Me parece que el solo pronunciar el nombre de Judas suscita en los cristianos una reacción instintiva de reprobación y de condena. Lo encontramos siempre citado entre los doce apóstoles.
Además, se puede identificar
con facilidad en cada uno de los evangelios, cosa que no cabe decir de todos
los más cercanos seguidores de Cristo, ya que algunos no aparecen en los cuatro
libros o se encuentran listados de una manera distinta.
A Judas lo llaman todos los
evangelios «Iscariote». Benedicto XVI nos
cuenta que el significado de este apelativo, que es ya controversial: la explicación más común dice que significa «hombre de
Keriot», aludiendo a su pueblo de origen, situado cerca de Hebrón y mencionado
un par de veces en la Sagrada Escritura.
Otros lo interpretan como una
variación del término «sicario», de modo que
se estaría haciendo alusión a un guerrillero armado de puñal, llamado en latín «sica». Por último, no son pocos los que ven en
ese apodo la simple trascripción de una raíz hebreo-aramea que significa: «el que iba a entregarlo».
Autores
sostienen que tanto Simón el Cananeo como Judas Iscariote pertenecían al grupo
de los zelotes. Más que un partido organizado, eran un movimiento extremista de
oposición a los romanos. El censo del Legado de Siria provocó una ola de
indignación y de resistencia en Palestina. Estallaron revueltas en distintas
partes.
A estos dos apóstoles les debe
haber atraído la figura del Mesías, que venía a cumplir con las profecías,
libertador de su patria, que expulsaría a los invasores y restauraría el poder
de Israel.
EL INICIO DE LA DESLEALTAD
Si leemos con detenimiento, da
la impresión de que en la vida de Judas las cosas empezaron a ir mal, y la
infidelidad se estaba gestando desde hace tiempo. Parecería que se siente de
alguna forma defraudado. San Mateo hace referencia en dos ocasiones de «aquel que lo traicionaba».
La traición en cuanto tal tuvo
lugar en dos momentos: ante todo en su gestación, cuando Judas se pone de
acuerdo con los enemigos de Jesús por treinta monedas de plata, y después en su
ejecución con el beso que dio al Maestro en Getsemaní.
Pero,
¿por qué traicionó a Jesús?, no lo podemos saber con exactitud. Una teoría habla de la avidez
por el dinero; a la posible envidia de los otros apóstoles. Otra línea sugiere
una justificación de carácter mesiánico: habría
quedado decepcionado al ver que Jesús no incluía en su programa la liberación
político-militar de su país.
EL DEMONIO TRABAJANDO
Dos evangelistas, Juan y
Lucas, resaltan este segundo aspecto, la decepción hace mella en su corazón.
San Juan anota que «el diablo había puesto en el
corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo»; de
manera semejante, Lucas alerta: «Satanás entró en
Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce».
Parecería que el demonio se
fue introduciendo en Judas por alguna grieta de su voluntad y conduciéndole a
la falta de fe y a la traición. Las cosas debieron producirse
poco a poco, según la astucia de un ser inteligente y maligno, conocedor de que
si muestra a la primera su rostro asusta, cuando está dentro del alma, produce
la caída del tentado.
No podemos dejar de pensar que
siempre hay responsabilidad personal, que Judas en algún momento cedió a la
tentación, pues solo ahí el demonio tuvo campo de actuación.
LA PERVERSIÓN DEL CORAZÓN
No siempre actuó mal.
Recordemos que el mismo Jesús fue quien dio a Judas la autoridad de expulsar
demonios, de sanar enfermos, y de predicar. Le llamó amigo y en la última
cena le dio varias oportunidades de rectificar. Como cuenta esta
meditación que puedes leer a continuación:
EL BESO DE JUDAS
En este día la Iglesia recuerda que Jesús fue entregado por uno de los
suyos. Como en toda la Semana Santa procuramos acompañar al Señor más de
cerca.
DETALLES DE TUS ULTIMOS DIAS
En estos días santos, en que estamos procurando de manera muy especial
acompañarte Jesús, nos ayuda mucho saber día a día cómo fue Tu Semana Santa: los últimos días de Cristo en la tierra.
Quizá te pasó que ante el fallecimiento de un ser querido o de una
personalidad pública, te preguntaste cómo fueron sus últimos días: ¿Qué hizo? ¿Con quién estuvo? ¿A quién llamó?
Porque claramente tienen una especial relevancia, después de su paso por este
mundo. ¿Qué hizo? ¿Cuáles fueron sus últimos hechos
en esta vida?
Y en el caso de
Jesús, esto se da con mayor intensidad.
