En la propuesta de constitución chilena hay un centro alrededor del cual gravitarán todas las libertades de todos los ciudadanos en todos los asuntos: la composición de la Corte Constitucional que es la que decidirá si una ley es o no acorde a la constitución.
El
artículo que regula la composición de ese órgano es como el pilar definitivo de
un edificio. El edificio tiene elecciones generales: no
importa, también hay dictaduras con elecciones. El edificio tiene un
presidente: eso es algo común a cualquier sistema.
Y así podríamos seguir revisando pilares y columnas de la edificación
constitucional. Pero el pilar donde se asentarán todas las libertades es ese,
el de la Corte Constitucional.
El
artículo de la propuesta comienza diciendo así:
La designación de los miembros de la
Corte Constitucional se efectuará en base a criterios técnicos y de mérito
profesional, de la siguiente manera:
Muy bien,
puros buenos deseos que no llevan a ningún lado. Esas líneas podrían estar o no
en la carta magna, no sirven para nada. Esas palabras son como una maceta con
un poto, sirven para hacer bonito en un comedor, pero allí acaba todo. Porque, al final, lo que realmente importa es lo que sigue:
4 serán elegidos por el Congreso de
Diputadas y Diputados y la Cámara de las Regiones;
3 serán elegidos por el o la
Presidente de la República; y
4 serán elegidos por el Consejo de la
Justicia.
Vale,
allí está el meollo, allí está el pilar que sustenta todo lo que Boric quiere
construir encima. Y no soy mal pensado, ¡él lo ha
dicho! Lo ha dicho expressis verbis,
quiere una constitución con la que él pueda no solo gobernar, sino también
cambiar las leyes según su libre albedrío.
Qué
significan los números de arriba. Pues que hay once votos. Quien tenga el
dominio sobre seis votos habrá logrado todo. Un partido que gobierna tiene
cerca de la mitad de los votos en el congreso (por sí mismo o por medio de una
coalición), eso es así en todas las naciones. Gobernar supone controlar la
mitad del congreso, aunque haya elecciones diferenciadas para el congreso y la
presidencia. Mirad todas las naciones y veréis que es así. Sería impensable que
la población diera la presidencia a un candidato de un partido, y después no
votara a su partido. Si entre las dos votaciones hay un desfase, siempre es
temporal.
Haced
cuentas, eso significa que Boric ya parte con cinco votos de los seis que
necesita para aprobar toda la batería de propuestas que necesita: leyes sobre
prensa, leyes que regulen el proceso electoral, leyes para la designación del
tribunal supremo.
Daos
cuenta de que la falta de un voto no es ninguna garantía. Difícilmente, en el
otro lado los cinco jueces votarán en un solo sentido. Basta un voto, solo uno.
Una vez consolidada una mayoría suficiente en la Corte Constitucional, las
leyes irán fluyendo una tras otra. Un voto de más puede parecer que no es tan
fácil de conseguir, pero recordemos que esta es una partida que si se pierde
una sola vez, ya no hay vuelta atrás.
¡Pero,
padre!, ¿está siempre pensando en la mala voluntad de los partidos gobernantes?
Por supuesto. Si de algo podemos
estar seguros es que, antes o después, habrá mala voluntad. En el caso de
Boric, esa mala voluntad ya existe desde el principio.
Las leyes
deben siempre forjarse contando con la mala voluntad de los gobernantes, de los
parlamentarios y de cualquiera. Compadezco al que construya un sistema legal
que, en una cuestión trascendental como esta, haya que depender de la buena
voluntad. La mera repartición de puestos en la Corte Constitucional ya es toda
una declaración de intenciones, ¡de malas
intenciones! Sus números son la prueba. Si hubiera querido un tribunal
independiente, solo tenía que haber cambiado los números. En los números están
las intenciones.
P. FORTEA
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