Memoria Litúrgicao, 23 de septiembre.
Por: Vatican.va | Fuente: Vatican.va
UN HUMILDE FRAILE
QUE ORA
Martirologio Romano:
San Pío de
Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores
Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a
la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes,
mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en
este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado (†
1968)
Fecha de
beatificación: 2 de mayo de 1999 por S.S.
Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de junio de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Breve
Biografía
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la
cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su
sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por
medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el
seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto
que hubiera podido decir “con Cristo estoy
crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,
19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con
especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y
mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa
multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de
1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de
María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre
de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la
Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de
la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo
mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el
año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de
1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en
Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En
septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y
permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud
la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial
que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección
espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la
celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era
aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la
misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y
las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el
5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la
fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la
noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros
buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre
el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la
voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era
solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que
infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que
se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la
caridad era el principio inspirador de su jornada: amar
a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la
caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de
50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su
confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el
convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la
gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y
en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a
ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba
a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a
todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su
camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor.
Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó
los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio
sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante
acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de
Dios, de sus directores espirituales y de la propia conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la
templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad
y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó
con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus
superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la
intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el
espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes
terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran
predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en
todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno
de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del
mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile
que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los
últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió
preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus
funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su
muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina,
dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué
clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era
un filósofo? ¿Por qué era un sabio? ¿Por qué tenía medios a su disposición?
Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y
era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro
Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus
virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de
las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros
creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo
el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en
la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los
Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para
iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las
circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre
de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la
Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de
diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la
validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el
Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio
de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado
positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de
la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres
Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las
virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue
promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al
Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno
(Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el
Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio
de 1996 a junio de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación
para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de
junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de
octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de
Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se
promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística
en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica
declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de
Pietrelcina, estableciendo el 23 de
septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha
presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella
de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso
canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia?Vieste
del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la
documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22
de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los
Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular
de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de
Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha
promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó
el Decreto sobre la canonización.
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