Vos Señor, sabias muy bien que se te acababa Tu tiempo, y que estaba
llegando Tu hora. Y a partir del Domingo de Ramos, así llamado especialmente
cuando entraste de manera triunfal en la Ciudad Santa. Entre esos Hosanas
y vítores, estabas ya cómo despidiéndote. Preparándote intensamente para lo que
celebraremos en el Triduo Pascual.
Y eso que dice san Juan, con cierta solemnidad en el capítulo 13 de
su evangelio: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo”.
Y a continuación empieza el relato de la última cena, esas palabras se
pueden aplicar de un modo un poco más amplio, a todos estos días de la Semana
Santa. Nos estás amando Señor hasta el extremo y por eso queremos Jesús
seguir tus huellas, acompañarte día a día.
LA TRAICIÓN DEL AMIGO
Y en ese contexto, el día de hoy Miércoles Santo, es un día de pena está
marcado por el dolor, el desgarro que produjo en Tu corazón Jesús, la
tradición del amigo. En el evangelio, en la misa leemos estas palabras:
“Uno de los doce,
llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿que
están dispuestos a darme si se los entregó? Y ellos se ajustaron con él, en
treinta monedas”. (Mt 26, 14-16)
Ciertamente, no era del todo una sorpresa para Jesús, este hecho tan
triste, porque al igual que otros detalles de la Pasión, la traición,
estaba profetizada en los salmos y en otros relatos del Antiguo Testamento.
Dice en un salmo justamente: ”A un mi íntimo amigo, en quien yo
confiaba, el que de mi pan comía, a mí contra ha levantado su calcañar”, levantó
contra mí su talón, como señal de agresión.
APARECE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
También en una escena del Antiguo Testamento, en la que los hijos de
Jacob venden a su hermano, José, por envidia, primero habían decidido matarlo
pero finalmente terminan vendiéndolo a unos comerciantes que pasaban por allí y
el precio fue de treinta monedas. Lo que costaba un esclavo, eso también
es figura de lo que Jesús padeció. Y aun estando estas advertencias y
seguramente no se te pasaban a Vos Señor por alto, todas estas profecías de la
Sagrada Escritura.
CON UN BESO ENTREGÓ A SU MAESTRO
Aun así, cuando esto sucede, cómo le dolería Jesús. ¡Qué duro habrá sido! Más quizá, que esos golpes,
que esas bofetadas, la traición por parte del amigo, ahora que el Señor está más
sensible, compenetrado con su misión, si eso es posible en estos últimos
días, que uno de los suyos sea quién lo entregue. ¡Qué
decepción! ¡Qué soledad sentiría Jesús! ¿Dónde fue a parar todo el amor que le
di a este que Yo había elegido, a uno de los doce? Te podrías preguntar Señor,
¿Qué te hice nada para merecer este trato?
Escuche alguna vez una representación en un cuadro, en la que aparece
Jesús, con una herida en su rostro, pero que no es consecuencia de uno de
los golpes o de los latigazos que recibió en la Pasión, sino que, es
consecuencia de un beso. El beso con el que Judas entregó al Maestro, en
el huerto de los olivos.
Y queremos Señor, no ser indiferentes en este día a ese dolor Tuyo,
a esa traición, queremos al contrario, acompañarte, no dejarte solo,
estar tan cerca Tuyo como podamos. Con la ayuda de la gracia quizá
compartir un poco ese dolor que tenes en el corazón por la traición de
Judas, pero también por tantas traiciones, las mías, las de cada uno
también.
DIA DE
DOLOR
Para los primeros cristianos no solamente desde el viernes, no solamente
por el día de la Pasión, era un día de penitencia, de dolor, sino también
tenían el miércoles como un día
penitencial, justamente recordando esta traición que sufrió
Jesús.
Y por nuestra parte Señor, ahora en estos 10 minutos con Vos, quizá a lo
largo de este día, recordándolo alguna vez, porque en estos días tenemos
como más frecuentemente dirigirte la mirada, para ver qué viviste cada uno de
los días de la Semana Santa.
QUIERO SER
TU AMIGO FIEL
Por eso también a lo largo de la jornada, podemos muchas veces pedirte
perdón por las traiciones, desagraviarte. Fomentar los
deseos de fidelidad, reconocemos Señor nuestra debilidad, nuestra
ingratitud. Y querríamos reparar con actos de amor, o diciéndote eso:
«yo quiero ser tu amigo o amiga fiel y
si tengo la desgracia de traicionarte, con Tu ayuda no me voy a
desesperar, como le pasó a Judas, que se ahorcó, sino que voy a pedirte
perdón».
