¿Es el infierno el destino inevitable del suicida? ¿Qué hacer como cristianos ante un caso de suicidio? ¿Qué decir o hacer en favor de un familiar de la persona que se quitó la vida? ¿Se puede tener una visión esperanzada desde la fe?
Estas y otras cuestiones son las que un católico puede plantearse este
10 de septiembre, cuando se celebra el Día Mundial de la Prevención del
Suicidio, más si se tiene en cuenta que más de 700 mil
personas mueren por esta causa cada año, según la
Organización Mundial de la Salud.
1. ¿HAY CONDENACIÓN
AUTOMÁTICA?
“Lo primero a derribar es el mito de la condenación
automática del suicida”, explica Javier Díaz Vega, laico
católico autor de “Entre el puente y el río. Una
mirada de misericordia ante el suicidio”, libro en el que narra su
propia experiencia con el suicidio de su madre.
“Solo Dios conoce el corazón de cada persona, sus
circunstancias, su estado mental, familiar, laboral, etc. Todo esto puede
influir a la hora de tomar una decisión. Nos toca confiar en la misericordia de
Dios”, explica a ACI Prensa.
No es el único mito a derribar: “Se dicen
muchas cosas que no son reales sobre la cobardía o la valentía del suicida, por
ejemplo, que no ayudan en nada”. Por eso, Díaz ve la necesidad “de hablar de un tema aún muy silenciado”.
“Hay mucha gente que se siente muy sola y tiene que
afrontar dificultades. Constituyen una periferia a la que hay que atender y
queda mucho por hacer”, diagnostica.
2. ¿QUÉ DECIR AL
FAMILIAR DEL SUICIDA?
El momento de recibir el pésame de familiares y allegados siempre es
complejo. A veces las palabras sobran y otras no llegan. Pero encontrarse ante
la circunstancia de hablar con el cónyuge, hijo o padre de una persona que se
ha suicidado es aún más complicado.
¿Qué decir o hacer? Javier
Díaz es claro en este punto: “Lo primero que se
tiene que preguntar alguien ante esta situación no es qué puedo decir, sino qué
está dispuesto a escuchar”.
Pero no de forma hueca, sino “una escucha
abierta, sin condenar, sin juzgar, sin quitarle la importancia que tiene”. Eso incluye evitar frases hechas como “todo va a salir bien”, explica Díaz, psicólogo de
profesión.
3. RESPETAR LOS TIEMPOS
El duelo es un proceso natural, en ocasiones complejo, cuyo desarrollo
está influido por multitud de factores, desde la forma de la muerte al estado
físico, psicológico, emocional y espiritual de las personas que han de pasarlo.
“El duelo por suicidio es muy complejo”, señala Díaz, pues después del previsible shock que produce, “hay quien tiende a silenciarlo”. Por eso es
importante comprender que “antes o después tiene
que salir” eso que se rumia en el interior.
En este sentido, es necesario “respetar los
tiempos” de cada quien, porque “hay gente
que se pasa años sin expresarlo, por falta de herramientas o por no tener
disponible un lugar de escucha”.
4. COMUNIDADES FUERTES
PARA APOYAR
En este sentido, Javier Díaz confirma que “es
muy necesario” hacer una pedagogía sobre la importancia de las
comunidades eclesiales. “Hay situaciones que nos
sobrepasan” y para superarlas necesitamos “comunidades
fuertes donde nos puedan escuchar”, reivindica.
En este sentido, la labor de los Centros de Orientación Familiar de las
diócesis es, a su juicio, “gigantesca”.
Se hace preceptivo, además, fomentar “una
cultura del encuentro en la comunidad”, pero que no sea superficial sino
“profundo”, puntualiza. Para esa labor, es
esencial una buena formación de seminaristas y sacerdotes.
“Los sacerdotes y seminaristas necesitan formación,
en especial los que están en contacto con jóvenes y mayores, que son los grupos
de riesgo del suicidio”, incide Díaz, porque en ocasiones
estos asuntos, por su complejidad “necesitan ser
atendidos por profesionales diversos, más allá de la dirección espiritual o del
consejo que se pueda dar en un confesionario”.
5. DAR TESTIMONIO DE
NUESTRA FE
Javier Díaz Vega está presente en Twitter bajo el nombre @javiviendo,
que, dada la circunstancia refleja entusiasmo, esperanza y alegría a pesar de
las circunstancias. Podría pensarse que lo eligió por esta razón, pero no es
así:
“Mi mujer puso su nombre en gerundio y yo lo hice
también. Casi agradezco que haya sido casualidad, porque no tengo mañas de influencer.
Pero sí ganas de dar testimonio”, explica.
Porque, “lo que siempre podemos hacer es dar
testimonio de la fe que nos ayuda en situaciones difíciles, de nuestro sentido
vital para salir adelante”, advierte.
Díaz añade que “la fe se vive y se
manifiesta sobre todo en la Cruz. Cuando nos pasa, abrazarlo es un testimonio
para otros de que sólo Dios lo hace posible. Si muchos han podido sanar por mi
testimonio, da sentido a lo que he vivido”.
¿QUÉ DICE LA IGLESIA
CATÓLICA SOBRE EL SUICIDIO?
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enseña que el católico tiene
la obligación de recibir la vida con gratitud y conservarla “para su honor y para la salvación de nuestras almas” y
subraya que “somos administradores y no
propietarios de la vida que Dios nos ha confiado” (2280).
Además, la Iglesia en su magisterio indica que el suicidio es contrario
a la inclinación natural del ser humano a “conservar
y perpetuar su vida” y que es “gravemente
contrario al justo amor de sí mismo” y ofende también al prójimo y a
Dios (2281).
En tercer lugar, el catecismo destaca que, “si
se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el
suicidio adquiere además la gravedad del escándalo” y
define como contraria a la ley moral la “cooperación
voluntaria al suicidio”.
La Iglesia es consciente de que determinadas circunstancias físicas,
psíquicas o emocionales “pueden disminuir la
responsabilidad del suicida” (2282).
El CIC también detalla que “no se debe
desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte” ya
que “Dios puede haberles facilitado por caminos que
Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador”.
“La Iglesia ora por las personas que han atentado
contra su vida”, concluye a este respecto el
catecismo en su número 2283.
POR NICOLÁS DE
CÁRDENAS | ACI Prensa
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