jueves, 21 de julio de 2022

DOS GRANDES MALES

 Hay dos grandes males que asedian la iglesia actual: hombres que no quieren dirigir sus familias, y mujeres que resisten a los hombres que sí quieren dirigir sus hogares. Hablemos del primero:

Hombres débiles, indisciplinados, que nunca maduraron. Están en los 30s, 40s y algunos hasta en sus 50s, y todavía adictos a la tele. Prefieren pasar el domingo en la casa o con los amigos viendo un juego, que ser cabezas espirituales de sus hogares, santificando el día del Señor con toda su familia.

Nula vida de oración, no tienen absolutamente ningún sentido de lo que es un devocional familiar, rinden todos los asuntos espirituales del hogar y los hijos a la mujer. Hombres espiritualmente castrados: como el rey Acab, prefieren ser dirigidos por una Jezabel que dominar como un rey David.

Sus hijas se visten y se comportan como zorras, y no dicen nada; sus hijos crecen ateos y rebeldes, y no les importa nada. Mientras tengan dinero y bienes materiales, "han cumplido con sus deberes como proveedores”. Hombres débiles, que engendran hijos impíos.

AHORA AL SEGUNDO MAL.

Mujeres “empoderadas”. “A mí nadie me manda” dicen en su orgullo, se creen las cabezas de sus hogares, e incluso de la iglesia y la sociedad. Tan pronto como sus maridos intentan tomar control de las riendas de los asuntos de la familia, continuamente se encaran con él, tratándolo como si fuera un niño. Peleonas, chismosas, entrometidas, siempre argumentando que se hagan las cosas a su manera.

No tienen el mínimo temor de denigrar a sus esposos o autoridades espirituales masculinas, pues no saben lo que es la sumisión piadosa y reverente. De hecho, no se pueden someter a nadie, pues esclavas son de sus pasiones. Sobreprotectoras de sus hijos, engendrando hijos débiles y afeminados e hijas dos veces insumisas como ellas. La mayoría, saltando de hombre a hombre, siempre en busca de una nueva emoción, exponiéndose ellas a más daño, y peor, a sus propios hijos que dice proteger.

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¡Tenemos que acabar con esto! ¡Ahora, en nuestra generación! Esto nos está costando mucho: tanto espiritual como materialmente. Está destruyendo a nuestras familias, comunidades locales e iglesias y, en última instancia, empobreciendo a nuestras naciones. Y peor aún, condenando a la mayoría de nuestros hijos a la condenación eterna.

Nuestro SEÑOR una vez preguntó retóricamente: ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, pero al final, pierde su alma? Si nosotros, como padres, realmente nos preocupamos por nuestras generaciones, dejaremos nuestros propios caminos y cumpliremos con el estándar divino:

– Maridos: amad a vuestras mujeres como Cristo la Iglesia.

– Esposas: sométanse a sus maridos como la Iglesia a Cristo.

– Hijos: honrad a vuestros padres.

– Y padres: instruid a vuestros hijos en el temor del SEÑOR.

Este es el verdadero camino a la libertad y duradera prosperidad.

Joshua Enior Jiménez

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