La amistad verdadera exige una profunda reciprocidad.
Fuente: Cançao nova
“Yo reconocí que todo lo
que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios
obra así para que se tenga temor en su presencia” (Ecle
3,14)
Me detuve para meditar sobre esta Palabra en
relación a la amistad, y aquí hablo sobre amistades verdaderas, construidas,
alimentadas y vividas en Dios, en las cuales Él fue el punto de partida, la
fuente del amor recíproco y se convirtió también el punto de llegada.
Pero… ¿Y las promesas de Dios? ¿Y la experiencia vivida? ¿Y la
historia? ¿En este momento, desaparecen, pierden su valor? No. Es que Dios también nos dice que existe un tiempo para
cada cosa y todas las cosas son buenas a su tiempo. Entonces, depende de
nosotros ser dóciles al tiempo que Dios nos llama a vivir.
La renuncia y la distancia son decisiones que
solo pueden ser tomadas y movidas por el amor de Dios. Nada más, excepto el
amor de Dios, puede llevarnos a renunciar a lo más precioso. ¡Ah! Y es necesario explicar que eso no sucede de
un momento para otro.
En la amistad verdadera exige una profunda
reciprocidad. Entonces, cuando alguna de las partes, en la libertad que nos es
dada por Dios, hace la opción de no vivir, la otra parte solo puede, como es
propio del amigo verdadero, acoger la opción del amigo y seguir adelante.
Es una alegría ver que en la Palabra de Dios
encontramos respuestas y dirección. El libro de Eclesiástico, capítulo 37, nos dice que la pérdida de un amigo es casi mortal.
Pero todo pasa.
Y aprendemos que “todo
ocurre para el bien de aquellos que aman a Dios”. Entonces, de tal dolor
y sufrimiento somos capaces de tomar un bien más grande, desde nuestro
crecimiento, la madurez y la vida nueva en ambas partes.
Está claro que el amor existe en una verdadera
amistad es aquel que se cita en I Corintios 13,7: “Amor
que todo disculpa, todo lo cree, todo espera, todo soporta”. Eso no
significa que las amistades acaben, sino que a veces ocurre que, movidos por
este amor divino, los amigos son capaces de hacer renuncias, aceptar
distancias, renunciando por un bien mayor.
Por mejor que seamos para nuestros amigos, solo
Dios puede satisfacer el corazón humano. Cuando salimos de escena es para que
Dios entre, ocupe nuestro lugar y haga lo que no podemos hacer.
“Lo que es, ya fue antes,
lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz” (Ecle
3,15).
Volvamos nuestra mirada para Dios y seamos
obediente a su pedido, Su voluntad para nuestra vida, seguros de que en la
pedagogía de Dios hay que perder para ganar.
¡No tengamos miedo! ¡En Dios todo se renueva!
¡Tengamos fe! ¡Seamos felices!
Traducción y Adaptación: Thaís Rufino de Azevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario