En el Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina vemos los cuerpos resucitados, coronación real y sobrenatural del anhelo, aquí en la tierra, de trascender nuestra propia limitación corporal.
La publicación del ensayo Nadie nace en un cuerpo
equivocado, de José Errasti y Marino López
Álvarez, ha provocado reacciones rabiosas en
el activismo trans, por atreverse a desenmascarar las falacias
postuladas por la llamada 'teoría queer',
según la cual nuestro cuerpo puede aprisionar un yo verdadero, una identidad 'sentida', cambiante y fluida que debe imponerse
sobre la materialidad biológica. Coincidiendo con la tesis expuesta en este
ensayo, debemos sin embargo precisar que, oscuramente, el activismo trans tiene
razón; pues, en efecto, todos nacemos en un cuerpo equivocado.
Aldous Huxley lo afirma
en Los demonios de Loudun: «En todo momento y lugar, el ser humano ha sentido la
radical inadecuación de su existencia personal, la penuria de ser sólo su yo
aislado y no algo más amplio, algo mucho más profundamente consustanciado».
Y esta radical inadecuación se debe a que todo ser humano –no importa que sea
creyente o no– siente un ansia irrefrenable de la
existencia eterna y 'transhumanada' que le ha sido prometida, donde su
pobre cuerpo mortal será transubstanciado en cuerpo glorioso. Esta ansiedad
existencial sólo puede expresarse sanamente cuando no cegamos nuestro horizonte
sobrenatural; pero, apenas lo negamos, nuestra
ansiedad se siente prisionera de una angosta existencia terrenal. Y entonces, para tener conciencia –siquiera
confusa– de ser otro distinto, y no un yo aislado en un cuerpo perecedero que
no sentimos como nuestro, los seres humanos nos entregamos a diversos paraísos
artificiales que nos ofrezcan una «manifestación de la radical diversidad
inmanente en el ser humano». Huxley cita el alcohol y las drogas, así como la «sexualidad elemental, divorciada del amor»; pero
podríamos citar también la práctica desaforada del deporte, o el recurso a la
cirugía estética.
Todos estos intentos penosos
por autotrascender o
salirnos de la casilla que la naturaleza nos ha adjudicado tienen un efecto degradante. La prometida liberación se convierte en
esclavitud; y nos despeñamos, en penosa ruta descendente, en dirección a lo
infrahumano. Huxley augura que nuestra época diseñará «técnicas
para explotar la ansiedad de los hombres por la forma más peligrosa de
autotrascendencia descendente» que alcanzarán un grado de perfección
único en la historia. Esas técnicas las postula esta 'teoría queer',
que promete a los seres humanos dejar de ser criaturas, para convertirse en
creadores de sí mismos. De este modo, se suma sacrílegamente
la propia identidad al carrusel del consumismo bulímico, explotando el anhelo
humano más sublime del ser humano –'transhumanarse',
allá en el Paraíso– y arrojando en vida a sus víctimas al infierno del
sopicaldo penevulvar o menestra de géneros.
Contra la falsa 'teoría queer' sólo se alza la visión cristiana, tan escandalosa y
subversiva hoy como hace dos mil años. El cuerpo en el que nos hallamos guarda
una semilla de divinidad que está a punto de germinar. Somos
crisálidas a punto de alumbrar un cuerpo glorioso.
Publicado en ABC.
Por: Juan Manuel de
Prada
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