¿Qué pensamos nosotros del acto de traición de Judas?
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y
homilías del Padre Nicolás Schwizer
Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará Muy entristecidos, se
pusieron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo,
Señor? Él respondió: El que ha mojado conmigo la
mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito
de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le
valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces
preguntó Judas, el que iba a entregarle: ¿Soy yo acaso, Rabbí? Dícele: Sí, tú lo has dicho.
La traición de Judas Iscariote nos parece una acción totalmente repugnante. Y
nos cuesta entender el misterio de ese hombre. ¿Qué
motivos tenía para traicionar a su Maestro?
Fue elegido, un día, por Jesús para formar parte del círculo más íntimo de sus
amigos. Lo acompañó durante su vida pública. Escuchó sus enseñanzas. Vio sus
innumerables milagros. Y sin embargo lo entrega por treinta monedas. ¿Qué habrá pasado en ese hombre para llegar a tal
extremo?
No se sabe con seguridad cuáles han sido los motivos de su traición. Unos
piensan que ha sido por codicia. Según el Evangelio de San Juan, él estaba
encargado de la bolsa común y los demás apóstoles sospechaban que era un
ladrón. Pero, por otra parte, treinta monedas era muy poco dinero en aquel
tiempo. Sabemos también que Judas, cuando supo que Jesús había sido condenado,
se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas a los sumos
sacerdotes.
Otros piensan que Judas se sintió defraudado por su Maestro: Jesús no era lo que él esperaba. Él esperaba una
liberación de su pueblo del yugo de los romanos, esperaba a un Mesías político.
Los demás apóstoles tenían también ambiciones humanas, pero en su
contacto con Jesús, lograron purificar su fe. Judas no consiguió eso y la
traición fue su manera de vengarse.
De todos modos, es muy difícil penetrar en el misterio de ese hombre y de su
acción: misterio de la debilidad y la maldad humana
Como contraste, tenemos que ver la actitud de Jesús frente a Judas. Más de un
año antes de estos sucesos, el Señor le advierte a Judas: “Yo mismo los elegí a ustedes los doce, y sin embargo uno
de ustedes es un demonio” (Jn 6, 70).
Después, cuando se acerca el momento, un acto de humillación profunda frente a
aquel que está a punto de traicionarlo: “Se levantó
mientras cenaba, echó agua en un recipiente y empezó a lavarles los pies a sus
discípulos” (Jn 13, 4s) - y sabemos que Judas estaba entre ellos.
Y enseguida una segunda advertencia ante los doce: “Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar... El Hijo del Hombre se va como
está escrito de él; pero ay del que va a entregar al Hijo del Hombre, más le
valdría no haber nacido”. Y cuando Judas le pregunta, si está hablando
de él, Jesús se lo confirma.
Y, finalmente cuando Judas consuma su traición con un beso, el Señor le
pregunta: “Amigo, ¿a qué vienes? ¿Con un beso
traicionas al Hijo del Hombre?” (Mt 26, 40; Lc 22, 48). Hasta el final,
Jesús lo considera amigo...
Por una parte, Jesús -por todos los medios- trata de salvar a Judas, de
detenerlo a tiempo. Por otra parte, quiere aceptar y cumplir la voluntad del
Padre en todo.
Queridos hermanos, ¿Y nosotros? ¿Tenemos motivos
para indignarnos contra Judas, motivos de condenarlo?
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