EL PAPA AFIRMÓ QUE LA CERCANÍA EN EL AMOR NO DEBE SER ATOSIGANTE.
La noticia de este domingo en la
Plaza de San Pedro fue el anuncio que hizo Francisco de
un nuevo consistorio el 27 de agosto en el cual nombrará
21 nuevos cardenales, 16
de ellos electores.
Pero la Iglesia celebraba hoy
(trasladada del jueves pasado, su día propio) la festividad de la Ascensión
del Señor, y el Papa
glosó el Evangelio del día que narra este hecho, el "regreso
al Padre" de Jesucristo tras instruir a los apóstoles durante
cuarenta días después de su Resurrección.
"¿Qué significa
este acontecimiento? ¿Cómo debemos entenderlo? Para responder a esta
pregunta", dijo el pontífice, "detengámonos en dos acciones que Jesús realiza
antes de subir al cielo: primero anuncia el don del Espíritu y
luego bendice a los discípulos".
LA
COMPAÑÍA DEL ESPÍRITU SANTO
El don del Espíritu
Santo, que recibirían la Santísima Virgen y los apóstoles diez días
después en Pentecostés, significa que "los
acompañará, los guiará, los apoyará en su misión, los defenderá en las batallas
espirituales", y para nosotros implica que "Jesús no abandona a los discípulos. Sube al cielo, pero no nos deja solos".
"El amor de
Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que
no quiere restringir nuestra libertad", señaló Francisco: "Al
contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una
cercanía que no aplasta, no es posesivo, es cercano, pero no posesivo".
Como la Santísima Trinidad: "El Espíritu Santo hace presente a Jesús en nosotros, más allá de
las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el
mundo".
LA
BENDICIÓN
En cuanto a la bendición de los discípulos, la segunda
acción a la que se refería el Papa, es "un
gesto sacerdotal", pues "Dios,
desde los tiempos de Aarón, había confiado a los sacerdotes la tarea de
bendecir al pueblo". Este gesto significa ahora que "Jesús es el gran sacerdote de nuestra vida", es
decir, que "sube al Padre para interceder por
nosotros".
"Así, ante los
ojos del Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras
vidas, nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su 'éxodo' al
Cielo, Cristo 'nos abre camino', va a preparar un lugar para nosotros y, desde
ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados
y bendecidos por el Padre", resumió
y concluyó Francisco.
REZAR
Y BENDECIR
Quien insistió, antes de rezar el Regina Coeli, en la necesidad de conjugar
la cercanía del amor con la libertad del amado: "Amar
a los demás, dejándolos libres y dejándoles espacio".
E invitó a que, a imitación de
los dos gestos de Jesús en su Ascensión, a "hacernos
intercesores por los demás, es decir, rezar por ellos y bendecir sus vidas".
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