Seguramente has experimentado alguna vez una sequedad inmensa en tu oración; sin «signos» palpables de su eficacia. No importa qué tipo de oración intentes, habrá momentos en el que se deja de «sentir» la oración. ¡Pero esto no significa que la oración no tenga efectos en tu corazón, en tu persona o en tu fe!
A continuación te presento
unos puntos sobre por qué la oración hecha con corazón siempre es constructiva,
aunque no se sienta.
Pero, antes de estos
puntos, me gustaría recordar la definición de oración que da el catecismo en el
número 2559:
«La oración es
la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes».
¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de
nuestra propia voluntad, o desde «lo más profundo» (Sal 130,1) de un corazón
humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado. La humildad es la base de
la oración. «Nosotros no sabemos pedir como conviene» (Rm 8,26). La humildad es
una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el
hombre es un mendigo de Dios.
1. LA ORACIÓN ES MÁS QUE SENTIMIENTOS
Claro que la oración muchas
veces nos ha causado una alegría inmensa, lágrimas de arrepentimiento,
tranquilidad, paz y sin número de sentimientos. Pero la relación que mantenemos
con Dios en la oración, así como otro tipo de relaciones interpersonales, no se
basa solamente en sentimientos.
¿Te imaginas
medir la efectividad de un retiro, una oración o una misa solamente por lo que
te hace sentir? Sería perdernos de mucho y reducir el alcance de la oración.
Claro que hay más que
sentimientos, la oración tiene muchos efectos; mejor dicho, otros frutos. Lo
que nos lleva a los siguientes puntos que veremos; frutos de la oración.
2. LA ORACIÓN NO ES SOLO PARA PEDIR
Hay muchos tipos de oración,
así como carismas. La definición del catecismo destaca la humildad para poder
abrazar el don de la oración al máximo. Y esto tiene mucho que ver con otra
definición de oración por Walter Burghardt: «una
prolongada y amorosa mirada a la realidad».
Si prolongada, amorosa y
humildemente miramos la realidad nos vamos a encontrar con Dios, este encuentro
puede que no nos cause algún sentimiento, pero, independientemente de esto, muy
seguramente estará configurando nuestra vista para poder
reconocerle en nuestro día a día.
3. UN CAMINO PARA CONQUISTAR VIRTUDES
Dios nos conoce muy bien (Jer
1:5) y por eso a veces nos ayuda concediéndonos gracias que no pedimos, pero
que necesitamos. El Espíritu Santo es muy creativo y es fuente infinita de
gracia. Lo que quiero decir es que Dios, conociéndonos, se las
arregla para que nuestra oración tenga frutos.
Quizá no vayas a terminar
llorando de tristeza por haber pecado, pero puede que el Espíritu te llene de
convicción para ir a confesarte y conceda la gracia que te falta para
conquistar una nueva virtud
y ser mejor persona.
4. APRENDEMOS A CONOCER A DIOS
«Conocer a Dios
es más importante que saber acerca de Dios» (Karl Rahner, SJ). Otro fruto de la oración que no necesariamente tiene
que ver con sentimientos es que en la oración podemos degustar a la persona de
Jesús, amarle más. No es lo mismo estudiar las verdades a orar las verdades.
La oración es nuestra forma de
relacionarnos con Dios y aunque no sientas nada, si continúas orando con fe,
crecerás en la relación con Dios; te vas a poder dejar abrazar por su amor que
convierte y conocer más de su persona.
5. DESCUBRIMOS UN NUEVO SENTIDO
La oración también puede dar
sentido y ordenar nuestra vida. Porque cuando uno se presenta ante Dios – a
quién no podemos esconder nada – también nos descubrimos.
Ante Él se destapan nuestras
motivaciones y metas. Al presentarlas ante su bondad y claridad, podemos
redirigirlas conforme al llamado que nos hace a cada quién.
Cuando con humildad nos
presentamos como ofrenda en la oración, Dios nos recibe, ordena y dirige a
nuevos horizontes, nuevas metas y posibilidades.
6. UN TIEMPO PARA ALABAR A DIOS
¡Y desde luego
que la oración puede ser
alabanza a Dios! Me gusta comparar la alabanza que hacemos a Dios con los cumplidos que
hacemos a las personas. En ocasiones le podemos decir a alguien «me encantan
tus ojos». Y es posible que no sintamos nada al decírselo, pero esa persona se
va a sentir elogiada y querida.
De la misma manera, cuando
hacemos alabanza a Dios, a veces en esa sequedad
no sentiremos nada, pero Dios se sentirá elogiado y
amado.
Se puede alabar de muchas
formas; sin embargo, hay una forma que puede integrar nuestra vida cotidiana
con la oración. A Dios se le alaba cada vez que hacemos algo bueno, que
decidimos amar, compartir, ayudar o decir la verdad antes de contar
mentiras.
EN CONCLUSIÓN, ¿CUÁLES SON LOS EFECTOS DE LA ORACIÓN
«ÁRIDA»?
La oración es bilateral, pues
es una relación con Dios. En ocasiones no se trata solamente de lo que
sentimos, sino de lo que podemos lograr con la oración, de lo mucho que podemos
conocer y hacer sentir bonito a Jesús.
La oración tiene muchísimos
otros frutos, además de causarnos sentimientos, como: configurar nuestra vista
para reconocerle en lo cotidiano, ayuda para conquistar una nueva virtud,
crecimiento en la relación con Dios, orden a nuestra vida y hacer sentir amado
a Jesús.
Así que si sientes sequedad y
no ves u oyes nada en la oración, si sientes que
tu oración no sirve o no ves sus efectos, ¡no dejes de hacerla! Quién sabe qué sorpresas te tenga El Espíritu
Santo la próxima vez que ores.
Ahora, estos puntos te
ayudarán si ya practicas la oración y te sientes estancado. Para aprender a
hacer oración te comparto este recurso: «Un diálogo de
amor». ¡Ebook gratuito para aprender a orar mejor!
Escrito por: Joel Calderón
No hay comentarios:
Publicar un comentario