Con la excusa de evitar enfermedades genéticas
Australia
legaliza intervenciones genéticas muy arriesgadas en seres humanos, entre
ellas, la tecnología asistida por fecundación in vitro, que permite la creación
de embriones humanos para recolección de material genético sano y la
implantación de material genético de más de dos personas en un embrión.
(CatholicWeekly/InfoCatólica) Australia ha legalizado una
intervención genética muy arriesgada en seres humanos en una votación de
conciencia de vida o muerte en el Parlamento Federal que pasó prácticamente
desapercibida la semana pasada.
El 30 de marzo se eliminaron
partes clave de la ley de clonación del país para permitir técnicas
experimentales destinadas a evitar que las mujeres transmitan enfermedades
mitocondriales a sus hijos.
La tecnología asistida por
fecundación in vitro suscitó objeciones por motivos éticos y científicos, ya
que permite la creación de embriones humanos específicamente para la
recolección de material genético sano, así como la implantación de material
genético de más de dos personas en un embrión humano. Nunca antes se habían
cruzado estas líneas en este país ni en la mayor parte del mundo.
Se permitió el voto en
conciencia del proyecto de ley, que fue aprobado por la cámara baja en
diciembre, después de tres días de apasionado debate sobre el proyecto en
febrero. Tanto el Primer Ministro, Scott Morrison, como el Ministro de Sanidad,
Greg Hunt, fueron los principales defensores del proyecto de ley, y el líder de
la oposición Anthony Albanese votó a favor.
La ley fue aprobada en el
Senado por 37 a 17 después de que se votaran varias enmiendas de la senadora
laborista Deborah O'Neill y del senador nacional Matthew Canavan, así como una
enmienda para eliminar una de las dos técnicas implicadas, que requiere la
creación de un embrión para su posterior destrucción.
La senadora laborista Kristina
Keneally fue una de las que se pronunció apasionadamente en contra del proyecto
de ley, afirmando que crear embriones con el fin de cosecharlos y destruirlos «es un Rubicón moral que no puedo cruzar».
«Incluso el
informe interpartidista del Senado reconoce que la creación y destrucción
deliberada de embriones humanos viables con fines reproductivos es una nueva cuestión
moral que merece una importante consulta y consideración por parte de la
comunidad», dijo.
«No veo pruebas de
que esta consulta se haya producido» finaliza Keneally.
La Conferencia de Obispos
Católicos de Australia había instado a los parlamentarios en una presentación
de investigación a desechar el proyecto de ley o, al menos, a ponerlo en pausa,
citando preocupaciones éticas y de seguridad y la falta de pruebas de que la
técnica propuesta sea eficaz.
El obispo Richard Umbers,
delegado de los Obispos para la Vida, dijo que el proyecto de ley presentaba un
atractivo emocional comprensible, pero con graves consecuencias.
«La aprobación
del proyecto de ley es muy decepcionante, sobre todo porque no se ha aprobado
ninguna enmienda», dijo. «Apreciamos el profundo deseo de los
padres portadores de evitar la transmisión de la enfermedad mitocondrial a sus
hijos, pero la creación de embriones tripartitos es la forma equivocada de
hacerlo».
«El Departamento
de Salud australiano ha declarado que no se comprenden los riesgos para el niño
que nazca ni los efectos a largo plazo en las generaciones futuras» continúa el
obispo Umbers. «El parlamento debería centrarse en una investigación que
respete la vida desde la concepción, en lugar de tratamientos arriesgados que
suponen toda una industria de la fecundación in vitro».
La experta en ética Margaret
Somerville dijo que el debate había planteado serias preguntas que debían ser
respondidas, incluso si los legisladores abordaban esta cuestión con la mejor
de las intenciones médico-terapéuticas.
«¿Es
intrínsecamente malo alterar el genoma de un embrión humano? ¿Es diseñar una
persona humana? Y hacer una alteración que será heredada por todos los futuros
hijos de ese embrión, cuando tengan hijos, ¿es intrínsecamente malo?», dijo.
Concluye Somerville: «Si se puede
decir que cualquiera de esas cosas es intrínsecamente incorrecta, ahí se acaba
la discusión, significa que no es ético hacerlo».
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