COMO PEDRO, ACUDIR A LA VIRGEN MARIA
Quizá haciendo ese camino, que según algunos autores espirituales, hizo
san Pedro. Que también esos últimos días, él que pensaba que daría la vida por
Jesús, en el momento malo, cuando vinieron a llevarse al Señor…
Es cuando Judas le da ese beso, en el huerto. Para indicar quién era.
Más tarde san Pedro
negará conocerte.
Sin embargo, él supo llorar su traición
también y según algunos fue a la Virgen, no se quedó solo en la
angustia y la tristeza, sino que animado por María pudo volver a Jesús. Pudo
ser columna de la Iglesia. Y pudo ser en quién el Señor se apoyó para sostener
a los demás.
Vamos a pedirle también a Nuestra Madre. Que Ella sea el camino para
volver muchas veces a la amistad con Jesús, con ese propósito de más fidelidad
cada vez que tengamos la desgracia de alejarnos de Él.
Citas Utilizadas
Is 50, 4-9
Sal 68
Mt 26, 14-25
Reflexiones
Señor, si yo te
traiciono, que sepa volver de la mano de María a estar junto a Ti.
Podría aparentar de que se
trató de una traición repentina e inexplicable. Sin embargo, parece que la
grave deslealtad fue la culminación de pequeñas traiciones. Sin querer
juzgarle, puede servirnos para comprender el peligro de un enfriamiento
progresivo del amor de Dios.
Todos
somos conscientes de que las posibilidades de perversión del corazón humano son
numerosas.
Pero no
suele ser un proceso violento, comienza lentamente. Es ceder una y otra vez.
Sobre todo dejar que el corazón se decepcione, acepte un rencor o se instale un
resentimiento, y así pasamos con facilidad a permitirnos opinar mal de los
demás, malinterpretar sus intenciones, ver las cosas con suspicacia.
Para poder prevenir este mal
se debe evitar el desarrollo de una visión individualista, autónoma. Buscar
ponerse siempre del lado de Jesús, asumiendo su punto de vista. Parecernos más
a Él, opinar en positivo, salvar la intención, saber disculpar. Aceptar los
planes de Dios, aunque vayan por caminos diversos a los soñados.
DE LOS GRANDES MALES MAYORES BIENES
La terrible acción de Judas
llevó a Jesús a la muerte. Solo Él puede transformar este tremendo suplicio en
un espacio de amor salvífico y en ofrenda de sí mismo al Padre.
Revisando la etimología,
descubrimos que el verbo «traicionar» proviene de la palabra griega que
significa «entregar». «En su misterioso plan de
salvación, Dios asume el gesto injustificable de Judas como ocasión de la
entrega total del Hijo por la redención del mundo».
Es algo similar a lo que vemos
en la liturgia Pascual. La Iglesia proclama «Oh
Feliz culpa». Canta con alegría del Pueblo de Dios porque, cuando
nuestros primeros padres pecaron, el Verbo se hizo carne y redimió al género
humano con su muerte, y resurrección, y nos concede el don del Espíritu.
Del terrible pecado de Judas,
Dios saca el bien más grande para toda la humanidad: la salvación. Es nuestra
redención la que se concreta con el beso del Iscariote en Getsemaní. Lo ha
hecho de nuevo la Santísima Trinidad, y se cumple así hasta la última jota de
las Sagradas Escrituras.
Benedicto XVI nos hace ver lo
más de fondo: «cuando pensamos en el papel negativo que desempeñó
Judas, debemos enmarcarlo en el designio superior de Dios que guía los
acontecimientos».
ENSEÑANZA PARA NOSOTROS
Aunque podría parecer que fue
una traición repentina e inexplicable: en la última Cena los demás discípulos
no sospechan de Judas. Sin embargo, parece que el acto de Judas fue la
culminación de pequeñas traiciones.
La tibieza, como dice el
Catecismo, es la vacilación o negligencia en responder al amor divino, y tiene
varios síntomas. Los enumera San Josemaría, «eres
tibio, si haces perezosamente y de mala gana las cosas que se refieren al
Señor; si buscas con cálculo o “cuquería” el modo de disminuir tus deberes; si
no piensas más que en ti y en tu comodidad; si tus conversaciones son ociosas y
vanas; si no aborreces el pecado venial; si obras por motivos humanos
(Camino, n. 331)».
Por el contrario, dar importancia a lo pequeño, porque en los pequeños detalles es donde se
manifiesta el encendimiento de nuestro corazón. Se lee en el Cantar
de los Cantares: «Cazad las pequeñas raposas que
destruyen la viña». Los pecados veniales hacen mucho daño al
alma.
Una buena forma será tener un
espíritu de examen habitual, sincero y hondo, que nos lleve a descubrir y a
dolernos sinceramente de los pecados veniales y de las faltas de generosidad.
Escrito por: Padre Juan Carlos Vásconez
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