Teniendo claro que Dios nos llama a ser santos ¿Cuás es mi camino para lograr esa meta?
Por: Karla Estrada Navarro | Fuente: PadreSam.com
Si estás leyendo esto es porque más de alguna vez te has hecho la
pregunta: ¿Cuál es
mi vocación? Hacerse
esta pregunta significa que te has dado cuenta de que, Dios es tu Padre, te ama
y quiere lo mejor para ti y tú, quieres seguirle. O pueda que no sepas
mucho acerca de qué es la vocación, no tengas mayor idea o incluso… te de miedo
este tema en la vida cristiana, puede que sea hasta un tema tabú. Sin embargo,
si estás aquí es porque te ha ganado la curiosidad y has vencido un miedo al
leer este texto. No te vayas, seguro Dios quiere decirte algo hoy.
¿En qué piensas cuando escuchas la palabra
“vocación”? En efecto, normalmente
pensamos en los sacerdotes, en los religiosos, en los consagrados, y ahí está
el primer error, pensar que la vocación es solo para los que se consagran.
Todos los cristianos tenemos una vocación, la santidad: “Él nos ha salvado y nos ha llamado para una vocación
santa, no como premio a nuestros méritos, sino gratuitamente y por iniciativa
propia. Esta llamada, que nos concedió en Cristo Jesús desde la eternidad.” (2º
Carta a Timoteo 1, 9).
Teniendo claro que Dios nos llama a ser santos, ahí entendemos que ésta
se puede vivir de diferentes maneras: vocación al matrimonio, vocación a la
vida sacerdotal o vida consagrada, laicos consagrados. También entendemos que la vocación es (1) una
llamada de parte de Dios y, al mismo tiempo, (2) una respuesta de amor a Dios
para servirle hasta el final de nuestros días, sea cual sea la vocación a la
que nos llama Dios.
“¿Qué quiere Dios de mí?” es una pregunta que le compete
a todo cristiano. Por eso, tanto si tienes claro lo que quieres, o si no
tienes idea de a dónde te llama Dios, acá te dejo estos 10 consejos para
encontrar una respuesta.
- Asume tus dudas. Pueda que pienses que eres raro por
cuestionarte cuál es tu vocación, pero no, no eres raro, eres un enamorado
de Dios que quiere agradarle. No te recrimines si sientes que tienes dudas
respecto a la vida vocacional. Al contrario, solo asumiendo tu realidad,
podrás ser verdaderamente libre. ¡Alégrate, estás en el camino hacia el cielo!
- Pide ayuda, busca un director espiritual. Ante tanta confusión, ideas y sentimientos encontrados, es normal
no hallar la salida. Es comprensible si te sientes confundido, indeciso… y
es por eso que es muy recomendable que busques a un director espiritual,
un sacerdote con el que hagas un acompañamiento espiritual. Es por ello
que debes pedirle a Dios que ponga en tu camino un director espiritual que
te ayude a descubrir cuál es tu vocación. Si ya tienes un director
espiritual, dale gracias a Dios por ello. No dejes de rezar por él para
que sea un canal limpio de la voz y amor de Dios para ti.
- ¡Manos a la obra y a rezar! Asumidas las dudas, junto
con tu director espiritual debes empezar el camino llamado “discernimiento”, es decir, pedir un corazón
dispuesto y un oído atento para descubrir cuál es la voluntad de Dios para
tu vida. Mediante una vida sacramental sólida y una vida de oración
constante, Dios te irá revelando cuáles son los pasos por dar. En estos
momentos, la lectura de la Palabra es un elemento fundamental. Trata de
tener una disciplina en tu vida de oración, porque así el corazón se
pondrá en sintonía con la voz de Dios. Pide siempre prudencia para ver
todo de acuerdo a la voluntad de Dios.
- ¡Alto, no corras! No hay por qué
apresurarse. Quizá sonará duro lo que te diré, pero: la vocación debe
elegirse por convicción, no por decepción. En este discernimiento, la
virtud de la paciencia es importante y vital. San Ignacio de Loyola decía:
“En tiempos de desolación, no hacer
mudanza”. Por ende, si estás pasando quizá una decepción
amorosa o una decepción por alguna figura de la Iglesia: detente, respira y pide iluminación a Dios. No
tomes decisiones permanentes sobre sentimientos pasajeros.
- No dejes que tu historia familiar sea un obstáculo para encontrar
tu llamado. Es aquí una de las
razones más importantes de un acompañamiento espiritual. Quizá tu historia
esté marcada por momentos difíciles a causa del matrimonio de tus padres o
quizá tus padres no estén de acuerdo con la idea de que formes una familia
basada en el matrimonio o estén en contra de los sacerdotes o religiosos… ¡No desfallezcas! Recuerda que este es un
camino donde Dios te llama a seguirle, sea cual sea la vocación. Por eso,
es normal encontrar obstáculos o heridas que sanar, pero si te dejas guiar
por Dios, y tienes paciencia, Él te irá revelando que, a pesar de
cualquier oposición o problema, con Él siempre encontrarás la felicidad.
