Tres hermanos que tienen una gran amistad con Jesús. Su casa será en aquellos meses un lugar de hospitalidad y reposo.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
BETANIA
Cerca de Jerusalén -a tres kilómetros- está Betania. Allí viven Lázaro, Marta y
María. Tres hermanos que tienen una gran amistad con Jesús. Su casa será en
aquellos meses un lugar de hospitalidad y reposo para los días que le esperan.
En el trayecto a Jerusalén Jesús pasa por Betania. La actividad de los días
anteriores había sido intensa. El camino que lleva de Jericó a Betania es
empinado, requiere una ascensión continua y transcurre por terreno desértico.
Jesús y los suyos debieron llegar cansados. Allí fue recibido por Lázaro, Marta
y María.
LA AMISTAD
Hay amistad con Jesús en aquella casa. Quizá tenga que ver con la
conversión de María unos meses antes. Lo cierto es que todos actúan con
naturalidad. No se percibe ni el envaramiento previsible en las visitas de
algún personaje importante, ni la curiosidad o el recelo ante el desconocido,
menos aún la frialdad ante la presencia de alguien que se considera inoportuno.
Marta y María actúan y se mueven con sencillez; no se dice nada de Lázaro en
esta ocasión, pero es normal pensar que estaba allí.
LOS TRES HERMANOS SON
DIFERENTES
No es infrecuente que los hermanos se parezcan y al mismo tiempo sean
muy distintos. Marta es activa, diligente, hacendosa, está en todo; es una
buena ama de casa, con ella se puede encontrar una casa que es ese hogar donde
todo está en su sitio. María es más apasionada: todo
corazón, sensible, en su vida no caben medias tintas, sino entrega sin
condiciones. Sabe querer. Los temperamentos de las dos hermanas son
ocasión para que Jesús deje una joya preciosa de sus enseñanzas, casi como de
pasada. Sus palabras parecen dichas al vuelo.
EL DESARROLLO DE LOS
ACONTECIMIENTOS
Los hechos transcurrieron así: "una
mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María
que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta estaba
afanada en los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo:
Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa?
Dile, pues, que me ayude. Pero el Señor le respondió: Marta, Marta, tú te
preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es
necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será
arrebatada".
LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
Jesús aprovechó la sencillez y la confianza de Marta para dejar sentado
el orden de lo necesario y lo superfluo. Primero la oración y, unida a ella, el
trabajo, lo demás puede esperar. Jesús revela como la oración es el núcleo y la
raíz de toda actividad para que de ésta resulte algo vivo y sano.
LA QUEJA DE MARTA
Es fácil comprender la actitud de Marta. Es una mujer responsable. Está
en los detalles, se ocupa en algo necesario que alguien tiene que hacer: dar de comer y beber a mucha gente, procurar que
descansen. No cuesta verla subir y bajar, mandar y ordenar. Es en medio
de esa actividad cuando una inquietud empieza a dibujarse en su interior.
Primero sería una mirada furtiva a su hermana. Poco a poco iría juzgándola con
severidad creciente. Decididamente no comprende a María; tenía razones, pero le
faltaba darse cuenta de que la inactividad de María es sólo aparente. Por otra
parte se le está ocultando que su actividad es un servicio que permite a los
demás gozar de las palabras del Maestro, también su hermana. Hasta que llega un
momento en que no puede más, se planta delante del Señor, le interrumpe ante un
público verdaderamente absorto en sus palabras, y se queja. La sencillez de la
queja de Marta es encantadora, confiada, aunque revele falta de caridad; y con
toda espontaneidad le dice al Maestro: “¿nada te
importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que
me ayude”. Su queja va contra
María, pero también afecta al mismo Jesús, que no se da cuenta de que ella era
una mártir y su hermana una comodona. Es la explosión de algo que ha ido
incubándose poco a poco, y estalla de repente. Está realmente enfadada; ha
perdido la calma y en ella se ha introducido el espíritu crítico falta a la
caridad y la humildad. Sus buenos deseos de servir se han visto enturbiados por
el enfado creciente, agresor de la paz de su alma.
LA RESPUESTA DE JESÚS
El tono de la respuesta de Jesús se puede deducir del modo con que
empieza a hablarle: Marta, Marta, ¡cuánto cariño
hay en la repetición de este nombre! Es como decirle: "Mujer, calma", "claro que te comprendo,
pero te has puesto nerviosa". Es
una contestación que revela amor y buen humor; le recuerda su carácter, y hace
que reflexione un poco. No la riñe, sino que le hace reflexionar. Primero sobre
sí misma: tú te preocupas y te inquietas por muchas
cosas.
Luego, Jesús le aclara la conducta de María y el camino que debe seguir para no
perder los estribos con sus quejas. Y le dice: "En
verdad una sola cosa es necesaria".
Cosas importantes hay muchas en la vida, y Marta estaba haciendo una de
ellas: procurar servir alimento y descanso. Pero conviene tener bien dispuesto
el orden de los valores. Lo necesario siempre será lo más importante, y sólo
amar a Dios sobre todas las cosas lo es; al lado de lo necesario todo lo que
llamamos importante pasa a un segundo lugar. ¿Quiere
decir esto que está mal la actividad de Marta? No. Quiere decir que debe
trabajar de una manera distinta, con una paz, respaldada por la oración. Y en
caso de dudar sobre qué es más urgente, elegir primero la oración.
LO MEJOR NO ES LO CONTRARIO
DE LO MALO
María ha escogido la mejor parte. Cuando Jesús dice que la oración es lo
mejor, conviene recordar que lo mejor no es lo contrario de lo malo, sino de
algo menos bueno. La bondad de las diversas actividades dependerá del amor a
Dios que sean capaces de acoger. "No le será
quitada la mejor parte". La
oración es así hacer actos de amor. No se pierde ninguno. Todo acto de amor a
Dios permanece en el seno del Amante, que es Dios.
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