martes, 20 de septiembre de 2022

¿SABES REZAR A LA TRINIDAD? 4 PASOS PARA ENTENDER AL PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO

 ¿Cómo debemos rezar? Si Cristo nos ha revelado la Santísima Trinidad, que es la identidad más profunda de Dios, ¿cómo debemos incluir a cada una de las Personas Divinas en nuestra oración?

Partamos de lo teológico. Me parece que no es exagerado afirmar que toda la vida cristiana se edifica sobre un hecho fundamental: Dios se nos ha dado y nos invita a responder a su donación. Este intercambio amoroso con la Santísima Trinidad tiene lugar ya en esta tierra, pues por el bautismo somos hechos nuevas criaturas en Cristo.

Se trata de una nueva vida, que lleva en sí misma la tendencia a crecer y a desarrollarse hasta llegar a su plenitud en la vida del cielo. San Pablo nos ha dejado claro que el Espíritu habita en el alma en gracia, derramando en ella sus dones. Sobre todo, la caridad que nos impulsa a gastar la vida por amor en las tareas de cada jornada. Bajo la moción del Espíritu, la vida interior del cristiano se va edificando sobre la realidad de su filiación divina en Cristo.

1. HABITAR EN LA INTIMIDAD DE DIOS

Nos dice el mismo san Pablo en Efesios, que quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina.

Dios se nos da a conocer mostrándonos su casa, que es su intimidad: un Dios en tres Personas. Para que tú y yo podamos conocerle no solamente externamente por las obras de su Creación, sino también cómo es Dios por dentro. Esta meditación lo explica muy bien.

¿Cómo entonces podemos incluir a la Santísima Trinidad en nuestra oración, en la individualidad de las Divinas Personas? ¡Vamos a investigar en las mismas fuentes!

2. DESCUBRIR A DIOS EN LA LITURGIA

No sé si sabes, pero la liturgia es el modelo seguro sobre el que basar la piedad personal. Ahora bien, el objeto de la liturgia es la glorificación de la Trinidad. Este fue también el centro de la vida y de la muerte de Jesús: dar gloria al Padre mediante su obediencia y entrega.

Siguiendo el comportamiento de Cristo, la liturgia tiene estructura esencialmente trinitaria. Partiendo desde la Santa Misa, que es acción divina, trinitaria, no humana; el sacerdote que celebra sirve al designio del Señor, se dirige al Padre prestando su cuerpo y su voz; pero no obra en nombre propio, sino en la Persona de Cristo, y en nombre de Cristo, a través del Espíritu Santo.

En la liturgia, el bautismo se administra en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; las oraciones se dirigen al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Todas las celebraciones de los sacramentos y sacramentales manifiestan explícitamente que la salvación viene de la Trinidad y culmina en la unión con la Trinidad.

Así podemos afirmar que la piedad de cualquier cristiano debe tener estructura trinitaria.

De hecho, la prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abbá, Padre. Es lo que, en definitiva, hacemos en todo acto litúrgico.

3. SER DÓCILES AL ESPÍRITU SANTO

La liturgia llama al Espíritu Santo «dulce huésped del alma». A Él le debemos todo en nuestra vida interior. También la inhabitación trinitaria, es decir, que las tres Personas de la Santísima Trinidad habitan en nuestra alma, cuando estamos en gracia.

De hecho, es el Espíritu Santo quien nos infunde la gracia, nos une con Cristo, opera nuestra santificación. Por eso decimos que el Espíritu Santo edifica la Iglesia. De ahí la fuerza con que los autores espirituales insisten en la docilidad al Espíritu Santo, que es enviado a nuestros corazones para llenarlos de caridad.

Es el Espíritu Santo el que nos lleva a tratar a cada una de las personas divinas. Él actúa eficazmente en nuestros corazones. Decía san Basilio Magno:

«Por el Espíritu Santo se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna» (Catecismo 736).

Esta meditación nos enseña cómo tratar y ser dóciles al Espíritu Divino en orden a nuestra santidad.

4. APRENDER DE LA ORACIÓN DE LOS SANTOS

Si partimos de la oración vocal, podemos encontrar que el Gloria es la oración Trinitaria por preferencia. Es un desarrollo de la fórmula bautismal trinitaria a la que se le añadió al final la cláusula por los siglos de los siglos, muy usada entre los hebreos en la época de los apóstoles. La usamos con mucha frecuencia en las estaciones, rosario, etc.

Pero hay otra oración vocal que es muy utilizada, se llama Trisagio Angélico, y se usa para adorar a la Santísima Trinidad. Tiene su origen en Oriente hacia el siglo V y se extendió muy pronto por toda la cristiandad.

Por ejemplo, el Padre San Pío de Pietrelcina exhortaba a sus fieles a tener gran devoción a la Santísima Trinidad, especialmente el rezo del Trisagio, y la famosa monja española, Madre Esperanza de Jesús Alhama, fundadora de las Esclavas e Hijos del Amor Misericordioso, también lo rezaba diariamente, y cuando surgía algún problema o se veían en alguna necesidad, inmediatamente comenzaba el rezo del Trisagio con todas sus monjas y mandaba también que se recitara en todas sus Casas y durante largas temporadas.

San Antonio María Claret decía que «la salvación de España se cifraba en tres devociones: el Trisagio, el Santísimo Sacramento y el Rosario».

La hermana Lucía de Fátima, durante su estancia en Pontevedra, en junio de 1929, tuvo una visión de la Santísima Trinidad e igualmente era muy amante de rezar el Trisagio.

¿CÓMO TRATAR A LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA ORACIÓN?

De su vida personal san Josemaría nos da luces. Tal vez resulte un poco místico, pero tienen mucho sentido:

«Si amamos a Cristo con divino atrevimiento nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó en su Costado, se cumplirá la promesa del Maestro: cualquiera que me ama, observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él».

 Y cuando se busca con sinceridad, en la oración mental, ese trato con el Espíritu Santo, esto es lo que sucede:

 «(…) el corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales!».

¡Fabuloso!, ¿verdad? Pero vamos paso a paso, para comenzar, la devoción a la Santísima Trinidad se traduce en un empeño amoroso por identificarnos con Jesús. Nos lleva a contemplar su vida, a vivir como hijos de Dios.

Escrito por: Padre Juan Carlos Vásconez

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