Celebro y comparto – sí, no todo me parece malo – muchas cosas de la cultura actual. Una de ellas es tener estos días internacionales que nos ponen a todos en sintonía sobre algún tema en particular. Es como pensar juntos. Este 4 de septiembre celebramos el Día Mundial de la Salud Sexual.
Aunque solemos desviarnos del
tema porque las pasiones y posturas se encienden, entender la sexualidad
humana, su salud y su educación es vital. Aquí también hay que lanzarnos a
encontrar puentes de diálogo y aportar desde la generosidad y la riqueza que la
doctrina católica tiene.
Si bien soy de la generación
en la que el sexo ya no era un tabú, lo cierto es que pasé más de una penuria –
y sigo pasando – por ideas erradas sobre la sexualidad, que se fueron colando a
través de la cultura y también desde la fe – sí, hay que hacer aquí un mea culpa por cómo
se ha abordado este tema históricamente -.
SEXUALIDAD INTEGRAL, ¿QUÉ ES?
Creo que hemos venido comprendiendo la sexualidad humana reducida al compartir
sexual y al placer – si es que se logra – que de este compartir se desprende.
Un placer divorciado, diría yo, del ser.
Sexualidad es mucho más que
placer, que compartir, que intercambiar. La sexualidad abarca todo el ser
humano. Incluye desde su biología hasta su cultura. Es una expresión amplia y
honda del ser humano como hombre y cómo mujer.
Aquí la doctrina católica ha
sido ampliamente generosa en su reflexión. Necesitamos ahondar en la riqueza
que sobre ella nos muestra, sin prejuicios y con altura, para el bien del ser
humano.
LO QUE PASA EN EL CUERPO PASA EN EL ALMA
Los diálogos modernos y de la
promovida educación sexual integral se suelen centrar solo en la parte
biológica de las relaciones sexuales. Como, por ejemplo, en los beneficios que
los químicos que el cuerpo segrega luego de un intercambio sexual consensuado.
Todo bien con ello, pero, si
nos limitamos a esto, nos perdemos de lo grandiosa, hermosa y potente que es la
sexualidad humana. No es algo meramente animal. Lo que pasa en el cuerpo, pasa
también en el alma.
La sexualidad humana abarca
todo tu ser porque no somos una suerte de estancos separados. Podemos dividir
la mente, del cuerpo y del espíritu con fines académicos y para comprendernos
mejor, pero lo cierto es que somos seres humanos enteros.
No somos pedazos, somos un
todo; un ser integral. Así que, si hablamos de sexualidad
integral y cómo educarla, tenemos que hablar del ser humano en todas sus
dimensiones, no solo de lo que pasa en el cuerpo (y cómo evitarlo).
UN PLACER ENORME
Efectivamente, los encuentros
sexuales tienen la potencia de producir un placer enorme (maravilloso), pero justo este placer y todo lo
que biológicamente sucede afecta al todo.
Podemos intentar separarlo,
lanzarnos desquiciadamente en búsqueda de la satisfacción personal, como si el
placer fuera la finalidad del asunto, pero no podemos obviar el apego, el
vínculo, la afección de las emociones y del espíritu que un encuentro sexual
produce (con o sin placer).
ROMANCE Y PLACER NO ES LO MISMO QUE INTIMIDAD
Solemos romantizar estos
encuentros con desastrosos resultados cuando la realidad no corresponde a la
expectativa de unión a todo nivel. Si el placer puede ser enorme y deseado,
también el dolor y la despersonalización pueden serlo en una sexualidad mal llevada,
trasgredida o violentada.
Un
encuentro sexual completo, integral, implica el compartir una intimidad que va
más allá del propio cuerpo. Es desnudar el alma,
entregarse por completo. El cuerpo puede expresar físicamente el deseo de
fundirse el uno en el otro completamente. De dejarse ver y poder mirar al otro
completamente.
Que el placer, el gozo y la
alegría de sentirse amado y de amar por completo exalte nuestros sentidos de
esta manera es una genialidad del Creador.
APRENDIENDO SOBRE SEXUALIDAD, SALUD Y EDUCACIÓN
Creo profundamente que educar
en sexualidad es aún una tarea pendiente y una responsabilidad para con
nuestros hijos – y para con nosotros mismos -. Comprenderla, ubicarla en el
contexto de nuestras vidas y de nuestra vocación juega un rol muy potente en el
conocimiento y crecimiento personal.
Cuando
no nos entendemos seres sexuados, cuando miramos esta característica o con
miedo o con desprecio, nos miramos «a medias».
RECONCILIÁNDONOS CON NUESTRA SEXUALIDAD
No hace falta ser un genio
para intuir que la caída inicial afectó (afecta) la relación con el otro a un
nivel íntimo. Lejos de que esto signifique el acto sexual sea algo pecaminoso por
sí mismo, lo cierto es que es necesario reconciliarnos con este encuentro.
El misterio del amor entre un
hombre y una mujer es inagotable. No se limita a sensaciones que uno puede
producir en otro, no es un simple acto de bienestar (aunque lo pueda producir).
La
educación sexual implica un proceso largo, de compartir la vida, de conocerse,
de prueba y error en el relacionarse íntimamente. Es una
expresión única e irrepetible de cada pareja, pues cada pareja es única.
No podemos desalentarnos si
nuestros encuentros con el esposo o la esposa son «desastrosos».
Creo que, si lo son, son síntoma de algo mayor, de una necesidad de
conocerse más, de ser más auténticos, más cómplices, más sinceros el uno con el
otro. Este proceso puede necesitar ayuda, incluso profesional y espiritual, en
algún momento.
Por otro lado, tampoco es
cierto que un encuentro grandiosamente placentero sea garantía de una relación
íntima exitosa o de un matrimonio sólido por sí mismo. Lo cierto es que un
entendimiento y disfrute sexual bueno en la pareja, ayudará a la convivencia y
al vínculo entre ambos, pero nunca será garantía del mismo.
EDUQUEMOS INTEGRALMENTE
Si este día nos sirve para
reflexionar sobre el tema, no lo hagamos en pie de guerra, sino en pie de
reconciliación. De tomar las verdades que en un lado se promueven (aclarar las
inexactitudes) y aportar a mirar «la película
completa». Ayudemos a elevar la vara en lugar de pelearnos porque esta
se encuentra a penas en niveles de principiante.
Eduquemos
sexualidad desde la revolución del amor de Dios que nos ha creado hombre y
mujer,
diseñados
para amarse en cuerpo, en mente y en espíritu.
Como dije, la Iglesia ha
hablado hermosamente sobre este tema. Si quieres profundizar en él, te
recomiendo nuestro curso online «Anatomía de un amor duradero», donde aprenderás sobre la Teología del Cuerpo: nuestra identidad, el valor del cuerpo, impulso o
instinto sexual, vocación matrimonial… y mucho más. Yo creo que te encantará.
Escrito por: Silvana Ramos
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