Diversas publicaciones de redes sociales repiten la historia de un asteroide que se estrellaría contra la Tierra este 6 de mayo, con lo que llegaría el fin del mundo. ¿En verdad será el fin de los tiempos? Dos sacerdotes responden a esta inquietud.
Las publicaciones de redes sociales se refieren al asteroide 2009 JF1,
que tiene alrededor de 10 metros de diámetro.
A pesar de que diversos medios de comunicación, entre ellos el diario
español La Razón tomaron la historia como una supuesta amenaza de destrucción
de nuestro planeta, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de
Estados Unidos (NASA), no ha hecho advertencia
ni comunicado alguno sobre su supuesta peligrosidad.
De acuerdo a la NASA, este asteroide
tiene 0.00074% posibilidades de impactar la tierra.
A pesar de la nula evidencia científica de un posible fin del mundo
causado por este asteroide, aún hay quienes presentan fascinación por estos
escenarios apocalípticos, por lo que dos sacerdotes se pronunciaron al
respecto.
En declaraciones a ACI Prensa, el
sacerdote dominico Fray Nelson Medina, doctor Teología Fundamental por el
Milltown Institute de Dublín (Irlanda), subrayó que la caída de este asteroide “no es un evento del cual debamos preocuparnos”.
“Más bien, lo que debemos preocuparnos proviene de
esta otra pregunta: ¿Por qué esos anuncios de catástrofe, cuando los datos
científicos de ninguna manera lo respaldan?”.
“¿Qué hay en el corazón de tantas personas que
las hace tan proclives a admitir y a difundir este tipo de noticias? ¿Hay intereses particulares de personas que por
gusto o por patología mental difunden, exageran, esta clase de información?”, continuó.
El sacerdote señaló que aunque “esas
preguntas yo las dejaría abiertas”, lo que “sí
me parece importante es hacernos la otra pregunta: Frente a estas situaciones
de destrucción, ¿qué es lo que nos dice nuestra fe?”.
El Doctor en Teología Fundamental subrayó que “nuestras
vidas están gobernadas por la Providencia Divina. Y esto significa la Providencia de un Dios
infinitamente sabio, infinitamente poderoso, e infinitamente compasivo”.
“Si queremos pensar en el fin de la humanidad, sea
por causa de un asteroide o por otro motivo, Cristo nos invita a una sana
prudencia, y a una gran humildad: Nadie sabe el día ni la hora”, dijo.
Fray Nelson resaltó que “esa expresión tan
tajante de Nuestro Señor hay que sostenerla. No disminuirla, no disolverla, no
retorcerla. Cristo dice: no se sabe el día ni la hora”.
Esto, precisó, “no es una invitación a la
irresponsabilidad, pero menos es una invitación al pánico”.
Además, dijo el sacerdote, “esto tiene que
convertirse en un llamado a nuestra responsabilidad como creyentes”.
“Si como creyentes le damos fuerza, le damos alas a
información dudosa o incluso falsa no solo queda desacreditada la información,
y no solo quedan desacreditados los que extienden esa información, sino que
queda desacreditada la fe, la fe misma”.
“Decir cosas científicamente ridículas hace mucho
daño a la fe, porque presenta nuestra fe como el contenido de mentes, de
cerebros que no entienden el conocimiento científico básico, o que sin ninguna
base se apartan de él”, dijo.
Fray Nelson recordó que, tal “como lo han dicho tantos
papas, la fe y la razón son ambas dones de Dios”.
“Y, por consiguiente, lejos de estar en conflicto
nos invitan a reconocer la magnificencia de la obra divina y la huella de su
providencia por todas partes”, indicó.
Por su parte, el P. Mario Arroyo, doctor en Filosofía por la Pontificia
Universidad de la Santa Cruz en Roma y catedrático de la Universidad
Panamericana en Ciudad de México, señaló que las personas
presentan “una preocupación cíclica” por “el fin del mundo y se busca cualquier
pretexto”.
Tras destacar que por las pequeñas dimensiones del asteroide se trata de
una preocupación “casi ridícula”, lo
importante “es señalar por qué esa preocupación”.
“Primero, tenemos conciencia de nuestra finitud, de
nuestra vulnerabilidad, de nuestra precariedad, más aún con la reciente
pandemia que hemos padecido”, indicó.
“Pero esas preocupaciones, si bien superficiales,
deberían llevarnos a pensar en el carácter último de la vida humana. Es decir,
que efectivamente el mundo se va a acabar, que este mundo en el que vivimos
no es definitivo, no es permanente”, indicó.
El P. Arroyo recordó que los seres humanos “estamos
de paso, somos viadores, caminantes y este mundo también está de paso y, como
señala San Pablo, anhela la manifestación de los hijos de Dios. La creación
entera está sometida al pecado y espera ansiosa la liberación de los hijos de
Dios”.
El sacerdote mexicano indicó que a los cristianos “el pensamiento del fin del mundo, más que aterrorizarnos
o producir pánico innecesario, tiene que hacernos considerar precisamente la
finitud de nuestra vida y hacernos elevar la mirada hacia la otra vida, esa
vida que no pasa, que no conoce ocaso, que no conoce fin”.
“Y por eso, de estas cíclicas preocupaciones por el
fin del mundo, deberíamos sacar un fruto espiritual”, resaltó.
Este fruto, señaló, puede ser “darnos cuenta
de que este mundo no es definitivo, de que nuestra morada definitiva es el
Cielo, la vida eterna”.
“Anhelamos ese fin del mundo, porque sabemos
que ahí Jesús va a hacer justicia, porque ahí Dios le va a dar la va a dar lo merecido a cada una de las
personas”, dijo, señalando que además “contamos con la seguridad de que la vida eterna es una
vida que no se acaba y en la cual no hay dolor, no hay enfermedad y no hay
muerte”.
“Por eso, más que estar preocupados por el fin del
mundo, tenemos que estar listos para dar razón de nuestra esperanza, para
dar razón a Dios de nuestra vida en cualquier momento en el que él quiera
llamarnos”, expresó.
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
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