El sector turístico podría ser, en un futuro de paz, una atracción posible y provechosa.
Por: S.E. Mons. Agostino MARCHETTO | Fuente:
www.vatican.va
En esta línea, y atendiendo a las particulares circunstancias de los
Países que Ustedes aquí representan, creo importante detenernos en el papel que
el turismo puede jugar en la misión “evangelizadora”
de la Iglesia. Abordar la Pastoral del Turismo desde este aspecto, por
otro lado, hace más fácil insertarla en el conjunto de la pastoral ordinaria de
la Diócesis, de las Eparquías, de las Parroquias. De este modo, la Pastoral del
Turismo dejará de ser algo marginal, un servicio puramente fuera de la
comunidad local, casi un esfuerzo que se realiza robando recursos y tiempo a
sus propias necesidades.
Sin duda el tema central que deberá presidir la Pastoral del Turismo en estos
vuestro Países es el de la acogida. Para las Orientaciones la acogida es “el
núcleo central de la Pastoral del Turismo” en general. “Su
expresión más profunda” es la acogida de los turistas en la celebración
eucarística. No voy a recordar aquí la riqueza teológica y eclesiológica que
envuelve la celebración eucarística. Me limito a sugerir que es precisamente de
esta riqueza de donde deben derivarse los principios pastorales fundamentales
para la acogida de los turistas, y esto es fundamental, también, para la
aceptación de esta pastoral específica en el contexto territorial de la
ordinaria
Incorporar en el seno la comunidad del lugar, aunque sea de modo transitorio, a
hermanos y hermanas de otra lengua, de otra cultura, de otros horizontes
sociales, pero de una misma fe, significa para ella una apertura a la
universalidad. El esfuerzo que sus miembros tendrán que hacer para comprender a
los visitantes – para comprenderlos no sólo a través de la diferencia de lengua
– es un estímulo para reflexionar sobre la propia fe y para descubrir nuevas
formas de su expresión. Al incorporar a la celebración comunitaria a los
turistas, la comunidad somete a prueba su autenticidad. Ahí no valen – o no
deberían valer – los recursos del “marketing”, tan
usuales en la propaganda turística, que velan la realidad o la adaptan a los
deseos del cliente. También en la celebración en que participan turistas, la
comunidad sigue confesando sus pecados, sigue orando por sus necesidades, sigue
dando gracias a Dios por sus riquezas. De esta forma, la comunidad se descubre
también ante el turista en toda su autenticidad. Y al hacerlo, invita al
turista a la “comunión”, a la “caridad”, para que su visita al País extranjero
sea de veras un acercamiento a los hermanos cristianos y en humanidad. De esta
forma, desde el corazón de su existencia creyente, desde la Eucaristía, la
comunidad local actúa para que también el turista encuentre en su viaje un modo
excepcional de vivir su fe, su “catolicidad”, de
forma concreta.
Como en toda acción pastoral, la Eucaristía es, en efecto, como la cima y la
fuente de la que todo deriva, y de ella surgen las otras acciones e iniciativas
que los miembros de la comunidad irán actuando en su vida. Así, los
trabajadores que atienden a los turistas, especialmente quienes están en
contacto más directo con ellos, podrán expresar esta “espiritualidad”
de la acogida en la atención respetuosa, en la cordialidad, en la
honestidad y en la invitación explícita a la participación en las celebraciones
de la comunidad, si así juzgan oportuno.
En no pocas ocasiones, según las estructuras turísticas que se hayan
desarrollado en el lugar, se ofrecerá o se buscará la ocasión de celebrar la
Eucaristía con respeto en los mismos centros turísticos. Al hacerlo, ante todo,
como es evidente, deben considerarse muy atentamente las condiciones del lugar
y del desarrollo de las celebraciones. Pero, además, debe hacerse todo lo
posible para que en dichas celebraciones no falte nunca la presencia de la
comunidad local, en cuanto sea posible
Sin duda, la “pastoral de la acogida” con
que se responde a la llegada de turistas suscitará otras muchas iniciativas,
como en realidad está ya sucediendo en vuestros Países, y por esto vamos a
escucharnos unos a otros. En unos casos será la adecuación de lugares
específicos donde los turistas puedan transcurrir unos días de reflexión
personal o donde puedan encontrar oportunidades de un contacto más directo con
la población local, o simplemente puedan visitar el lugar de una forma mucho
más “fraternal”, “informal”.
Sin embargo, habida cuenta de la procedencia mayoritaria de los turistas que
visitan vuestros Países, es obligado hacer referencia a un aspecto que, en mi
opinión, constituye un servicio importantísimo de vuestras Iglesias a la
universalidad eclesial, e incluso diría a la humanidad. Me refiero al hecho que
los turistas, que les visitan a Ustedes, tienen la oportunidad de tomar
contacto más directo con el Islam. Como sabéis de sobra, y por propia
experiencia, la convivencia religiosa y cultural con el Islam es uno de los
mayores retos planteados a vuestras comunidades, como lo está empezando a ser
al menos para algunas de las sociedades europeas. No es una cuestión de fácil
solución. Toda convivencia exige el diálogo y la adaptación por parte de ambos
interlocutores. Pero la visita a los Países donde el Islam informa toda la
cultura y la vida social, ofrece por lo menos la oportunidad de obtener una
información y una visión más directas. Ciertamente, la brevedad de la visita no
hará posible que este conocimiento se transmita de una forma sistemática ni
completa, pero hay que tener muy en cuenta la sicología del turista, su
sensibilidad y su acentuada receptividad a cuanto puede constituir una
experiencia valiosa y novedosa. En este sentido, estoy convencido que las
Iglesias locales cuentan con una riquísima tradición que es urgente poner al
servicio de esta misión que se les presenta hoy como una gran oportunidad de
servicio a las Iglesias hermanas de Europa y del mundo.
Por último, es conveniente también evaluar las posibilidades que se ofrezcan a
la Iglesia para desarrollar esta pastoral de la acogida en colaboración con las
autoridades del País y con los responsables de la industria turística. Es una
dimensión que corresponde ante todo a los laicos. Ellos deben buscar el modo de
contribuir a que las decisiones que se toman en este campo sean impregnadas del
sentido cristiano y humano que les enseña su fe. Pero también la Iglesia como
tal, en cuanto sea posible y oportuno, manifestará su opinión, sus sugerencias,
sus críticas, si fuere necesario, a fin de que el desarrollo turístico proceda
en el espíritu plasmado en los documentos que mencioné al inicio de mi intervención.
En este punto, podemos pensar más en concreto, en la participación de los
jóvenes, que ahora buscan en el extranjero la salida a sus problemas, dejando
vuestras comunidades sin la linfa vital de la esperanza, que las familias
cristianas jóvenes representan. El sector turístico podría ser, en un futuro de
paz, una atracción posible y provechosa.
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