UNA PROPUESTA DE ERIN MONE, AGENTE JUVENIL DE LA DIÓCESIS DE TYLER (OBISPO STRICKLAND)
NUESTROS GESTOS NOS AYUDAN A ENTRAR EN ORACIÓN.
Muchos santos han escrito que la
oración es, simplemente, hablar con Dios, y
es célebre la frase de Santa Teresita
de Lisieux: "Para mí, la
oración es un impulso, una necesidad del corazón, una
simple mirada lanzada hacia el cielo,
un grito de gratitud y de amor tanto en
el dolor como en la alegría".
“Así explicado,
parece algo bastante simple”, afirma Erin Mone: “¿Por qué entonces rezar puede ser algo tan difícil para
algunos de nosotros?”
UN
ITINERARIO EN EL SEÑOR
Ella sabe algo de esas
dificultades, pero también sabe de oración.
Actualmente forma parte del equipo de pastoral juvenil de la catedral de María Inmaculada en la
diócesis de Tyler (Texas). Tiene 36 años y nació en California en una familia católica con ocho hijos. Se
crió en Illinois en un ambiente protestante que cuestionaba continuamente su
fe.
Tuvo necesidad de formarse bien, porque cada vez que sus cordiales adversarios
le planteaban una dificultad, al llegar a casa, donde tenían una buena
biblioteca, la estudiaba para volver al colegio con una respuesta. "Tal vez no tengas siempre una respuesta",
le decía su padre, "pero sabes que la Iglesia
católica sí la tiene, y que esa respuesta siempre es hermosa y siempre
tiene sentido".
"Investigando,
descubrí la belleza de la Iglesia católica. Creo que fue así como Cristo me sedujo", cuenta ella misma a Catholic East Texas.
Efectivamente, se fue involucrando en la evangelización con la Comunidad de San Juan, estudió Teología y Catequética en la
Universidad Franciscana de Steubenville y
al cabo de un tiempo decidió ingresar en la congregación como religiosa.
Estuvo ocho
años en ella, con
algunos momentos de 'noche oscura' porque
los casos de abuso afectaron mucho a su percepción de la Iglesia. Superó ese
periodo, pero con el paso del tiempo otras circunstancias le hicieron ver que
esa vida no era para ella, y a punto de hacer los votos perpetuos abandonó los hábitos grises de
su comunidad.
Así pues, aporta a la diócesis de
Tyler no solo su formación teológica, sino su experiencia
espiritual, que valora grandemente aunque su vocación no cuajase por
ese camino.
PARA
REZAR Y HACERLO BIEN
Y esos buenos fundamentos se
aprecian en un reciente artículo donde ofrece tres
sencillas reglas para
iniciar una vida de oración cotidiana realista y seria.
Si la oración es "vivir en relación con Dios", apunta
recordando la definición del YouCat, exige dar y recibir, como todas las
relaciones: "No solo debemos hablar y
compartir nuestro corazón, debemos también ser capaces de escuchar y recibir el
corazón del Señor". Ahora bien, como no tenemos para ello los oídos
y los ojos como en una conversación normal, "debemos
aprender a escuchar con los oídos y los ojos de nuestro corazón, que es donde habla
el Señor".
Erin trabaja con los
jóvenes en una de las diócesis más evangelizadoras de Estados Unidos.
Propone tres pasos para lograrlo.
1.
ESTABLECE UN TIEMPO DIARIO PARA LA ORACIÓN
Hacerlo nos hace proactivos en la
decisión de rezar, pasando de una "idea
bonita" a dar "pasos concretos
para ponerla en práctica". Dar la vuelta al mundo no dejará de ser
un hermoso propósito hasta que no saquemos el primer billete, sugiere como
analogía.
"Establecer
una hora concreta para la oración nos ayuda también a serle
fieles" cuando el estrés, las
preocupaciones o la sobrecarga de tareas nos alejen de ella: "Si tenemos ya un tiempo fijado para la oración,
es más probable que lo respetemos". Y recuerda una frase de
la Madre Teresa de Calcuta: "El Señor
no me llamó a tener éxito. El Señor me llamó a ser fiel”.
¿Cuánto tiempo
debemos dedicarle? "Recuerda no descuidar tus obligaciones",
advierte Erin, "pero
ponte retos: comienza con
algo pequeño (2 minutos la primera semana, 5 la segunda, etc.) y arréglatelas
para irlo ampliando hasta llegar al tiempo que te hayas marcado".
2.
¡EMPIEZA!
Es fácil convencernos a nosotros
mismos de que para empezar a rezar tenemos que conocer todos los métodos y
memorizar o tener disponibles decenas de oraciones. "¡No
caigas en esa trampa!",
avisa: "Del mismo modo que no te conviertes en
experto en amistad antes de hacer amigos, tampoco tienes que ser un experto en
oración para rezar. Aprenderás a medida que lo hagas... pero solo si empiezas".
"Uno de los
mejores consejos que recibí cuando empecé a rezar", continúa, "fue ser
consciente de que Dios está presente. Él vive aquí, te está
esperando, está mirándote y amándote. Cuando estás empezando a abrir tu corazón
para compartir tus alegrías y tus penas, recordar que Él está presente y te
escucha cambia tu forma de hablar. Del mismo modo que no siempre hablamos
cuando salimos con los amigos, simplemente 'estar' en
presencia del Señor es una oración".
Para ello es fundamental el silencio, al que es bueno
dedicar al menos unos segundos antes de empezar a rezar, para "pisar el freno de nuestras aceleradas vidas
cotidianas". Eso te ayudará a "estar
presente para Dios, dado que Él
ya está presente para ti".
3.
ADOPTA UNA POSTURA DE ORACIÓN
Las actitudes
corporales también ayudan.
Erin enumera algunas: de pie para alabar, de
rodillas para adorar o pedir perdón, sentados para escuchar y meditar... O las
manos elevadas para interceder y ofrecer, abiertas para recibir, juntas para
pedir o escuchar...
Es lo que nos enseña la Iglesia
para que nuestro cuerpo nos ayude a entrar en "la
oración más grande, la misa": de pie durante
el Evangelio en señal de respeto, de rodillas durante la consagración para
expresar adoración, sentados durante la homilía para escuchar... "Encontrar una postura respetuosa y orante te
ayudará a entrar en oración y a expresarla", insiste Erin.
* * *
"Llevar una
vida diaria de oración te cambia la vida... y te da vida", concluye.
Y como propina deja unas palabras de San Juan María Vianney que recomienda para arrancar en los primeros
momentos. Decía así el Santo Cura de Ars: "¡Oh,
mi Dios! Si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo
menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro".
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