- ¡No te quedes en lo abstracto! Descubrir la vocación que Dios tiene para ti, es un salto de fe, se
debe confiar plenamente la vocación y la misión al Señor. No te estanques
en el miedo, o en lo idealista… busca, habla. Si tu sientes
que estás llamado a la vida consagrada/religiosa habla con sacerdotes y
religios@s, que te compartan su carisma. Busca en internet los diferentes
carismas existentes. Lo genial de nuestra Iglesia es que, ¡somos ricos en carismas! Si sientes que tu
vocación es la vida matrimonial, busca ejemplos de matrimonios virtuosos
tanto en la historia de la Iglesia como en la actualidad. Ni el matrimonio
ni la vida consagrada es un juego, asegúrate de conocer bien los
compromisos de cada vocación. La única manera de quitarte la curiosidad es
visitar, ir a la vida real y cotidiana.
- ¡Fuera miedos! Sí, quizá es el paso más
difícil, pero es el más necesario. Es normal tener miedo, es un gran paso
el identificar cuál es tu vocación… pero de la mano de Dios, tu director espiritual
y tu corazón dispuesto, las cosas irán cayendo por su propio peso. Desde
el momento que te des cuenta que esto es un diálogo de amor entre Dios y
tú, ¿por qué tener miedo? Es Dios, tu
Padre que quiere salir a tu encuentro. No dudes en pedirle su Auxilio. Él
sabe que somos miedosos, sabe cuánto nos puede costar hacerle esa
pregunta: ¿A dónde me quieres, Señor?
Pero no tengas miedo al compromiso. Este camino es de valientes y si
estás aquí es porque Dios sabe que eres capaz de vivir la radicalidad del
Amor. Recuerda lo que nos dice San Juan “No
hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor”
(1 Jn 4, 18). No vivas en el miedo, vive en el Amor.
- No pierdas la paz. No desistas, el camino de
discernimiento vocacional puede ser difícil y hasta un desierto, pero no
olvides que Dios está contigo, camina a tu lado y te alimenta como a Elías
cuando se rindió (1a Reyes 19, 7). Si ves que no avanzas en el camino,
respira, “ten calma contigo mismo y mira a
dónde vas”, como dice Martín Valverde. Recuerda a San Francisco
de Sales: “Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre
todo contigo mismo”.
¡Ojo! Tampoco huyas de la decisión. Paciencia no es sinónimo de
cobardía. (Sí, sé que es posible que dé un ataque de pánico… pero respira,
Dios no se muda. Él te sigue esperando).
- Ampárate de María y los Santos. Como te he dicho, no eres el primero con
estas preguntas, en Nuestra Iglesia podemos encontrar tantos ejemplos –
matrimonios, sacerdotes, religiosas, laicos consagrados – que pasaron por
este momento en el que tú te encuentras ahora. No estás solo. Pídele ayuda
a nuestra Santa Madre, que te ayude a decir como ella “FIAT”: HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA.
- ¡Mírate al espejo! Sí, te recomiendo que
busques el espejo más cercano y te digas: “Soy
hijo de Dios y Dios me ama.” Él
te conoce, Él te creó con amor y te llamó a la existencia para ser feliz y
servirle en santidad. Mírate al espejo y descubre en ti los anhelos más
profundos de tu corazón. Si sientes que no te conoces, pídele ayuda al
Espíritu Santo para que te enseñe tu alma. Si sientes que te faltan las
fuerzas o el valor para dar el paso definitivo, no tengas miedo. Él está
contigo. Santa Teresita del niño Jesús dijo: “el buen Dios no puede inspirar
deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la
santidad”. Recuerda que la vocación no será solo para
ti, sino para toda nuestra Iglesia. Eres importante para Dios y para la
Iglesia. Así como eres, Dios te llama. Con tus dudas, con tus pecados, con
tus debilidades, con tus fortalezas. Así, Así te quiere Dios.
Como dijo en una ocasión la Hermana Glenda: “Él
te hará desear lo que Él te quiere regalar”. Ten paciencia, pídele
con constancia y humildad que te revele sus planes de Amor para ti. Ponte en
camino, Dios está enamorado de ti, te quiere en sus brazos y en su Sagrado
Corazón. Y ese mismo Amor nos irá diciendo cuál es la vocación que nos llevará
al cielo a su lado, para gloria de Él y para salvación del mundo.
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