Leví y Mateo, sin lugar a
dudas, son la misma persona.
Su condición de recaudador de impuestos ha sido recogida en la iconografía del
Apóstol. De ella provienen algunos de los atributos que en ocasiones lo
identifican: una bolsa de dinero o un tablero de contar. Es el patrono de los
banqueros, financistas, cambistas, agentes del fisco...
El trabajo a que se dedicaba al ser llamado por el Señor, y el hecho de haber
tenido a Jesús como invitado a su mesa, son también aludidos en la Liturgia de
su fiesta (que se celebra el 21 de septiembre). Así, en la Oración Colecta, se
señala que Dios, en su "inexpresable
misericordia", se dignó "elegir a
san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol". En
la Oración Postcomunión se hace referencia al "gozo
salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al
Salvador". En el himno de Laudes, "Præclara
Qua", rezamos: "Oh Mateo, ¡qué
riquezas tan grandes te prepara el Señor, que te llamó cuando estabas (...)
apegado a las monedas! / A impulsos de tu amor ardiente te apresuras a recibir
al Maestro (...)".
Tras ese llamado, nada sabemos de Mateo por la Escritura. Sólo vuelve a
aparecer en las listas de los Doce. Es el octavo en la enumeración de los
Hechos de los Apóstoles y en la del mismo Mateo (que cuando se nombra a sí
mismo aclara: "Mateo, el publicano"),
y el séptimo en la lista de Marcos y en la de Lucas.
Según varias fuentes apócrifas, no siempre coincidentes en los detalles,
predicó la Palabra de Dios entre los partos y los persas, pero sobre todo en
Etiopía: allí triunfó sobre dos magos que se hacían
adorar como dioses, venció a los dragones que los acompañaban, y después
resucitó a la hija del rey Egipo (o Hegesipo). Por oponerse al
matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, que se había hecho
cristiana por la predicación del Apóstol, sufrió el martirio. Fue muerto a filo
de espada, según la tradición, cuando oraba después de misa al pie del altar.
Esto le vale otro de sus atributos, la espada de su martirio, que a veces se
transforma en alabarda o en hacha.
Pero el dato principal sobre Mateo es que es el autor del primer Evangelio,
como ya lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis (95-165), citado por Eusebio
en su Historia Eclesiástica: "Mateo ordenó (compuso)
las palabras (logia) del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo)
luego como pudo". En efecto, este
Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre todo a los judíos. La Liturgia
aplica a San Mateo, Apóstol y Evangelista, estas palabras bíblicas: "Era un escriba versado en la Ley de Moisés que
había dado Yahvé, Dios de Israel. (...) ¡La mano bondadosa de su Dios estaba
con él! (...) Había aplicado su corazón a
escrutar la Ley de Yahvé, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los
preceptos y las normas" (cfr. Esd. 7, 6-10).
En tanto que Evangelista, de un modo genérico, Mateo es representado con un
libro o un rollo. Pero cada Evangelista tiene un símbolo especial, inspirado en
la visión de "los cuatro seres vivientes"
que nos trae el profeta Ezequiel (Ez. 1, 4ss) y que recoge el
Apocalipsis: «El primer Ser Viviente era semejante
a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto
era semejante a un águila en pleno vuelo. Cada uno de los cuatro Seres
Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y
repetían sin cesar, día y noche: "Santo, santo, santo es el Señor Dios, el
Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá"» (Apoc. 4,
6ss).
A Mateo le corresponde el "rostro humano"
mencionado en tercer lugar por el Apocalipsis -y en primer lugar por
Ezequiel (1, 10)-; por ello, un hombre alado (o ángel) es el símbolo de su
Evangelio. A veces se representa a San Mateo escribiendo, acompañado justamente
por una figura de un hombre alado. San Jerónimo fue quien fijó este simbolismo.
A Mateo le corresponde el hombre por comenzar su evangelio narrando la
genealogía
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