Para este artículo te contaré un poco de mi experiencia. Espero que te ayude en el discernimiento que puedes estar haciendo para embarcarte en la hermosa aventura de formarte en la belleza de nuestra fe católica.
Bien dice san Agustín: «el que ama desea conocer y el que conoce ama más y mejor». Esta
frase me ha acompañado a lo largo de mi camino en la profundización del
conocimiento de nuestra fe.
Pensemos por un momento en un
par de novios. Cuando se ven hay una atracción inicial. Hay un algo que les
gusta y un deseo de conocer más a esa persona, de compartir tiempo, de hablar
por horas.
Con el tiempo, la atracción
pasa a ser cariño y así empieza el deseo de cuidar el tiempo que se tiene con
la persona que se quiere. Con el paso de más tiempo llega el amor, el
compromiso y el deseo de compartir toda la vida con la persona que uno ama.
Eso me pasó con Dios. Lo
conocí de golpe y al verlo me deslumbró su belleza, su amor incomparable, su
eterna presencia y su omnipotencia que perdona. Lo conocí y quise saber más y
más de Él.
Cuando me encontré con Él,
poco a poco empecé a entender que Él siempre había estado a mi lado. Siempre me
había cuidado y me había atraído hacia Él. Pero tuve que encontrarme con Él,
tener esa experiencia del encuentro con el Amado. Y, si no la has tenido
todavía, pero crees en Él, pídele con fuerza que se haga presente, que lo veas
y lo reconozcas.
¿PARA QUÉ ESTUDIAR TEOLOGÍA?
Dios no es una teoría. No está
en los libros; está vivo, actúa en nuestras vidas y está deseoso de encontrarse
con cada uno de nosotros. Pero, ¿entonces para qué hacer un curso o estudiar Teología?
Pues la respuesta es sencilla: para conocerlo más.
Es verdad que podemos tener
grandes experiencias de Dios. Pero, recuerda, Él se ha revelado. Nos ha dado el
gran regalo de la Iglesia en la que sigue actuando y hablando.
Sí, Él se ha revelado una vez
y para siempre, pero sigue vivo y se está entregando continuamente. El Espíritu
Santo sigue vivificando la Iglesia y nos habla en la Sagrada Escritura, el
Magisterio y la Tradición.
Por eso, te dejo con unas razones claras para
estudiar y formarte en la fe católica.
1. PARA BUSCAR LA VERDAD
Dios nos ha dado la razón para
que deseemos buscar la verdad. Actualmente, la verdad no es muy evidente.
Hay muchas teorías, ideas e
ideologías que están confundiendo a muchos cristianos… ¡Debemos
ser capaces de dar razón de nuestra fe!
2. PARA NO QUEDARNOS CALLADOS
Ya no podemos quedarnos callados
ante tanta incoherencia y desviación en la fe de muchos que se llaman
cristianos. ¡Es importante que hablemos!
Que tengamos argumentos llenos de amor y de caridad, pero que ayuden a las personas a encontrar
a Cristo.
Encontrar a Él, que es mucho
más que ese Dios «amigo blando» que todo lo acepta y lo tolera y no te habla de
pecado y de conversión.
3. PARA CONOCER AL DIOS VERDADERO
Si verdaderamente amamos a
Dios, necesitamos conocerlo a Él. No quedarnos con el Dios que «yo creo» o el que «yo
quiero».
No
podemos crear un Dios a nuestra medida. Él ya se ha revelado, Él nos
ha hablado y sigue hablando en la doctrina de la Iglesia Católica.
4. PARA SER MÁS LIBRES
La vida espiritual es
fundamental, pero debe estar fundamentada sobre la razón y la voluntad de
conocer a Dios y amarlo más.
Dejémonos sorprender por la
grandeza de nuestra fe, busquemos conocer más el regalo de la doctrina que,
aunque podamos no entenderla en un principio (me pasó a mí) con el paso del
tiempo – dejando de lado el orgullo, la soberbia y el creer saber más que la
Iglesia -, iremos descubriendo su belleza. Y la verdad que nos hace
verdaderamente libres.
¡Usemos bien el
tiempo! Es limitado,
por lo que podemos utilizarlo para profundizar en lo que vale la pena. Y más
que eso: vale la eternidad.
Si alguna de estas razones te
mueve a querer aprender más sobre Teología y buscas un curso para ello, quiero
contarte que hemos desarrollado un nuevo curso online: «Teología para
peatones». Es un curso
para aprender más sobre Dios y nuestra fe. Hablaremos del Credo, los
mandamientos, los sacramentos… ¡y mucho más! Espero
que puedas darle una mirada.
Escrito por: María Claudia Arboleda
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